lunes, 28 de septiembre de 2009

HOMENAJE EN VIDA: DON GUILLERMO ROSSINI

Nuestro querido Perú, nuestro amado Perú, tiene hijos que le han dado extraordinarias y generosas lecciones de vida, como es el gran cómico e imitador, don Guillermo Rossini, quien está cumpliendo sus 50 años de vida artística.
Hablar de un peruano que ha hecho reir al más serio, al más pesado y al más cascarabia es realmente rendirle un homenaje en vida a un grande de la comicidad peruana.
Quien de nosotros, los peruanos, no ha gozado, deleitado y carcajeado con sus imitaciones, sus bromas y sobre todo su simpatía que irradia desde la radio y cuando tuvo la ocasión de irradiarla a través de la televisión.
Traer a la memoria sus parodías del fenecido programa cómico "Risas y Salsas", sobre todo cuando se presentaba en la "Banda del Choclito"; la voz parecida al también recordado alcalde de Lima, Alfonso Barrantes Lingán, "El Tío Frejolito". Ni que decir del programa "Loquibambia" que se emitía por la señal del canal del Estado.
Es cierto que los peruanos somos pícaros, palomillosos, cachacientos y, sobre todo, nos encanta el cochineo y tenemos una chispa a flor de piel. Esa chispa, esa esquina y barrunto lo tiene el huancaino, el piurano, el charapa, el arequipeño, el tacneño, el puñeno y todos los nacidos en este hermoso país llamado Perú.
Eso es lo que reflejan los cómicos de ayer y de hoy que nos permite traer a la memoria a los queridos y recordados "Moncheri", a Jorge Montoro y a don Alex Valle y también a la tía "Doña Cañona", quienes nos hacían pasar un sábado obligado en la casa para esperar las ocho de la noche para reirnos a rabiar.
Hoy los tiempos son otros, pero también tenemos los nuevos cómicos, con sus defectos y errores, pero cómicos y humoristas al fin y al cabo como Carlos Alvarez, el "Gordo" Benavides que con sus estilos siguen la zaga que dejaron los que ayer nomás se fueron.
Es por que la ocasión es brillante para darle un vivo homenaje a don Guillermo Rossini, en la entrevista que le hiciera recientemente Ana Valenzuela:
Guillermo Rossini repasa sus intensos 50 años de vida artística
El legendario humorista lleva cinco décadas destapando carcajadas con su ingenio para improvisar. Su inagotable chispa lo acompañó desde siempre

Tiene 77 años, pero nadie puede siquiera advertirlo cuando tiene al frente a Guillermo Rossini Gonzales.
Arranca carcajadas con una vitalidad envidiable y una privilegiada rapidez mental al improvisar una imitación en los pasillos de RPP, su segunda casa desde hace 16 años.
Las variaciones de su voz ronca se trasladan por un momento a la recordada chola de la pequeña pantalla, que destacó en “Risas y salsa” junto a su pequeño esposo, interpretado por “Petipán” .
Pero antes de empezar a conversar de las cinco décadas que lleva dedicado a cambiar muchos rostros adustos por amigables carcajadas, Rossini recuerda que sus primeros oficios distaban de su actual trabajo como humorista.
Primero esculpió lápidas en el taller de su padre en el Rímac y, cuando hizo sus pininos en la radio y la TV, a fines de los 50, decidió convertirse también en visitador médico, labor que ejerció durante 32 años y que ahora el menor de sus dos hijos realiza en una importante empresa transnacional.
El “Tío”, como cariñosamente lo llaman sus pupilos en reconocimiento por su larga trayectoria, comparte en esta página, con especial dedicación, algunos momentos que vivió (y vive) como incansable humorista.
En tanto, sus amigos y su compañera desde hace 40 años, doña Eloísa “Coca” Effio, alistan un homenaje al maestro para el 30 de setiembre en el auditorio del colegio San Agustín.
¿Qué recuerdos conserva de su primer acercamiento a la imitación?
Hace como setenta años ya imitaba. Recuerdo que cuando tenía unos 8 años me iba a los cines y me ponía a imitar las voces de los que presentaban los noticieros nacionales e internacionales. Lo hacía como un juego. De grande me gustaba escuchar las transmisiones hípicas en la radio y empecé también a imitar a los narradores de las carreras, como Ramírez Lazo y Federico Roggero.
Sin embargo, antes de convencerse de que la imitación era su verdadera vocación, usted siguió por un tiempo la tradición familiar y se dedicó a la escultura…
Crecí en medio de escultores. Mi abuelo, mi papá y mi hermano mayor siguieron con la tradición. A mí también me gustaba pintar y dibujaba muy bien. Estudié en Bellas Artes, estuve tres años allí. También trabajé en la fábrica de mármol de mi padre, que estaba en el Rímac. Ahora el taller ya no existe. Mi padre falleció, mi hermano también. Ya nadie siguió con el negocio.

¿Dónde está ahora el trabajo que realizó con su padre
Todas mis obras están en el cementerio El Ángel. Me encargaba de hacer lápidas y esculturas de mármol con cincel y martillo.
Todo cambió cuando conoció a Augusto Ferrando. ¿Cómo fue aquel histórico encuentro que le cambió su proyecto de vida?
Coincidimos en La Cabaña, donde antes funcionaba Radio Victoria; estaba el “Negro” (Augusto) Ferrando con todos sus hijos chiquitos y alguien le dijo: “¿Quieres ver cómo imita a Federico Roggero, Ramírez Lazo y Pablo de Madalengoitia?”. Me puse a imitarlos y el “Negro” se quedó asombrado. Me llevó a su “peña” (programa radial). Yo tenía como 26 años. Después hizo un concurso de imitadores. Uno de los que quedó entre los primeros fue Néstor Quinteros. Al final, gané yo y me quedé trabajando con el “Negro”.
Empezó en la radio y, al poco tiempo, ya estaba en la televisión con “Teleloquibambia” (Canal 4). ¿Qué tan encarnizada fue la competencia que libró con “El tornillo” (Canal 5)?
¡Me querían desmantelar el equipo! Estaban en el programa Felipe Sanguinetti, el “Loco” (César) Ureta, Néstor Quinteros. Empezaron a jalarse a uno por uno y yo, romántico, me quedé ahí, donde me habían dado la oportunidad. Algo similar pasó en “Estrafalario”. Teníamos un equipazo, a pesar de ser un canal del Estado y de emitir en blanco y negro. Alcanzábamos un ráting increíble. La única manera de traernos abajo fue jalándose a nuestro equipo a “Risas y salsa” (Canal 5). Le dimos un material increíble. Se llevaron a Alicia Andrade, Juan Palomeque, el “Ronco” (Román) Gámez. Al final, también yo entré a “Risas y salsa” y me quedé por 16 años, nada menos.

Usted fue el pionero en las imitaciones a políticos. ¿Algún Gobierno intentó censurarlo?
De los políticos, recuerdo bien la imitación que hacía de Alfonso Grados Bertorini y Manuel Prado; a ellos los empecé a imitar en la radio. En la televisión sí fue un poco más difícil, por ejemplo, cuando trabajaba en Canal 7 no me permitían imitar a Francisco Morales Bermúdez. Cuando (Alberto) Fujimori llegó a la presidencia, le dábamos duro. Me parece que por eso empezó a dar conferencias de prensa a las 3 de la tarde, justo a la hora en que presentábamos “Los chistosos”. Un día escuchó nuestras quejas y decidió cambiar el horario de sus conferencias.

Lejos de molestarse, otros políticos le agradecieron que los imitara; uno de ellos es David Waisman, a quien usted bautizó como “Payasito”...
Algunos personajes como Waisman se prestan para imitarlos. Él tenía toda la pinta de “Payasito”. “Tres funciones, tres. ¡Oiga, caballero!”. Pegó al toque. Es cierto, un día Waisman me dijo que en su campaña nadie lo llamaba por su nombre, sino como “Payasito”. También inventé lo del vaso de leche en “Risas y salsa”. Barrantes nunca dijo el vaso de leche, sino un millón de desayunos.
¿Cuál es su percepción de los actuales programas cómicos nacionales?
A los programas de ahora les falta originalidad. Copian todo lo que presentábamos en “Risas y salsa”. Por ejemplo, en la secuencia “Los idénticos” yo hacía de Pablo de Madalengoitia, ponía su voz, presentaba a los concursantes y les tomaba el pelo. Teníamos una constelación de estrellas. ¡Ahora mira qué se tiene! Ya no hay actrices cómicas. No hay una Alicia Andrade, que sí era graciosa. Todas las que han sido vedettes ahora son actrices cómicas. No les veo la gracia.

Frente a este panorama, ¿No le tienta la idea de revivir lo que “Risas y salsa”?
No, yo ya me retiré de la televisión. Salgo ahora solo en un programa de una horita. De imitaciones, juego y nada más. Ya he trabajado bastante. A mi edad, que siga trabajando es un regalo de Dios, tengo mucho que agradecerle. Tengo que cuidarme, soy operado del corazón, tengo tres “by pass”. No puedo hacer mucho esfuerzo como antes.

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