UNA LEYENDA: CASSIUS CLAY
1. LA BICICLETA ROBADA.
PREFACIO:-Entre las muchas anécdotas que ilustran la vida del hombre nacido Cassius Clay destaca una que nunca falla, siendo tal vez la más célebre.
Tras volver de los juegos olímpicos de Roma 1960 con la medalla de oro en el bolsillo, el joven campeón la arrojó al río Ohio porque le habían negado la entrada en un bar por ser de raza negra.Lo cierto es que la historia es falsa.
La encontramos por primera vez en el libro titulado The Greatest, auspiciado por la organización de la Nación del Islam y en el que colaboró una joven Toni Morrison (la primera mujer negra que consiguió el premio Nobel de literatura).
Como ella misma reconoce, por orden directa de Elijah Muhammad(fundador de los Musulmanes Negros) la obra debía servir como vehículo-propaganda de sus objetivos.
Nada más salir el libro, Alí declaró: "no tengo ni idea de dónde puede haber ido a parar la medalla".
Ponemos esta cuestión de relieve para señalar algo evidente: que los hechos del más grande campeón de boxeo de todos los tiempos se han ido diluyendo bajo el resplandor del icono llamado "Muhammad Alí" que trasciende, con mucho, las fronteras de lo pugilístico.
No en vano la consideración de deportista más importante del siglo pasado en los medios durante los dos últimos años ronda la unanimidad absoluta. También es verdad que no extendió su imagen por el mundo cosida a unas zapatillas; en este caso, la realidad supera al mito.
ORÍGENES:-Muhammad Alí nació el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky, hijo de la pareja de clase media formada por Cassius Marcellus Clay Senior y Odessa Lee Grady Clay.
Hablamos de clase media negra, de modo que no es la que uno se imagina, aunque tampoco llegó a pasar hambre de niño. Y además, en el sur de los EEUU de los años 40 y 50 existía un trasunto del régimen del Apartheid en sudáfrica que, por descontado, marcaría de forma indeleble la existencia del campeón.
Sirva de ejemplo el hecho de que no mucho despues de regresar de los juegos (y aunque la historia de la medalla deriva de la fantasía de un extremista religioso), tuvo que soportar la humillación de ver como le negaban un zumo y el derecho de estancia en un restaurante de su propia ciudad, que le había organizado un homenaje "a la americana" un par de semanas antes.
LA BICICLETA ROBADA:
-La pobreza acostumbra a ser la chispa que enciende el ansia de casi todos los grandes del boxeo.
El caso de Alí iba a ser diferente, tanto que de ello resulta una paradoja. A los doce años, acudió con su flamante bicicleta nueva (una Schwinn roja y negra de sesenta dólares) y un amigo al Columbia Auditorium, un centro de Louisville donde se celebraban congresos.
Habían ido no porque les interesase tal o cual convención, sino por las palomitas de maíz y los helados gratis que esperaban zamparse.
Tras su bacanal gastronómica, fueron a buscar las bicicletas, encontrándose con que la del joven hijo de la señora Grady había desaparecido.
En los sótanos del edificio había un gimnasio regentado por Joe Martin, policía.
Cassius bajó furioso, llorando y exigiendo la organización inmediata de la búsqueda de su bicicleta por todo el estado, advirtiendo de paso que iba a brear a golpes al responsable del delito.
Joe Martin, que además llevaba un programa de boxeo en el canal de televisión local ("Tomorrow's champions"), le preguntó si sabía pelear, a lo que este respondió que no, pero que le iba a dar una somanta de todas formas...
El hombre le aconsejó ir al gimnasio para aprender a luchar... Y así empezó todo, en octubre de 1954.2.
LA FORJA DE UN CAMPEÓN.
LOS COMIENZOS.
-Seis semanas después de empezar a entrenarse, Cassius Clay debutó entre las (entonces) tres cuerdas, pesando cuarenta y cuatro kilos cuatrocientos gramos.
Su rival, un alevín llamado Ronnie O'Keefe, en un combate pactado a tres asaltos de un minuto.
Ambos se dieron una buena serie de golpes no muy ortodoxos hasta que les dolió la cabeza.
Alí lanzó alguno más, recibiendo la recompensa de un flamante primer combate nulo. Seguidamente, acogió la decisión gritándole a todos que muy pronto sería "el mejor de todos los tiempos".
En cuanto ganó algo de peso, fuerza y sentido del cuadrilátero, empezó a desarrollar ese estilo tan particular que más adelante sería pulido por sus sucesivos entrenadores, sobre todo por el definitivo, Ángelo Dundee.
Cassius dejaba las manos colgando, imprimía una trayectoria sinuosa a los golpes de izquierda y daba vueltas por el ring de puntillas.
Su mejor defensa era la rapidez, aquella insólita habilidad para calibrar el golpe del adversario y apartarse lo justo para que no le acertara, y devolverlo de inmediato.
Tenía unos ojos excepcionales. Daban la impresión de no cerrarse nunca, de no ofrecer jamás una pista al rival. Y en cuanto percibían una apertura, sus manos actuaban en consecuencia.
Clay no sólo era rápido, sino muy valiente y capaz de mantenerse frío en las situaciones difíciles; nunca se dejaba llevar por la furia lanzándose a réplicas desordenadas.
Si algo distingue realmente a Muhammad Alí como boxeador, es su inteligencia.
No eran sólo la rapidez, el coraje y aquellos reflejos sobrenaturales; sabía pelear.
Y la disciplina.
Desde sus inicios, vivía prácticamente en el gimnasio.
No fumaba, no bebía.
Un par de veces esnifó con sus amigos las emanaciones de un tanque de gasolina, pero ahí se terminan sus experiencias con alucinógenos.
Era un obseso de la nutrición, y llevaba siempre consigo una botella llena de una mezcla de agua y ajo que, según decía, mantenía la tensión baja y la salud perfecta. "Lo único que le interesaba era comer, entrenarse y hacer guantes", dijo Jimmy Ellis (su futuro sucesor en el trono de los pesados en 1967, cuando le retiraron la licencia por su negativa a ir al Vietnam), que tambien entrenó en el gimnasio de Joe Martin.
A los dieciocho años tenía un historial asombroso como amateur: 100 victorias y sólo ocho derrotas, dos campeonatos nacionales de los Guantes de Oro y dos títulos (también nacionales) de la Amateur Athletic Union.
EL PERSONAJE.-Ya en la adolescencia era su propio estratega, no admitía imposiciones de nadie; mucho antes de tomarle el pelo a toda la prensa americana y mundial con sus poemas y asaltos psicológicos contra toda la sucesión de sus rivales, comenzó a inventarse.
En la previa de los combates metía la cabeza en el vestuario de su contrincante y le advertía entre alaridos que se preparase para recibir una buena tunda.
Con doce años, llegó a amenazar a George King, un púgil local casado y con hijos (por supuesto, no combatieron).
Ante los periodistas fanfarroneaba igual, de forma que su popularidad creció vertiginosamente, aunque tenía un carácter negativo:la gente iba a verle fundamentalmente con la esperanza de que en tal o cual velada le partiesen la mandíbula.
Lo asombroso es que ya entonces era una estrategia premeditada: "me da igual lo que piensen de mí, con tal de que vayan a verme". Y las gradas se llenaban.
Dick Schaap, jefe de la sección de deportes de Newsweek, lo conoció personalmente antes de los juegos olímpicos de 1960: "no tenía más de dieciocho años pero era la persona más llena de fuerza y más viva con quien me había tropezado nunca. Era como estar con un gran actor, o uno de esos políticos que le dejan a uno electrizado. Una persona con aura, dotada de una especie de energía interior. Y se daba uno perfectamente cuenta de que todos íbamos a hablar muchísimo de él en los años venideros".
3. EL PASO AL PROFESIONALISMO.
LOS JUEGOS OLÍMPICOS.
-En pleno Central Park, Joe Martin tuvo que ejercer de psicólogo improvisado para resolver una cuestión que a punto estuvo de dejarlos en tierra, impidiendo la conquista de la medalla de oro de 1960.
Presa de un ataque de pánico, de miedo a volar, Alí tardó varias horas en convencerse de que no podían ir a Roma en barco; luego se fue a una tienda de excedentes del ejército ¡a comprarse un paracaídas! "De hecho, lo llevó puesto durante todo el viaje. Lo cierto es que fue un trayecto bastante agitado, y allí estaba él, rezando en el pasillo, con el paracaídas puesto".
Una vez en Italia, montó lo más parecido a una revolución en la Villa Olímpica... Al cabo de unos días le llamaban, en broma, "el alcalde de la Villa Olímpica".
Wilma Rudolph, ganadora de tres medallas de oro en las pruebas de velocidad, afirma: "todo el mundo quería verlo. Todo el mundo quería hablar con él. Y él, hablando sin parar. Yo siempre me quedaba atrás, a ver qué decía".
Por supuesto, ganó la medalla de oro de los pesos semipesados, venciendo en la final a un correoso polaco de nombre impronunciable, Zbigniew Pietrykowsky. En lo más alto, su carrera amateur había terminado.
EL PASO AL PROFESIONALISMO.
-De vuelta en los EEUU, un grupo de oligarcas blancos de Louisville se reunieron para crear una sociedad que patrocinara al joven campeón.
De este modo, bien respaldado, inició su carrera profesional.
El 20 de octubre de 1960 derrotaba a Turney Hunsaker en un combate a seis asaltos.
Ahora su entrenador era Fred Stoner, elegido básicamente por ser negro. Más tarde llegaría su preparador definitivo, el gran Ángelo Dundee, al que aceptó (pese a su irremediable tez caucásica) porque no quiso imponerle sus propias reglas ni restarle protagonismo, sino explotar sus cualidades.
El campeón vigente de los pesos pesados era por aquel entonces Floyd Patterson, uno de los boxeadores más prestigiosos del siglo, y tal vez el más educado; Kennedy llegó a decirle, antes de su pelea contra el terrorífico Sonny Liston, que debía vencerle porque representaba el lado bueno de la sociedad, mientras que Liston era un ex-presidiario, el último campeón del mundo controlado por la mafia de John Garbo, un mafioso que probablemente dió la orden para asesinar al famoso Bugsy Siegel, el "fundador" de Las Vegas.
Pero todo ello le interesaba poco a Alí, todavía Cassius Clay.
Gritaba a los cuatro vientos que su boxeo dejaba en pañales al de Patterson, o el de cualquiera.
La prensa y la opinión pública en general, acostumbrados a la solicitud y correción política de campeones negros como Joe Louis o Jackie Robinson en beisbol, quedaron estupefactos al escuchar las palabras de aquel (no lo olvidemos) debutante.
Sus entrevistas eran un prodigio de exhuberancia y descaro.
Antes de su combate contra Lamar Clark, un boxeador durísimo con 45 victorias seguidas por KO, expresó su pronóstico: "¡lo tumbaré en el segundo asalto! ¡Soy el más grande! y bla, bla, bla"...
De este modo, Alí iba ganando enteros como el boxeador más impopular del momento excepto, quizás, Sonny Liston.
Con una salvedad: Liston sencillamente daba miedo, al público y a sus rivales, mientras que en Alí veían a un chulo, un negro orgulloso como no se veía desde Jack Johnson (primer campeón de raza negra los pesados), y mucho más irritante.
Visto ahora, aquello era terriblemente divertido, y sólo hubiera dejado de serlo en caso de una derrota, pero Muhammad Alí estaba en el ring para evitarlo...
La pelea con Lamar Clark terminó cuando el árbitro detuvo el combate porque este había besado la lona dos veces, con la nariz rota... En el segundo asalto.
4. EL CAMPEONATO DEL MUNDO (I).
LOS MUSULMANES NEGROS.
-Durante 1960 y 1961 Muhammad fue acelerando su carrera tanto en lo pugilístico como en lo teatral.
Le ganó a un buen número de grandes y conocidos pesos pesados (Alex Miteff, Sonny Banks, Bill Daniels, Lavorante), demostrando por el camino que también sabía encajar, por ejemplo cuando Banks lo derribó en el primer asalto y se sobrepuso para vencer después.
Luego se convirtió en uno de los aspirantes más cualificados al título de campeón mundial tras vencer (exactamente como había vaticinado) en el cuarto asalto a un mito del boxeo como Archie Moore.
En aquella época inició su relación con La Nación del Islam, dirigida por Elijah Muhammad y entre cuyos líderes se encontraba Malcom X, quien introdujo a Alí en la organización convirtiéndose en su mentor y gran amigo hasta que cayó en desgracia ante los ojos del líder.
Estas luchas internas afectaron a Alí, protagonista circunstancial y ficha mayor propagandística del asunto, sobre todo tras ganar el título mundial, lo que en aquellos años lo convertía automáticamente en el deportista (con mucho) más famoso sobre la tierra.
Esta página trata fundamentalmente sobre la figura de Alí como boxeador, aunque resulta imposible obviar las otras vertientes del fenómeno, tan importantes o más que la deportiva.
Sin embargo, las trataremos de forma sucinta, porque han sido millones las líneas que se han escrito al respecto y, pese al cariño unánime que ahora despierta la figura de Clay, su historia abunda en equívocos y malas interpretaciones.
Él mismo reconoce que su desprecio de Malcom X tras su caída fue uno de los mayores errores de su vida, error que no pudo subsanar ya que lo asesinaron no mucho despues de que Alí consiguiera el cetro de los pesados.
Pero era joven y estuvo mal aconsejado, y Elijah Muhammad lo manipuló descaradamente, eligiendo incluso su celebérimo nombre musulmán.
Tras la muerte de Elijah Muhammad en 1975, la Nación del Islam se escindió en dos, una facción dirigida por Wallace Muhammad (moderada, negando la divinidad de Elijah y acercándose al Islam tradicional), a la que se adscribió Alí, y otra mucho más radical, una especie de KKK negro, dirigida por Louis X, hoy apellidado Farrakhan y que alcanzó su momento de gloria hace unos años con la "marcha de un millón de hombres negros" sobre Washinton.
Dejando de lado una serie de memeces acerca de una nave espacial que llegaría para cambiarlo todo, Alí cogió de este grupo lo que realmente le interesaba: "lo negro es lo mejor, lo negro es bello, los blancos no me hacen falta".
La independencia, y el orgullo de raza.
El 24 de enero de 1963 un boxeador con fama de marrullero, Charlie Powell, lo atosigó en el pesaje. Por primera vez, dió la impresión de que iba a pelear en estado de cólera... Así fue. Pasó de su habitual "más vale maña que fuerza" y destrozó a Powell de tal forma que este vomitó sangre durante una hora en el vestuario.
Poco después conocería a Bundini Brown, personaje que forma ya parte de la imagen del campeón, animándole desde su esquina del ring.
Bundini se convirtió en su gran amigo y bufón animador.
Ambos conectaron de forma especial y cuando Muhammad ganaba, Bundini lloraba de júbilo, como también lo haría, de tristeza, en las derrotas...
Un caso.Tras dos peleas dudosas en 1963 contra Doug Jones y Henry Cooper (que llegó a ponerlo de rodillas en el cuarto asalto mediante un gancho que pronto se hizo famoso), el mánager de Sonny Liston (campeón del mundo tras volatilizar a Floyd Patterson en dos peleas sucesivas que duraron en total ¡menos de cinco minutos!) anunció que su representado había aceptado la propuesta de Cassius Marcellus Clay para un combate en el que se pondría en juego el campeonato del mundo de los pesos completos.
5. EL CAMPEONATO DEL MUNDO (II).
EL QUINTO BEATLE.-Y comenzó una de las guerras psicológicas más famosas de la historia del deporte.
En ella, Alí llevó al extremo su particular habilidad para desquiciar al público y a los rivales, como cuando se paseara por Londres con bombín y pajarita diciendo que Buckingham palace era "un pisito la mar de apañado".
Había solicitado el combate persiguiendo a Liston armado con un tarro de miel, "para atraer al gran oso feo", y nada más concedérselo se trasladó a Denver para, a las tres de la mañana, organizar un alboroto de cuidado frente a la casa de su oponente ("¡Sal de ahí! ¡Te voy a machacar! ¡Ahora! ¡Sal a defender tu casa o echo la puerta abajo!")
...No sin haber llamado antes a todas las agencias de noticias de la ciudad.
Durante los meses anteriores a la velada se dedicó a hacerle creer a Liston y al mundo en general que estaba loco de remate: "¡una de mis alfombras va a ser su pellejo! ¡Lo voy a regalar al zoo cuando termine con él! y etc..."
Debemos tener muy en cuenta que en aquella época cualquier manifestación no rigurosamente sobria en la previa inmediata a un combate significaba que el boxeador estaba muerto de miedo.
Y así, mientras el gremio de periodistas al completo daba por sentado que iban a cubrir una de las peleas más breves de todos los tiempos, Cassius Clay se dedicó a entrenar , ajeno a las críticas, de forma implacable.
Dos semanas antes de su defunción, se hizo unas fotos con un joven grupo musical inglés que también iniciaba su carrera con revuelo... Y empezaron a llamarlo, despectivamente, el quinto beatle.
EL GRAN OSO FEO. -Sonny Liston era el prototipo de campeón del mundo, un bombardero que no sólo derrotaba a sus oponentes sino que además les hacía daño, los lisiaba, humillándoles con aquellos KOs fulminantes...
Aparte de una estrecha relación con la mafia, poseía el jab más devastador de la historia, una especie de golpe hacia arriba que era una especie de cañonazo (levantaba a la gente del suelo), y unos reflejos soberbios acompañados de un buen control de los pies y de su rapidez...
El boxeador más temido desde los tiempos de Joe Louis, que estaba en su esquina el día de la pelea.
Enfrente de aquella máquina no había más que un debutante de veintidos años, un chuleta engreído que le disputaba el fervor impopular de la gente, en su caso mediante una sarta de bravuconadas constante e insufrible...
Durante el pesaje, montó un escándalo tan enorme que nadie recordaba algo ni remotamente parecido.
Llegó a simular un ataque de histeria tal que hubo que revisar sus pulsaciones una hora después para que se permitiera la celebración del combate. "¡Alguien va a morir esta noche! ¡No eres ningún gigante y te voy a comer vivo!", gritaba mientras lo sujetaban, debatiéndose con los ojos fuera de las órbitas y saltando como un enajenado...
"¡Eres un imbécil, imbécil, imbécil... Soy un gran actor! ¡Soy un gran actor!"
No es de extrañar que ni un sólo pronóstico le fuera favorable ni que su médico personal, Ferdie Pacheco, hubiera preguntado a sus espaldas cual era el camino más breve para llegar a los hospitales de Miami...
Sirva como ejemplo la columna del New York Post de ese día: "mi predicción es que liston ganará a los 18 segundos del primer asalto, y en el cálculo incluyo los tres segundos que Bocazas ponga por su cuenta.
"El convencimiento de que estaba aterrorizado llegó a tal punto que las apuestas estaban 7 a 1 en su contra. Se dijo, incluso, que había escapado de Miami...
Pero el Bocazas tenía sus propias ideas... Lo había conseguido; todo el mundo pensaba que era un chiste malo, un demente, y Sonny Liston no se había entrenado lo suficiente.
¡AHORA OS TRAGÁIS VUESTRAS PALABRAS!
A mediados del segundo asalto, el hombre más duro de la tierra sangraba abundantemente por un bulto horrible debajo del ojo izquierdo, que el aspirante martilleaba convenientemente.
Por ende, el rey de los pesos pesados no había sido capaz de alcanzar a Alí en ningún momento.
Increíble... Bailando a su alrededor ("vuela como una mariposa, y pica como una abeja", dijo Bundini Brown), intocable, un boxeador con la velocidad y reflejos de un peso medio y la pegada que nadie le reconocía, aunque no andaba lejos de los 100 kilos y era bastante más alto que su rival.
Venció con una claridad meridiana, insultante, y el combate , en video, parece un esperpento, un juego de niños para Alí, que se las tenía con un boxeador que bien pudiera haberse desecho del mejor Tyson con sus mismas armas.
De nada sirvió que los preparadores de Liston untaran con sustancias picantes los guantes de su pupilo en una maniobra ilegal, desesperada y nunca reconocida, salvo en privado...
Pese a disputar el quinto asalto casi ciego, no hubo color.
Una vez limpios los ojos, tranquilizado por Ángelo Dundee, nada cambió hasta el inicio del séptimo, cuando Sonny Liston arrojó la toalla, alegando una lesión (verdadera, aunque soportable) de hombro.
En realidad, no pudo aguantar la humillación.¡Muhammad Alí era campeón del mundo! Como un pistón, se volvió hacia los periodistas, gritando desaforadamente: "¡quiero que todo el planeta sea testigo! ¡Soy el más grande! ¡Soy la conmoción del mundo! ¡Acabo de cumplir veintidós años y he liquidado a Sonny Liston! ¡Soy el rey... Soy el rey del mundo! ¡Ahora os tragáis vuestras palabras! ¡Ahora os tragáis vuestras palabras!".
El 25 de mayo de 1965, en Lewiston, Maine, tuvo lugar la revancha contra Sonny Liston, un combate que nos dejó de recuerdo la imagen fotográfica más perdurable de Alí y un KO que él mismo llamó "el golpe de ancla".
"NO VOY A PELEARME CON EL VIETCONG ESE".
-La siguiente pelea de Alí fue un paseo militar.
Fue condenado a cinco años de cárcel y 10.000 dólares de multa.
-Joe Frazier era un campeón de los pesos pesados a la antigua usanza, o a lo que se podía entender como lo más adecuado para el campeón del mundo, un poco la representación de un ideal...
-Don King es un personaje singular.
Muchos se preguntan cómo demonios un estropajo andante ha terminado por convertirse en el soberano de los promotores del boxeo internacional...
Y Muhammad Alí es una de las respuestas.
En 1974, el célebre ex-convicto de melena huracanada le ofreció al campeón del mundo George Foreman cinco millones de dólares si peleaba con Alí.
Después hizo otro tanto con este, que también estuvo de acuerdo...
Faltaría más: era una bolsa increíble. En total, diez millones de dólares de la época, que serían unos veinte mil millones de pesetas al cambio actual.
Gracias a aquella montaña de dinero, el combate del siglo iba a celebrarse.
Ahora bien; Don King no tenía diez millones de dólares. Ni diez, ni cuatro...
Lo que tenía era mucha jeta, y suerte; porque el país más grande del África subsahariana estaba festejando su independencia, y al dictador Mobutu Seke Seko le interesaba promocionarse, de modo que compró la velada por mucho, mucho más de diez millones. Y le salió rentable.
GEORGE FOREMAN -La imagen del viejo y adiposo gigante de Marshall, Texas, reconquistando el título de campeón de los pesos pesados en 1994 (a la edad de 45 años) supuso un aldabonazo tremendo en la opinión pública.
El hecho de que uno de los antiguos rivales de Alí, en plena ancianidad deportiva y al 50 por ciento de su capacidad original, se bastara todavía para llegar a la cima del boxeo, dejó sin habla a más de uno.
Hoy día, sobre todo en los EEUU, George Foreman es una atracción mediática tal que su fama actual ha terminado por oscurecer un pasado glorioso. Como Alí (salvando las distancias), aunque en este caso es la panza lo que no nos deja ver el bosque.
Porque hubo un tiempo en que el sacerdote metido a púgil renacido fue el más grande pegador de la historia, y que nos perdonen los fanáticos de Joe Louis; hablamos de la colosal masa de músculo (sin grasa alrededor) que apabullaba en los rings de los setenta.
Nadie ha empleado jamás unos puños tan demoledores, y ningún campeón ha sido tan indiscutible.
Ni siquiera el primer Tyson: los rivales de Foreman no se llamaban Frank Bruno.
En 1974 pegaba tanto y tan duro que se decía que sus golpes podían matar no ya a un hombre, sino al mismísimo Alí.No era una exageración... No del todo; para derrotar a Joe Frazier, el loco de Louisville había necesitado más de 25 asaltos completos.
Y 24 más para tumbar a Ken Norton, que de regalo le fracturó la mandíbula en el primero.
Pues bien: entre los dos no habían aguantado ni cuatro asaltos al invencible Robot de Texas.
Hacía más de dos años que sus veladas no llegaban al segundo round, y nunca había sido derrotado... 40 peleas, 40 victorias y de ellas, 38 por KO. Una barbaridad.
Ya no era que destrozara a los únicos hombres que habían tumbado a Alí con una facilidad insultante.
Los demás, esos mismos rivales de segunda fila que tanto le costaban ahora al antiguo campeón, la mayor profusión de buenos boxeadores que ha visto la categoría de los pesados en su historia, todos sin excepción le tenían un miedo cerval al invencible George Foreman...
De no mediar aquellos diez millones de dólares, el Rugido en la jungla tal vez no se hubiera escuchado.
RUMBLE IN THE JUNGLE-Nadie apostaba un céntimo por su victoria.
Ignorando los precedentes (Liston, Frazier), la posibilidad de asistir al declive repentino del campeón ni se consideraba.
Esta vez era Alí quien tenía 32 años, por veinticinco de Foreman.
Para más inri, en el aeropuerto de Kinsasha había un avión-hospital preparado para volar a Madrid inmediatamente, si ocurría la tragedia...
De nuevo, Muhammad Alí se encontraba en la coyuntura perfecta (por desfavorable) para engrandecer su leyenda.
No sabía Foreman la que le venía encima. En sus declaraciones, el más grande planteó el combate como una lucha entre el representante de la raza negra oprimida (él mismo) y un lacayo servil de la metrópoli.
Tal vez no anduviese muy desencaminado; en los juegos olímpicos de México 68, G.F. fue uno de los deportistas de color que enarboló una banderita de los USA en el podio, en vez de los guantes negros y el puño en alto de los velocistas... Aunque no se debe ser injustos con él.
Lo hizo con la cabeza gacha, avergonzado, por la sencilla razón de que no quería acabar en el arroyo, como le pasó a los atletas, que sufrieron el ostracismo y la injusticia de una sociedad que no estaba preparada para el valor y la osadía de figuras como John Carlos.
En Zaire, de nada sirvieron las palabras del campeón señalando que era mucho más negro que Alí.
Encerrado en un palacio de las afueras, custodiado por el ejército, inaccesible, le estaba dando la razón al de Louisville.
Además, cometió un error lamentable nada más llegar, bajando la escalerilla del avión con un pastor alemán de la mano...
El perro del ejército colonial belga, recién expulsado.
Muhammad Alí se hospedaba en un barrio popular. Y no rehuía el contacto sino que lo buscaba.
Cuando iba a correr, por los suburbios más pobres de la ciudad, un séquito espóntáneo de cientos de africanos acompañaba su marcha.
Y él como siempre, en su salsa, disfrutando de cada instante y diciéndoles exactamente lo que querían oír.
La película When we were Kings (Cuando fuimos Reyes), ganadora de un Oscar de Hollywood al mejor documental en 1997, adquiere una grandeza especial sobre todo por esos momentos: Correteando entre la basura, tratando a los humildes de la tierra como a sus iguales, despojado de su traje de superhéroe, ninguna otra figura de cualquier deporte ha alcanzado nunca el grado de exuberancia y magnetismo que desprendía Alí, sencillamente hablando...
El 30 de octubre de 1974, con el aspirante bailando alrededor de Foreman , la pelea discurría por los cauces que todo el mundo suponía.
Pero a mediados del primer asalto dió un giro totalmente inesperado. Alí se fue a las cuerdas, de manera que los golpes del campeón alcanzaban con demasiada facilidad su objetivo.
Era una locura, un suicidio, o al menos así lo entendió Ángelo Dundee, que no paraba de gritar ordenándole que boxeara como habían planificado.
Del primero al último de los comentaristas y la inmensa mayoría de los telespectadores se dispusieron a presenciar un combate breve por necesidad.
Una locura... Excepto para los sesenta mil enfervorizados seguidores del Bocazas que abarrotaban el Estadio Nacional de Kinsasha.
La masa entera y vociferante, sobre todo a partir del quinto asalto, galvanizada por la milagrosa resistencia de Alí, como si la rabia acumulada durante años y años de esclavitud brotara de repente, empezó a gritar estremeciendo el lugar hasta sus cimientos...
"¡Alí bomayé! ¡Alí bomayé!" ¡Alí, mátalo! Rebotando a cada puñetazo de Foreman, echándose hacia atrás, hacia delante, con una guardia alta permanente, moviendo los hombros y la cabeza, sobrevivió a una desproporción de golpes recibidos y lanzados que era de veinte a uno.
El combate fue aquiriendo tintes de epopeya, y a medida que avanzaban los minutos crecían las señales de agotamiento de Foreman.
Resoplaba como un búfalo, los golpes eran cada vez más débiles, su defensa se iba abriendo poco a poco... Y el KO no llegaba.
El mero hecho de iniciar el sexto asalto multiplicaba las posibilidades de Alí...
Entonces, su locura se tornaba razonable. Porque fue el único en darse cuenta de que la ofensiva del campeón tenía un sentido concreto.
La mayoría de los golpes iban dirigidos no al rostro, sino al hígado, bazo, caderas y riñones; el objetivo era inmovilizarle.
Y lo cierto era que, más pronto que tarde, lo iba a conseguir. Ya no era el demonio inaccesible de su juventud, no tenía físico para evitarlo durante seis, siete o más asaltos...
Aún así, terminaría más cansado que su rival, y adios muy buenas.
Por todo ello, improvisando, decidió su propia estrategia; encomendándose a su esquiva prodigiosa, no se movió desde el inicio.
Lanzar los golpes más duros del planeta durante tantos rounds cansa, y mucho.
En el séptimo, ya eran palmetazos... Y la concurrencia entró en el éxtasis del que hablamos antes... Jaleando los gritos del público, burlándose con muecas de temor francamente cómicas, guiñándole el ojo en cada descanso y ofreciéndole perlas como "¡golpeas como una niña! ¡Eres un negro mamarracho!", destruyó finta a finta la seguridad ilimitada de su rival.
Y sonó la campana para el octavo.
La profunda concentración en los ojos de Alí nos advierte que ya estaba buscando un resquicio, el momento final.
Cerca de una de las esquinas, evita la última andanada, devolviendo una serie fulgurante con ambos puños...
¡Y sólo las cuerdas detienen la caída de Foreman!
Cuando este gira, dos golpes a la mandíbula, otro en la frente...
Y entonces los brazos de Alí se dispararon en una izquierda que ladea totalmente el rostro del bombardero de Texas, para rematar la faena con una derecha recta inapelable que mandó al campeón a la lona...
Y aquella imagen, la mayor sorpresa de la historia del boxeo hasta que James Buster Douglas noqueó a Tyson, daría la vuelta al mundo...
EL OCASO
-Después de vencer a Foreman se enfrentó consecutivamente a Chuck Wepner, Ron Lyle y Joe Bugner antes de la pelea con Frazier en Manila.
-Es muy probable que ya entonces el deterioro neurológico hubiera comenzado. Desde luego no hablaba con la fluidez de antaño, y qué decir de sus reflejos, o la velocidad...
RETRATO DE UNA LEYENDA
-De todos los libros que se han escrito sobre el más grande (algunos excepcionales, como la biografía de Thomas Hauser o El Combate, de Norman Mailer), tal vez el mejor sea Rey del Mundo, del ganador del premio Pulitzer David Remnick.
"Llegué a cogerle cariño a Alí", dijo Floyd Patterson. "Al final entendí que yo no era más que un boxeador y que él, en cambio, era historia".
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