martes, 1 de septiembre de 2009

EL MAS GRANDE DE LOS GRANDES: ALI


Su inteligencia, su éxito, su gloria y su grandeza fue producto de su desafio por pasar a la historia como uno de los más grande del mundo vivo en el deporte de los puños: CASSIUS CLAY, ALI.
Desde su aparición impresionó al mundo por su bravuconaría ante cada rival, su estilo provocador e irreverente para retar y tumbar en la lona a cuánto adversario le saliera al frente.
Fue un boxeador nato, por su elegancia, su baile, en puntillas, sus durísimos golpes y también por la resistencia para asimilar los mortiferos golpes que más tarde le cobraron la factura al ser atenazado por el mal del alzeimer, cuyo dramático efecto convertirlo en un hombre que no puede articular ni administrar movimiento alguno de su cuerpo, siendo Alia consciente de lo que ocurre.
Es por eso que le ofrecemos una apretada semblanza del boxeador que reto al país más poderoso del mundo; a los mejores boxeadores del universo y a la persona convertida hoy en una leyenda viva:

UNA LEYENDA: CASSIUS CLAY

1. LA BICICLETA ROBADA.


PREFACIO:-Entre las muchas anécdotas que ilustran la vida del hombre nacido Cassius Clay destaca una que nunca falla, siendo tal vez la más célebre.

Tras volver de los juegos olímpicos de Roma 1960 con la medalla de oro en el bolsillo, el joven campeón la arrojó al río Ohio porque le habían negado la entrada en un bar por ser de raza negra.Lo cierto es que la historia es falsa.

La encontramos por primera vez en el libro titulado The Greatest, auspiciado por la organización de la Nación del Islam y en el que colaboró una joven Toni Morrison (la primera mujer negra que consiguió el premio Nobel de literatura).

Como ella misma reconoce, por orden directa de Elijah Muhammad(fundador de los Musulmanes Negros) la obra debía servir como vehículo-propaganda de sus objetivos.

Nada más salir el libro, Alí declaró: "no tengo ni idea de dónde puede haber ido a parar la medalla".

Ponemos esta cuestión de relieve para señalar algo evidente: que los hechos del más grande campeón de boxeo de todos los tiempos se han ido diluyendo bajo el resplandor del icono llamado "Muhammad Alí" que trasciende, con mucho, las fronteras de lo pugilístico.

No en vano la consideración de deportista más importante del siglo pasado en los medios durante los dos últimos años ronda la unanimidad absoluta. También es verdad que no extendió su imagen por el mundo cosida a unas zapatillas; en este caso, la realidad supera al mito.

ORÍGENES:-Muhammad Alí nació el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky, hijo de la pareja de clase media formada por Cassius Marcellus Clay Senior y Odessa Lee Grady Clay.

Hablamos de clase media negra, de modo que no es la que uno se imagina, aunque tampoco llegó a pasar hambre de niño. Y además, en el sur de los EEUU de los años 40 y 50 existía un trasunto del régimen del Apartheid en sudáfrica que, por descontado, marcaría de forma indeleble la existencia del campeón.

Sirva de ejemplo el hecho de que no mucho despues de regresar de los juegos (y aunque la historia de la medalla deriva de la fantasía de un extremista religioso), tuvo que soportar la humillación de ver como le negaban un zumo y el derecho de estancia en un restaurante de su propia ciudad, que le había organizado un homenaje "a la americana" un par de semanas antes.

LA BICICLETA ROBADA:


-La pobreza acostumbra a ser la chispa que enciende el ansia de casi todos los grandes del boxeo.

El caso de Alí iba a ser diferente, tanto que de ello resulta una paradoja. A los doce años, acudió con su flamante bicicleta nueva (una Schwinn roja y negra de sesenta dólares) y un amigo al Columbia Auditorium, un centro de Louisville donde se celebraban congresos.

Habían ido no porque les interesase tal o cual convención, sino por las palomitas de maíz y los helados gratis que esperaban zamparse.

Tras su bacanal gastronómica, fueron a buscar las bicicletas, encontrándose con que la del joven hijo de la señora Grady había desaparecido.

En los sótanos del edificio había un gimnasio regentado por Joe Martin, policía.

Cassius bajó furioso, llorando y exigiendo la organización inmediata de la búsqueda de su bicicleta por todo el estado, advirtiendo de paso que iba a brear a golpes al responsable del delito.

Joe Martin, que además llevaba un programa de boxeo en el canal de televisión local ("Tomorrow's champions"), le preguntó si sabía pelear, a lo que este respondió que no, pero que le iba a dar una somanta de todas formas...

El hombre le aconsejó ir al gimnasio para aprender a luchar... Y así empezó todo, en octubre de 1954.2.

LA FORJA DE UN CAMPEÓN.


LOS COMIENZOS.


-Seis semanas después de empezar a entrenarse, Cassius Clay debutó entre las (entonces) tres cuerdas, pesando cuarenta y cuatro kilos cuatrocientos gramos.

Su rival, un alevín llamado Ronnie O'Keefe, en un combate pactado a tres asaltos de un minuto.

Ambos se dieron una buena serie de golpes no muy ortodoxos hasta que les dolió la cabeza.

Alí lanzó alguno más, recibiendo la recompensa de un flamante primer combate nulo. Seguidamente, acogió la decisión gritándole a todos que muy pronto sería "el mejor de todos los tiempos".

En cuanto ganó algo de peso, fuerza y sentido del cuadrilátero, empezó a desarrollar ese estilo tan particular que más adelante sería pulido por sus sucesivos entrenadores, sobre todo por el definitivo, Ángelo Dundee.


Cassius dejaba las manos colgando, imprimía una trayectoria sinuosa a los golpes de izquierda y daba vueltas por el ring de puntillas.

Su mejor defensa era la rapidez, aquella insólita habilidad para calibrar el golpe del adversario y apartarse lo justo para que no le acertara, y devolverlo de inmediato.

Tenía unos ojos excepcionales. Daban la impresión de no cerrarse nunca, de no ofrecer jamás una pista al rival. Y en cuanto percibían una apertura, sus manos actuaban en consecuencia.

Clay no sólo era rápido, sino muy valiente y capaz de mantenerse frío en las situaciones difíciles; nunca se dejaba llevar por la furia lanzándose a réplicas desordenadas.

Si algo distingue realmente a Muhammad Alí como boxeador, es su inteligencia.

No eran sólo la rapidez, el coraje y aquellos reflejos sobrenaturales; sabía pelear.

Y la disciplina.

Desde sus inicios, vivía prácticamente en el gimnasio.

No fumaba, no bebía.

Un par de veces esnifó con sus amigos las emanaciones de un tanque de gasolina, pero ahí se terminan sus experiencias con alucinógenos.

Era un obseso de la nutrición, y llevaba siempre consigo una botella llena de una mezcla de agua y ajo que, según decía, mantenía la tensión baja y la salud perfecta. "Lo único que le interesaba era comer, entrenarse y hacer guantes", dijo Jimmy Ellis (su futuro sucesor en el trono de los pesados en 1967, cuando le retiraron la licencia por su negativa a ir al Vietnam), que tambien entrenó en el gimnasio de Joe Martin.

A los dieciocho años tenía un historial asombroso como amateur: 100 victorias y sólo ocho derrotas, dos campeonatos nacionales de los Guantes de Oro y dos títulos (también nacionales) de la Amateur Athletic Union.


EL PERSONAJE.-Ya en la adolescencia era su propio estratega, no admitía imposiciones de nadie; mucho antes de tomarle el pelo a toda la prensa americana y mundial con sus poemas y asaltos psicológicos contra toda la sucesión de sus rivales, comenzó a inventarse.

En la previa de los combates metía la cabeza en el vestuario de su contrincante y le advertía entre alaridos que se preparase para recibir una buena tunda.

Con doce años, llegó a amenazar a George King, un púgil local casado y con hijos (por supuesto, no combatieron).

Ante los periodistas fanfarroneaba igual, de forma que su popularidad creció vertiginosamente, aunque tenía un carácter negativo:la gente iba a verle fundamentalmente con la esperanza de que en tal o cual velada le partiesen la mandíbula.

Lo asombroso es que ya entonces era una estrategia premeditada: "me da igual lo que piensen de mí, con tal de que vayan a verme". Y las gradas se llenaban.

Dick Schaap, jefe de la sección de deportes de Newsweek, lo conoció personalmente antes de los juegos olímpicos de 1960: "no tenía más de dieciocho años pero era la persona más llena de fuerza y más viva con quien me había tropezado nunca. Era como estar con un gran actor, o uno de esos políticos que le dejan a uno electrizado. Una persona con aura, dotada de una especie de energía interior. Y se daba uno perfectamente cuenta de que todos íbamos a hablar muchísimo de él en los años venideros".

3. EL PASO AL PROFESIONALISMO.

LOS JUEGOS OLÍMPICOS.


-En pleno Central Park, Joe Martin tuvo que ejercer de psicólogo improvisado para resolver una cuestión que a punto estuvo de dejarlos en tierra, impidiendo la conquista de la medalla de oro de 1960.

Presa de un ataque de pánico, de miedo a volar, Alí tardó varias horas en convencerse de que no podían ir a Roma en barco; luego se fue a una tienda de excedentes del ejército ¡a comprarse un paracaídas! "De hecho, lo llevó puesto durante todo el viaje. Lo cierto es que fue un trayecto bastante agitado, y allí estaba él, rezando en el pasillo, con el paracaídas puesto".

Una vez en Italia, montó lo más parecido a una revolución en la Villa Olímpica... Al cabo de unos días le llamaban, en broma, "el alcalde de la Villa Olímpica".

Wilma Rudolph, ganadora de tres medallas de oro en las pruebas de velocidad, afirma: "todo el mundo quería verlo. Todo el mundo quería hablar con él. Y él, hablando sin parar. Yo siempre me quedaba atrás, a ver qué decía".

Por supuesto, ganó la medalla de oro de los pesos semipesados, venciendo en la final a un correoso polaco de nombre impronunciable, Zbigniew Pietrykowsky. En lo más alto, su carrera amateur había terminado.


EL PASO AL PROFESIONALISMO.

-De vuelta en los EEUU, un grupo de oligarcas blancos de Louisville se reunieron para crear una sociedad que patrocinara al joven campeón.

De este modo, bien respaldado, inició su carrera profesional.

El 20 de octubre de 1960 derrotaba a Turney Hunsaker en un combate a seis asaltos.

Ahora su entrenador era Fred Stoner, elegido básicamente por ser negro. Más tarde llegaría su preparador definitivo, el gran Ángelo Dundee, al que aceptó (pese a su irremediable tez caucásica) porque no quiso imponerle sus propias reglas ni restarle protagonismo, sino explotar sus cualidades.

El campeón vigente de los pesos pesados era por aquel entonces Floyd Patterson, uno de los boxeadores más prestigiosos del siglo, y tal vez el más educado; Kennedy llegó a decirle, antes de su pelea contra el terrorífico Sonny Liston, que debía vencerle porque representaba el lado bueno de la sociedad, mientras que Liston era un ex-presidiario, el último campeón del mundo controlado por la mafia de John Garbo, un mafioso que probablemente dió la orden para asesinar al famoso Bugsy Siegel, el "fundador" de Las Vegas.

Pero todo ello le interesaba poco a Alí, todavía Cassius Clay.

Gritaba a los cuatro vientos que su boxeo dejaba en pañales al de Patterson, o el de cualquiera.

La prensa y la opinión pública en general, acostumbrados a la solicitud y correción política de campeones negros como Joe Louis o Jackie Robinson en beisbol, quedaron estupefactos al escuchar las palabras de aquel (no lo olvidemos) debutante.

Sus entrevistas eran un prodigio de exhuberancia y descaro.

Antes de su combate contra Lamar Clark, un boxeador durísimo con 45 victorias seguidas por KO, expresó su pronóstico: "¡lo tumbaré en el segundo asalto! ¡Soy el más grande! y bla, bla, bla"...

De este modo, Alí iba ganando enteros como el boxeador más impopular del momento excepto, quizás, Sonny Liston.

Con una salvedad: Liston sencillamente daba miedo, al público y a sus rivales, mientras que en Alí veían a un chulo, un negro orgulloso como no se veía desde Jack Johnson (primer campeón de raza negra los pesados), y mucho más irritante.

Visto ahora, aquello era terriblemente divertido, y sólo hubiera dejado de serlo en caso de una derrota, pero Muhammad Alí estaba en el ring para evitarlo...

La pelea con Lamar Clark terminó cuando el árbitro detuvo el combate porque este había besado la lona dos veces, con la nariz rota... En el segundo asalto.

4. EL CAMPEONATO DEL MUNDO (I).

LOS MUSULMANES NEGROS.


-Durante 1960 y 1961 Muhammad fue acelerando su carrera tanto en lo pugilístico como en lo teatral.

Le ganó a un buen número de grandes y conocidos pesos pesados (Alex Miteff, Sonny Banks, Bill Daniels, Lavorante), demostrando por el camino que también sabía encajar, por ejemplo cuando Banks lo derribó en el primer asalto y se sobrepuso para vencer después.

Luego se convirtió en uno de los aspirantes más cualificados al título de campeón mundial tras vencer (exactamente como había vaticinado) en el cuarto asalto a un mito del boxeo como Archie Moore.

En aquella época inició su relación con La Nación del Islam, dirigida por Elijah Muhammad y entre cuyos líderes se encontraba Malcom X, quien introdujo a Alí en la organización convirtiéndose en su mentor y gran amigo hasta que cayó en desgracia ante los ojos del líder.

Estas luchas internas afectaron a Alí, protagonista circunstancial y ficha mayor propagandística del asunto, sobre todo tras ganar el título mundial, lo que en aquellos años lo convertía automáticamente en el deportista (con mucho) más famoso sobre la tierra.

Esta página trata fundamentalmente sobre la figura de Alí como boxeador, aunque resulta imposible obviar las otras vertientes del fenómeno, tan importantes o más que la deportiva.

Sin embargo, las trataremos de forma sucinta, porque han sido millones las líneas que se han escrito al respecto y, pese al cariño unánime que ahora despierta la figura de Clay, su historia abunda en equívocos y malas interpretaciones.

Él mismo reconoce que su desprecio de Malcom X tras su caída fue uno de los mayores errores de su vida, error que no pudo subsanar ya que lo asesinaron no mucho despues de que Alí consiguiera el cetro de los pesados.

Pero era joven y estuvo mal aconsejado, y Elijah Muhammad lo manipuló descaradamente, eligiendo incluso su celebérimo nombre musulmán.

Tras la muerte de Elijah Muhammad en 1975, la Nación del Islam se escindió en dos, una facción dirigida por Wallace Muhammad (moderada, negando la divinidad de Elijah y acercándose al Islam tradicional), a la que se adscribió Alí, y otra mucho más radical, una especie de KKK negro, dirigida por Louis X, hoy apellidado Farrakhan y que alcanzó su momento de gloria hace unos años con la "marcha de un millón de hombres negros" sobre Washinton.

Dejando de lado una serie de memeces acerca de una nave espacial que llegaría para cambiarlo todo, Alí cogió de este grupo lo que realmente le interesaba: "lo negro es lo mejor, lo negro es bello, los blancos no me hacen falta".

La independencia, y el orgullo de raza.

El 24 de enero de 1963 un boxeador con fama de marrullero, Charlie Powell, lo atosigó en el pesaje. Por primera vez, dió la impresión de que iba a pelear en estado de cólera... Así fue. Pasó de su habitual "más vale maña que fuerza" y destrozó a Powell de tal forma que este vomitó sangre durante una hora en el vestuario.


Poco después conocería a Bundini Brown, personaje que forma ya parte de la imagen del campeón, animándole desde su esquina del ring.

Bundini se convirtió en su gran amigo y bufón animador.

Ambos conectaron de forma especial y cuando Muhammad ganaba, Bundini lloraba de júbilo, como también lo haría, de tristeza, en las derrotas...

Un caso.Tras dos peleas dudosas en 1963 contra Doug Jones y Henry Cooper (que llegó a ponerlo de rodillas en el cuarto asalto mediante un gancho que pronto se hizo famoso), el mánager de Sonny Liston (campeón del mundo tras volatilizar a Floyd Patterson en dos peleas sucesivas que duraron en total ¡menos de cinco minutos!) anunció que su representado había aceptado la propuesta de Cassius Marcellus Clay para un combate en el que se pondría en juego el campeonato del mundo de los pesos completos.


5. EL CAMPEONATO DEL MUNDO (II).


EL QUINTO BEATLE.-Y comenzó una de las guerras psicológicas más famosas de la historia del deporte.

En ella, Alí llevó al extremo su particular habilidad para desquiciar al público y a los rivales, como cuando se paseara por Londres con bombín y pajarita diciendo que Buckingham palace era "un pisito la mar de apañado".

Había solicitado el combate persiguiendo a Liston armado con un tarro de miel, "para atraer al gran oso feo", y nada más concedérselo se trasladó a Denver para, a las tres de la mañana, organizar un alboroto de cuidado frente a la casa de su oponente ("¡Sal de ahí! ¡Te voy a machacar! ¡Ahora! ¡Sal a defender tu casa o echo la puerta abajo!")

...No sin haber llamado antes a todas las agencias de noticias de la ciudad.

Durante los meses anteriores a la velada se dedicó a hacerle creer a Liston y al mundo en general que estaba loco de remate: "¡una de mis alfombras va a ser su pellejo! ¡Lo voy a regalar al zoo cuando termine con él! y etc..."

Debemos tener muy en cuenta que en aquella época cualquier manifestación no rigurosamente sobria en la previa inmediata a un combate significaba que el boxeador estaba muerto de miedo.

Y así, mientras el gremio de periodistas al completo daba por sentado que iban a cubrir una de las peleas más breves de todos los tiempos, Cassius Clay se dedicó a entrenar , ajeno a las críticas, de forma implacable.

Dos semanas antes de su defunción, se hizo unas fotos con un joven grupo musical inglés que también iniciaba su carrera con revuelo... Y empezaron a llamarlo, despectivamente, el quinto beatle.


EL GRAN OSO FEO. -Sonny Liston era el prototipo de campeón del mundo, un bombardero que no sólo derrotaba a sus oponentes sino que además les hacía daño, los lisiaba, humillándoles con aquellos KOs fulminantes...

Aparte de una estrecha relación con la mafia, poseía el jab más devastador de la historia, una especie de golpe hacia arriba que era una especie de cañonazo (levantaba a la gente del suelo), y unos reflejos soberbios acompañados de un buen control de los pies y de su rapidez...

El boxeador más temido desde los tiempos de Joe Louis, que estaba en su esquina el día de la pelea.

Enfrente de aquella máquina no había más que un debutante de veintidos años, un chuleta engreído que le disputaba el fervor impopular de la gente, en su caso mediante una sarta de bravuconadas constante e insufrible...

Durante el pesaje, montó un escándalo tan enorme que nadie recordaba algo ni remotamente parecido.

Llegó a simular un ataque de histeria tal que hubo que revisar sus pulsaciones una hora después para que se permitiera la celebración del combate. "¡Alguien va a morir esta noche! ¡No eres ningún gigante y te voy a comer vivo!", gritaba mientras lo sujetaban, debatiéndose con los ojos fuera de las órbitas y saltando como un enajenado...

"¡Eres un imbécil, imbécil, imbécil... Soy un gran actor! ¡Soy un gran actor!"

No es de extrañar que ni un sólo pronóstico le fuera favorable ni que su médico personal, Ferdie Pacheco, hubiera preguntado a sus espaldas cual era el camino más breve para llegar a los hospitales de Miami...

Sirva como ejemplo la columna del New York Post de ese día: "mi predicción es que liston ganará a los 18 segundos del primer asalto, y en el cálculo incluyo los tres segundos que Bocazas ponga por su cuenta.

"El convencimiento de que estaba aterrorizado llegó a tal punto que las apuestas estaban 7 a 1 en su contra. Se dijo, incluso, que había escapado de Miami...

Pero el Bocazas tenía sus propias ideas... Lo había conseguido; todo el mundo pensaba que era un chiste malo, un demente, y Sonny Liston no se había entrenado lo suficiente.


¡AHORA OS TRAGÁIS VUESTRAS PALABRAS!


-Era el 25 de febrero de 1964.

A mediados del segundo asalto, el hombre más duro de la tierra sangraba abundantemente por un bulto horrible debajo del ojo izquierdo, que el aspirante martilleaba convenientemente.

Por ende, el rey de los pesos pesados no había sido capaz de alcanzar a Alí en ningún momento.

Increíble... Bailando a su alrededor ("vuela como una mariposa, y pica como una abeja", dijo Bundini Brown), intocable, un boxeador con la velocidad y reflejos de un peso medio y la pegada que nadie le reconocía, aunque no andaba lejos de los 100 kilos y era bastante más alto que su rival.

Venció con una claridad meridiana, insultante, y el combate , en video, parece un esperpento, un juego de niños para Alí, que se las tenía con un boxeador que bien pudiera haberse desecho del mejor Tyson con sus mismas armas.

De nada sirvió que los preparadores de Liston untaran con sustancias picantes los guantes de su pupilo en una maniobra ilegal, desesperada y nunca reconocida, salvo en privado...

Pese a disputar el quinto asalto casi ciego, no hubo color.

Una vez limpios los ojos, tranquilizado por Ángelo Dundee, nada cambió hasta el inicio del séptimo, cuando Sonny Liston arrojó la toalla, alegando una lesión (verdadera, aunque soportable) de hombro.

En realidad, no pudo aguantar la humillación.¡Muhammad Alí era campeón del mundo! Como un pistón, se volvió hacia los periodistas, gritando desaforadamente: "¡quiero que todo el planeta sea testigo! ¡Soy el más grande! ¡Soy la conmoción del mundo! ¡Acabo de cumplir veintidós años y he liquidado a Sonny Liston! ¡Soy el rey... Soy el rey del mundo! ¡Ahora os tragáis vuestras palabras! ¡Ahora os tragáis vuestras palabras!".

6. VIETNAM.

EL GOLPE DE ANCLA.-Inmediatamente después del combate de Florida, Alí reconoció sin tapujos su pertenencia a la Nación del Islam.
A partir del 6 de marzo de 1964 renunció a su nombre de esclavo (Cassius Clay se llamaba el amo del tatarabuelo del campeón).
Estas decisiones provocaron una oleada de críticas, incluso entre la comunidad negra, que veía con desconfianza la postura radical de los musulmanes negros.
Luego emprendió una gira multitudinaria por Nigeria, Ghana, Egipto...
Cuyo enorme éxito reparó todos los agravios sufridos en los EEUU.
"Le entusiasmaba que lo reconocieran en países donde nadie había oído hablar de Joe Louis, y mucho menos de Rocky Marciano. Fue su primer contacto con lo que significaba ser Muhammad Alí, símbolo internacional, un púgil más importante que el propio campeonato del mundo... El hombre más famoso de la tierra."

El 25 de mayo de 1965, en Lewiston, Maine, tuvo lugar la revancha contra Sonny Liston, un combate que nos dejó de recuerdo la imagen fotográfica más perdurable de Alí y un KO que él mismo llamó "el golpe de ancla".
Transcurría el minuto justo de la pelea cuando Sonny Liston arremetió con la izquierda contra el campeón, que se apoyaba en las cuerdas.
Reculando, este lo evita por muy poco, al tiempo que gira hacia delante lanzando una mano descendente que dió de lleno en la sien de Liston.
Fue tan inesperado, y tan rápido, que en tiempo real apenas se distingue un latigazo borroso...
Esa noche muchos gritaron ¡tongo! y es comprensible, habida cuenta de que no disponían, como nosotros, de una grabación nítida y un video que ralentice la imagen lo suficiente para ver cuan brutalmente se ladea el cuello del aspirante, e incluso como su pie izquierdo se despega de la lona...
Chicky Ferraro, entrenador, dijo entonces:"El golpe dejó liquidado a Sonny. Caído de espaldas, con los brazos hacia atrás, pestañeó tres veces, como tratando de despejarse la cabeza, y yo miré hacia su esquina, a Willie Reddish. Me di cuenta por la cara que se le puso que su boxeador estaba en serios apuros..."
Retorciéndose en el suelo del ring de Lewiston, el temible Sonny Liston dió por terminados sus días de gran púgil

"NO VOY A PELEARME CON EL VIETCONG ESE".

-La siguiente pelea de Alí fue un paseo militar.
Floyd Patterson, erigido en estandarte de la América bienpensante, desafió al campeón tachándole de extremista y considerando públicamente que era indigno del título, aunque lo que más irritó al loco de Louisville fue que continuara llamándole Clay, despreciando su nombre musulmán.
En el primer asalto se limitó a esquivarlo sin golpearle ni una sola vez.
En el segundo comenzó a lanzarle suaves jabs. En el tercero añadió los ganchos...
Y así, aumentando deliberadamente el castigo pero sin intentar noquearle, humillándolo, Muhammad Alí prolongó la pelea hasta el doceavo, cuando el árbitro detuvo la carnicería.
Tres meses después empezó su combate contra el gobierno.
Sorpresivamente, lo declararon I-A, apto para el servicio, de modo que en cualquier momento podían llamarlo a filas.
Era el campeón del mundo, le esperaba un destino cómodo lejos del frente, una maniobra propagandística similar a la de Elvis Presley, años atrás.
Sin embargo, cuando le preguntaron acerca del Vietnam, del presidente y etc, en lugar de la declaración patriotera de rigor, a sabiendas de lo que se jugaba, respondió: "no voy a pelearme con el Vietcong ese".
Robert Lypsyte, del New York Times, presente entonces, declara: "ese fue EL momento de Ali; Durante el resto de su vida, la gente iba a amarlo o a odiarlo por aquella frase, que pudo parecer una declaración formal pero que de hecho fue algo que se sacó de la manga, improvisando".
Comenzó a recibir amenazas de muerte y el abucheo generalizado, pero reaccionó afirmando su posición, estudiando el tema, dando charlas en las universidades...
Es muy importante recordar que la opinión pública todavía no estaba mayoritariamente en contra de la guerra, ni mucho menos.
La polémica continuó subiendo de tono a medida que Alí seguía combatiendo, en el ring, mientras no llegaba la llamada del gobierno.
George Chuvalo, Henry Cooper otra vez, Brian London, Mildenberger, Cleveland Williams...
La derrota que le infligió a Ernie Terrell el 6 de febrero de 1967 fue especialmente brutal.
Para desafiarlo, este se había negado a llamarle por su nombre.
Como a Patterson, lo martirizó sin sufrir daño alguno, sólo que esta vez la tortura se prolongó durante 15 asaltos...
A cada golpe que le aplicaba a Terrell, canturreaba: "¿cómo me llamo? ¿Cómo me llamo?"
El 25 de abril de 1967, atendiendo a la convocatoria de incorporación a filas, en Houston, Alí llevó a efecto sus ideas, haciendo la declaración más importante de su vida, esta vez oficialmente: "me niego a incorporarme a las filas del ejército de los EEUU porque considero que debo estar exento de ello por mi condición de ministro de la religión del Islam".
Se avecinaban tiempos difíciles.

Fue condenado a cinco años de cárcel y 10.000 dólares de multa.
El máximo.
Y lo que es peor, fue suspendido de la práctica del boxeo.
Ya no era campeón del mundo... Jimmy Ellis venció en los despachos.
Todos sus sueños, todo por lo que había estado luchando desde los doce años, desaparecía de un plumazo.
En el apogeo de su vida deportiva, tuvo que exiliarse para no acabar entre rejas.
"Calculo que la sanción vino a costarle diez millones de dólares en bolsas, patrocinios y todo eso", dijo Gordon Davidson.
Muchos lo tomaron por un niño rico que se niega caprichosamente a cumplir el servicio militar, pero el hecho es que se arruinó.
Cobraban sentido, entonces, las palabras que le había escrito en una carta el filósofo Bertrand Russell: "En los meses venideros, los gobernantes de Washington van a tratar de perjudicarle a usted con todos los medios a su alcance pero usted sabe, estoy seguro, que ha hablado en nombre de su pueblo y en el de todos los oprimidos del mundo que desafían al poder norteamericano. Tratarán de hundirlo porque usted es el símbolo de una fuerza que no pueden aniquilar... Puede contar con todo mi apoyo. No deje de llamarme si viene por Inglaterra".
7. JOE FRAZIER.
LOS TIEMPOS CAMBIAN.-El 28 de junio de 1970, la interminable cadena de alegaciones del antiguo campeón del mundo de los pesos pesados se resolvió cuando el tribunal supremo de los EEUU , en decisión unánime, lo absolvió de todos los cargos.
Un defecto de forma, las escuchas ilegales que había realizado el FBI en los teléfonos del incausado, permitieron a las orgullosas señorías limpiarse las manos sin reconocer el atropello.
Habían pasado tres años y medio.
No sólo el título de campeón del mundo había llegado a las manos de un boxeador increíble, Joe Frazier.
Tras el apogeo de las luchas civiles, mayo del 68 en Europa y la abrumadora oposición a la guerra del Vietnam, la gente veía el mundo, y a Alí, de otra forma.
Cuando regresó del exilio ya se había desvanecido casi toda la cólera hacia él dirigida.
Ya no se dudaba de su sinceridad, aun sin estar de acuerdo con la naturaleza de sus ideas.
Por ende, su actitud (pese al destierro, la inactividad forzosa y la decadencia económica) tampoco había variado un ápice, ni su lengua.
Demonios, hacía reír a todo el mundo...
Los tiempos habían cambiado, y los hombres también.
Otra cosa bien distinta era tomar en serio sus pretensiones de volver a ceñirse la corona de los pesados.
Ningún boxeador había regresado después de tanto tiempo para vencer, ni siquiera Joe Louis, que perdió lastimosamente frente a Rocky Marciano.
El comeback se antojaba una misión algo menos que imposible. Y, en cierto modo, lo fue; porque nadie boxearía jamás como el campeón del mundo de los pesos completos en los años 64, 65, 66 y 67... Nunca antes, y nunca después.
Por todo ello, cuando Alí derrotó en tres asaltos a la gran esperanza blanca, Jerry Quarry, que era un candidato evidente al título mundial, una oleada de excitación recorrió los Estados Unidos y el mundo en general.
No, no era lo mismo, pero allí había un púgil verdaderamente bueno, un gran boxeador.
Pero, ¿Continuaría siendo el más grande?
Las dudas se fueron despejando el 7 de diciembre de 1970, cuando tumbó a Oscar Bonavena en el quinceavo asalto.
Volvía a ser el aspirante número uno, pero aquella asombrosa rapidez que lo hacía intocable, ya no lograba alcanzarla más que a ráfagas.
¿Qué podía hacer contra Joe Frazier?
Los dos llegaban a la pelea invictos, así que era de justicia darle un voto de confianza.
Lo cierto es que aquel primer combate se disputó demasiado pronto.
Necesitaría un año más de plazo para alcanzar la forma que le situaría en su justo lugar.
Pero el 8 de marzo de 1971, en Nueva York, aquella versión nueva de Alí se dispuso a recuperar el cetro que el gobierno le había robado.
Y enfrente no sólo estaba el campeón del mundo, sino El Rival... Joe Frazier, su enemigo más odiado y querido, la némesis del más grande.
COMBATES MEMORABLES.


-Joe Frazier era un campeón de los pesos pesados a la antigua usanza, o a lo que se podía entender como lo más adecuado para el campeón del mundo, un poco la representación de un ideal...
Un pegador, aunque su juego de piernas tampoco merecía ser ignorado, ni su velocidad e inteligencia en el ring: controlaba los tiempos, no disponía sólo de una velocidad, como George Foreman.
Pero lo que diferenciaba a Smoking Joe de los demás era el coraje.
Sus orígenes eran de una pobreza que asustaba, y la miseria había dejado en él algo, un poso de orgullo, que hizo que sus combates no fueran sólo por el dinero y los títulos...
Lo que se jugaba era la dignidad, la gloria personal.
Y eso Alí lo comprendió perfectamente; odiándose sin remedio, el imperturbable ex carnicero de Filadelfia ha sido también la verdadera sombra del más grande.
Y la Sombra venció a los puntos tras 15 asaltos completos.
Esa noche, ambos terminaron en el hospital.
Paradójicamente, también fue la ocasión en que Alí se ganó el respeto incluso de los tradicionalistas más acérrimos del boxeo.
Después de un combate tan igualado como brutal, en el último minuto del último asalto, Frazier alcanzó a Alí con un gancho que lo mandó a la lona.
Lo que todos esperaban era que no intentara levantarse, porque no tendría ya ningún sentido práctico; noqueado, absolutamente grogy, comprendió al instante que era imposible evitar la derrota.
Y en ella, su figura alcanzó dimensiones inesperadas...
Aunque no sabe muy bien ni donde está, consigue levantarse a los tres segundos, tambaleándose...
Impresiona la decisión en sus ojos, negándose a aceptar lo inamovible, asombroso de puro coraje.
Y resistió el castigo hasta el final.
El escritor Norman Mailer es, sin duda, quien mejor ha expresado lo que pasó por la mente de los aficionados que seguían el acontecimiento deportivo del año 1971, bien desde sus casas, bien desde los asientos del Madison Square Garden:
"fue entonces como si el espíritu de Harlem y los fantasmas de los muertos del Vietnam acudieran en su ayuda, manteniéndolo en pie frente al desorbitado Frazier. Demostraba, así, lo que algunos intuíamos en secreto: que es un Hombre capaz de soportar la tortura moral y física, y seguir en pie".
La segunda pelea tuvo lugar a finales de enero de 1974, el año de Alí, cuando éste ganó a los puntos con cierta claridad.
No tuvo la repercusión de las otras dos ya que no estaba el título en juego; la gloria del vencedor no era más que la posibilidad de enfrentarse al campeón vigente.
Pero el 1 de octubre de 1975 ambos disputaron el más grande combate que verán los anales del deporte, la exibición más fabulosa que dos hombres hayan realizado jamás sobre un cuadrilátero: la Thrilla en Manila.
Los primeros cuatro asaltos fueron de Alí, un monumento a su inteligencia y talento.
Porque si el gancho de izquierda era el golpe definitivo de Frazier, esa era la medicina que el loco de Louisville le recetó básicamente en aquellos doce minutos, para sorpresa de todos.
Sin embargo, del quinto al onceavo asalto, Joe Frazier le propinó al campeón un castigo tal que permanecerá siempre indeleble en la memoria de los aficionados al boxeo.
De nuevo estaba contra las cuerdas, superado, vencido.
Y de nuevo Muhammad Alí buscó en lo más hondo para sacar fuerzas de donde no existían, y peleó quizás los tres mejores rounds de su carrera, golpeando a Frazier de todas las formas posibles.
En el catorceavo, su rostro era una masa irreconocible, deformada como nunca se había visto, cuando otro directo le hizo escupir el protector bucal...
Incapaz ya de abrir los ojos, no le dejaron levantarse de su banqueta para el último round. La guerra había terminado.
8. CUANDO FUIMOS REYES.
DON KING .


-Don King es un personaje singular.

Muchos se preguntan cómo demonios un estropajo andante ha terminado por convertirse en el soberano de los promotores del boxeo internacional...

Y Muhammad Alí es una de las respuestas.

En 1974, el célebre ex-convicto de melena huracanada le ofreció al campeón del mundo George Foreman cinco millones de dólares si peleaba con Alí.

Después hizo otro tanto con este, que también estuvo de acuerdo...

Faltaría más: era una bolsa increíble. En total, diez millones de dólares de la época, que serían unos veinte mil millones de pesetas al cambio actual.

Gracias a aquella montaña de dinero, el combate del siglo iba a celebrarse.

Ahora bien; Don King no tenía diez millones de dólares. Ni diez, ni cuatro...

Lo que tenía era mucha jeta, y suerte; porque el país más grande del África subsahariana estaba festejando su independencia, y al dictador Mobutu Seke Seko le interesaba promocionarse, de modo que compró la velada por mucho, mucho más de diez millones. Y le salió rentable.


GEORGE FOREMAN -La imagen del viejo y adiposo gigante de Marshall, Texas, reconquistando el título de campeón de los pesos pesados en 1994 (a la edad de 45 años) supuso un aldabonazo tremendo en la opinión pública.

El hecho de que uno de los antiguos rivales de Alí, en plena ancianidad deportiva y al 50 por ciento de su capacidad original, se bastara todavía para llegar a la cima del boxeo, dejó sin habla a más de uno.

Hoy día, sobre todo en los EEUU, George Foreman es una atracción mediática tal que su fama actual ha terminado por oscurecer un pasado glorioso. Como Alí (salvando las distancias), aunque en este caso es la panza lo que no nos deja ver el bosque.


Porque hubo un tiempo en que el sacerdote metido a púgil renacido fue el más grande pegador de la historia, y que nos perdonen los fanáticos de Joe Louis; hablamos de la colosal masa de músculo (sin grasa alrededor) que apabullaba en los rings de los setenta.

Nadie ha empleado jamás unos puños tan demoledores, y ningún campeón ha sido tan indiscutible.

Ni siquiera el primer Tyson: los rivales de Foreman no se llamaban Frank Bruno.

En 1974 pegaba tanto y tan duro que se decía que sus golpes podían matar no ya a un hombre, sino al mismísimo Alí.No era una exageración... No del todo; para derrotar a Joe Frazier, el loco de Louisville había necesitado más de 25 asaltos completos.

Y 24 más para tumbar a Ken Norton, que de regalo le fracturó la mandíbula en el primero.

Pues bien: entre los dos no habían aguantado ni cuatro asaltos al invencible Robot de Texas.

Hacía más de dos años que sus veladas no llegaban al segundo round, y nunca había sido derrotado... 40 peleas, 40 victorias y de ellas, 38 por KO. Una barbaridad.


Ya no era que destrozara a los únicos hombres que habían tumbado a Alí con una facilidad insultante.

Los demás, esos mismos rivales de segunda fila que tanto le costaban ahora al antiguo campeón, la mayor profusión de buenos boxeadores que ha visto la categoría de los pesados en su historia, todos sin excepción le tenían un miedo cerval al invencible George Foreman...

De no mediar aquellos diez millones de dólares, el Rugido en la jungla tal vez no se hubiera escuchado.

RUMBLE IN THE JUNGLE-Nadie apostaba un céntimo por su victoria.

Ignorando los precedentes (Liston, Frazier), la posibilidad de asistir al declive repentino del campeón ni se consideraba.

Esta vez era Alí quien tenía 32 años, por veinticinco de Foreman.

Para más inri, en el aeropuerto de Kinsasha había un avión-hospital preparado para volar a Madrid inmediatamente, si ocurría la tragedia...

De nuevo, Muhammad Alí se encontraba en la coyuntura perfecta (por desfavorable) para engrandecer su leyenda.

No sabía Foreman la que le venía encima. En sus declaraciones, el más grande planteó el combate como una lucha entre el representante de la raza negra oprimida (él mismo) y un lacayo servil de la metrópoli.

Tal vez no anduviese muy desencaminado; en los juegos olímpicos de México 68, G.F. fue uno de los deportistas de color que enarboló una banderita de los USA en el podio, en vez de los guantes negros y el puño en alto de los velocistas... Aunque no se debe ser injustos con él.

Lo hizo con la cabeza gacha, avergonzado, por la sencilla razón de que no quería acabar en el arroyo, como le pasó a los atletas, que sufrieron el ostracismo y la injusticia de una sociedad que no estaba preparada para el valor y la osadía de figuras como John Carlos.

En Zaire, de nada sirvieron las palabras del campeón señalando que era mucho más negro que Alí.

Encerrado en un palacio de las afueras, custodiado por el ejército, inaccesible, le estaba dando la razón al de Louisville.

Además, cometió un error lamentable nada más llegar, bajando la escalerilla del avión con un pastor alemán de la mano...

El perro del ejército colonial belga, recién expulsado.

Muhammad Alí se hospedaba en un barrio popular. Y no rehuía el contacto sino que lo buscaba.

Cuando iba a correr, por los suburbios más pobres de la ciudad, un séquito espóntáneo de cientos de africanos acompañaba su marcha.

Y él como siempre, en su salsa, disfrutando de cada instante y diciéndoles exactamente lo que querían oír.

La película When we were Kings (Cuando fuimos Reyes), ganadora de un Oscar de Hollywood al mejor documental en 1997, adquiere una grandeza especial sobre todo por esos momentos: Correteando entre la basura, tratando a los humildes de la tierra como a sus iguales, despojado de su traje de superhéroe, ninguna otra figura de cualquier deporte ha alcanzado nunca el grado de exuberancia y magnetismo que desprendía Alí, sencillamente hablando...


El 30 de octubre de 1974, con el aspirante bailando alrededor de Foreman , la pelea discurría por los cauces que todo el mundo suponía.

Pero a mediados del primer asalto dió un giro totalmente inesperado. Alí se fue a las cuerdas, de manera que los golpes del campeón alcanzaban con demasiada facilidad su objetivo.

Era una locura, un suicidio, o al menos así lo entendió Ángelo Dundee, que no paraba de gritar ordenándole que boxeara como habían planificado.

Del primero al último de los comentaristas y la inmensa mayoría de los telespectadores se dispusieron a presenciar un combate breve por necesidad.

Una locura... Excepto para los sesenta mil enfervorizados seguidores del Bocazas que abarrotaban el Estadio Nacional de Kinsasha.

La masa entera y vociferante, sobre todo a partir del quinto asalto, galvanizada por la milagrosa resistencia de Alí, como si la rabia acumulada durante años y años de esclavitud brotara de repente, empezó a gritar estremeciendo el lugar hasta sus cimientos...

"¡Alí bomayé! ¡Alí bomayé!" ¡Alí, mátalo! Rebotando a cada puñetazo de Foreman, echándose hacia atrás, hacia delante, con una guardia alta permanente, moviendo los hombros y la cabeza, sobrevivió a una desproporción de golpes recibidos y lanzados que era de veinte a uno.

El combate fue aquiriendo tintes de epopeya, y a medida que avanzaban los minutos crecían las señales de agotamiento de Foreman.

Resoplaba como un búfalo, los golpes eran cada vez más débiles, su defensa se iba abriendo poco a poco... Y el KO no llegaba.

El mero hecho de iniciar el sexto asalto multiplicaba las posibilidades de Alí...

Entonces, su locura se tornaba razonable. Porque fue el único en darse cuenta de que la ofensiva del campeón tenía un sentido concreto.

La mayoría de los golpes iban dirigidos no al rostro, sino al hígado, bazo, caderas y riñones; el objetivo era inmovilizarle.

Y lo cierto era que, más pronto que tarde, lo iba a conseguir. Ya no era el demonio inaccesible de su juventud, no tenía físico para evitarlo durante seis, siete o más asaltos...

Aún así, terminaría más cansado que su rival, y adios muy buenas.

Por todo ello, improvisando, decidió su propia estrategia; encomendándose a su esquiva prodigiosa, no se movió desde el inicio.

Lanzar los golpes más duros del planeta durante tantos rounds cansa, y mucho.

En el séptimo, ya eran palmetazos... Y la concurrencia entró en el éxtasis del que hablamos antes... Jaleando los gritos del público, burlándose con muecas de temor francamente cómicas, guiñándole el ojo en cada descanso y ofreciéndole perlas como "¡golpeas como una niña! ¡Eres un negro mamarracho!", destruyó finta a finta la seguridad ilimitada de su rival.


Y sonó la campana para el octavo.

La profunda concentración en los ojos de Alí nos advierte que ya estaba buscando un resquicio, el momento final.

Cerca de una de las esquinas, evita la última andanada, devolviendo una serie fulgurante con ambos puños...

¡Y sólo las cuerdas detienen la caída de Foreman!

Cuando este gira, dos golpes a la mandíbula, otro en la frente...

Y entonces los brazos de Alí se dispararon en una izquierda que ladea totalmente el rostro del bombardero de Texas, para rematar la faena con una derecha recta inapelable que mandó al campeón a la lona...

Y aquella imagen, la mayor sorpresa de la historia del boxeo hasta que James Buster Douglas noqueó a Tyson, daría la vuelta al mundo...

9. UN MITO PARA UNA ÉPOCA.

EL OCASO

-Después de vencer a Foreman se enfrentó consecutivamente a Chuck Wepner, Ron Lyle y Joe Bugner antes de la pelea con Frazier en Manila.
Luego de cinco defensas más, el 29 de septiembre de 1977 la dureza de los puños de Ernie Shavers hizo que su intención de abandonar cobrara visos de hacerse realidad...
No fue así, y en febrero del 78 Leon Spinks le arrebataba el cinturón de campeón del mundo a los puntos.
Siempre había afirmado que su estilo le evitaría las secuelas y lesiones habituales; pero el largo destierro tuvo sus consecuencias.
Aprendió a ganar jugando a veces con desventaja, llevando al extremo las posibilidades (técnicas y psicológicas) del boxeo.
Al fin, su verdadera marca de clase era la inteligencia.
Aprendió, también, a encajar: cientos, miles de golpes de varios de los mejores pesos pesados de la historia.
Ordenaba a sus sparrings que le dieran fuerte...
En esa estrategia estuvo el secreto de sus grandes triunfos en en Zaire y Filipinas, pero, "a largo plazo resultó un desastre" (David Remnick).
El 15 de agosto de 1978 recuperaba el campeonato por tercera vez al derrotar a Spinks en la revancha, y pareció cumplir su promesa de retirarse a tiempo...
Hasta que en 1980 su ex-sparring Larry Holmes le propinó una buena tunda en las vegas.
Por primera y única vez, no pudo terminar un combate (KO técnico en el onceavo).El triste final de una carrera insuperable llegó (a los puntos con T. Berbick) en 1981.

-Es muy probable que ya entonces el deterioro neurológico hubiera comenzado. Desde luego no hablaba con la fluidez de antaño, y qué decir de sus reflejos, o la velocidad...
En 1986 le diagnosticaron el mal de Parkinson.Justo después de la pelea con Shavers, su médico Ferdie Pacheco le advirtió que tenía un grave daño renal y que estaba en peligro de sufrir alguna lesión cerebral si no se retiraba.
Pero no le hicieron caso, y el que se retiró fue él. "Yo no le echo la culpa a nadie. Todos se dejaron ir e hicieron lo que hicieron partiendo del convencimiento de que Alí encontraría, como siempre, una forma de salir vencedor".
El parkinson es una dolencia que ralentiza los movimientos y paraliza los músculos, sobre todo los faciales, impidiendo al enfermo expresarse con normalidad.
Su incidencia aumenta con el tiempo, llegan los temblores, y el mero hecho de tragar saliva termina convirtiéndose en un suplicio...
Pero lo más terrible de la condición de Alí es que es totalmente consciente de lo que le está pasando: el mal no le ha privado de su capacidad de razonar.
Sin embargo, nunca se le ha escuchado una palabra de autocompasión.
"Dios me está haciendo ver que soy un hombre como otro cualquiera. Y también te lo está haciendo ver a tí. Puedes aprender de lo que me sucede".
El que se apoye en la religión para aceptar el infortunio no resta un ápice de dignidad a su actitud...
En última instancia, el pensamiento es suyo, bien a través de Alá o el Dios que sea, o no sea.
Aunque limitada, su actividad continúa. Se gana la vida (muy bien) firmando guantes, fotos, productos...
Y siempre hay alguna organización que desea ganar lustre mediante su presencia, ya sea el combate por el título mundial o los juegos olímpicos...
Como en Atlanta 1996, cuando encendió el pebetero de la antorcha olímpica ante casi tres mil millones de espectadores.
Tiene que trabajar porque, aunque es cierto que pocos deportistas han ganado tanto dinero, debe mantener a nueve hijos de varias mujeres, y en su momento tuvo que pagar más de un divorcio (Sonji Roy, Belinda Boyd y Verónica Porche) antes de alcanzar la estabilidad con su actual esposa, Lonnie. A
demás, ha regalado millones de dólares a infinidad de organizaciones humanitarias, y qué decir de sus amigos, de los musulmanes negros o el batallón de aprovechados que lo rodearon durante años...

RETRATO DE UNA LEYENDA

-De todos los libros que se han escrito sobre el más grande (algunos excepcionales, como la biografía de Thomas Hauser o El Combate, de Norman Mailer), tal vez el mejor sea Rey del Mundo, del ganador del premio Pulitzer David Remnick.
"Alí es un mito que significa muchas cosas distintas para muchas personas. Un símbolo de fe, un símbolo de convicción y desafío, un símbolo de talento y valor, de orgullo racial, de agudeza y de amor.La condición física de Alí conmueve porque viene a ser una representación acelerada de algo que todos tememos, el deterioro que traen los años, del carácter imprevisible de las amenazas... En él vemos la fragilidad de un hombre cuyo desempeño consistía precisamente en ser la figura más temible del planeta".
Su prestigio en los estados musulmanes y en el África negra es incluso mayor que el que tiene en occidente.
A saber: en los ochenta, cuando las bombas explotaban sobre el cielo del Líbano, se plantó en el centro de Beirut para liberar a unos rehenes... Justo antes de la guerra del golfo, 15 más salieron de Irak bajo su custodia. Es bienvenido en todos los países del mundo, y ha sido ejemplo e inspiración para una variedad de personajes que alcanza desde Michael Jordan o Bill Clinton hasta Nelson Mandela... El mito de una época.*Muhammad Alí con el Premio Nobel de la Paz Nelson Mandela.

"Llegué a cogerle cariño a Alí", dijo Floyd Patterson. "Al final entendí que yo no era más que un boxeador y que él, en cambio, era historia".

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