domingo, 30 de agosto de 2009

UNA REVOLUCION ECONOMICA EN EL PERU

Una mirada fría y real de la economía peruana nos conduce a un análisis de fondo con interrogantes sencillos ¿Hay algún cambio en la economía peruana? ¿Porqué Jaime De Althaus, conocido conductor de televisión, insiste que la economía peruana va por buen camino?
Bueno, Rolando Arellano, autor de obras titulado "Bueno, Bonito, Barato", reflexiona sobre las transformaciones y cambios que está dando la nueva clase media peruana. Y al toque nos preguntamos ¿Hay una nueva clase media?
Y la respuesta es afirmativa y todos los peruanos lo podemos apreciar por el crecimiento en la construcción de supermercados en las principales ciudades del Perú, los mismos que se están convirtiendo en un acelerador de la economía popular.
Los resultados están a la vista. Solo en Lima se han inaugurado supermercados en distritos populares que solo hace unos años era imposible de creer que se podrían construir en San Juan de Lurigancho, Los Olivos, entre otros.
Y que fenómenos simultáneamente se produce, tal como el propio Arellano revela, en estas zonas: 1) existe mayor movimiento económico en la compra de pequeños productos; 2) da oportunidad para abrir nuevos establecimientos comerciales alrededor de estos supermercados, es decir de la movilidad con los ya famosos taxicholos hasta los ómnubus gratuitos que trasladan de ida y vuelta a los consumidores; 3) se da una competencia en los precios y 4) se aprecia que los pobladores acuden masivamente a estos centros comerciales.
Además podemos agregar que hoy ya no es un privilegio ni ventaja de los hijos de los que viven en San Isidro, Miraflores, Surco, La Molina estudien en las univeridades consideradas de primer nivel, como son la Universidad de Lima, Católica, Pacífico, porque desde hace unos años estas casas de estudios reciben alumnos de San Juan de Lurigancho, Comas, Villa El Salvador, entre otros. Similares casos se presentan en las mejores universidades del interior del país.
Sencillamente existe una prioridad de los padres de familias, sea cual sea su trabajo, de invertir en educación.
En todo caso les dejo con el comentario de Rolando Arellano sobre el tema:
¿Hay sitio al medio?

Desde hace algunos años en nuestro país se están dando transformaciones que están cambiando la cara de la sociedad y la economía nacional, cambios que quizás por vivirlos diariamente no han sido totalmente entendidos por las empresas, y por tanto no incluidos en sus planes de negocios.
El más importante de ellos es un fenómeno que tendrá repercusiones de corto, mediano y larguísimo plazo para todos: el crecimiento de una nueva clase media, con características distintas a las clases medias tradicionales, y que exige un tratamiento también diferente al que se le ha dado siempre a éstas.
No se trata “del mercado de los pobres”, que algunas empresas han comenzado a mirar motivadas por el libro “La Riqueza en la Base de la Pirámide” del profesor hindú radicado en Estados Unidos CK Prahalad.
Se trata más bien de un mercado compuesto por ex pobres, que hoy se han convertido en la nueva clase media de nuestras ciudades y que todavía no han sido analizados en su verdadera dimensión en nuestros países.
Si bien existe un mercado no tocado en la llamada “BOP” (Base Of the Pyramid), inmenso en India o China, creemos que todavía en el Perú también hay oportunidades de desarrollo importantes en el medio de esta pirámide, o más propiamente, en el medio de este rombo que es la verdadera estructura de nuestra sociedad.
Esta nueva clase media ha crecido en sintonía con diversas “revoluciones” del lado de la oferta a las que también nos estamos acostumbrando rápidamente.
Está allí el inmenso desarrollo de las comunicaciones, que hacen que hoy uno de cada dos peruanos urbanos tenga un teléfono celular y que por lo tanto integre redes sociales cada vez más importantes.
También está la penetración del crédito en grandes sectores populares, que les permite hoy acceder a departamentos, autos y otros bienes que antes serían imposibles de alcanzar.
Se observa igualmente mayor oferta de supermercados y centros comerciales en zonas de Lima y en provincias servidas antes sólo por mercados y bodegas, que permiten a los consumidores escoger entre más marcas y productos.
Y junto a ellos está la revolución de la vivienda, de la oferta en educación, y del internet, por solo citar algunos. En fin, aspectos que han cambiado dramáticamente, y seguirán cambiando las condiciones del mercado peruano.
¿Están las empresas peruanas preparadas para ese cambio?
¿Han considerado que quizás allí se encuentra la estabilidad en periodos de crisis y la oportunidad de crecimiento cuando el tiempo amaine?
En función de los estereotipos que se oyen cada día todavía sobre los consumidores peruanos, pareciera que la respuesta es no.
Es entonces momento de que gerentes y empresarios sepan que en los mercados medios todavía hay sitio, pero que para conquistar un lugar allí deben conocer bien a los nuevos consumidores que los conforman, evitando prejuicios, y abriendo los ojos a las inmensas oportunidades que ellos ofrecen.


Rolando Arellano C.Centrum Católica

viernes, 28 de agosto de 2009

EL PODER Y LOS INTELECTUALES

El intelectual Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto, ha traido a la palestra nuevamente el debate de los intelectuales y el poder.
Claro el poder de pensar, reflexionar e interpretar la realidad nacional del país de procedencia y el mundo.
Dice que ese análisis convertido en una visión de Estado ha decaido por no decir desaparecido hoy en todos los rincones de los cinco continentes, hoy con el concepto de Aldea Global todos se caen rendidos ante el imperio, el poder único de los Estados Unidos y las grandes potencias que abrazan el liberalismo y el pensamiento único.
Obviamente, cuando se piensa en los intelectuales al toque nos trae a la memoria aquellos pensadores que apostaban por el comunismo, el socialismo y el sistema distribuitivo de la riqueza.
En el Perú tenemos ejemplos notables como Carlos Delgado Olivera el intelectual detrás de la revolución de Juan Velasco Alvarado, allá por los años 70, el autor del pensamiento de no partido. Bueno, todos sabemos que fracasó el gobierno militar de Velasco.
Uno de los casos más recientes en el Perú es el dramático caso de Pablo Macera, considerado uno de los más importantes intelectuales de los años 70 y 80 hasta que cayó seducido por el gobierno de Alberto Fujimori, quien lo llevó al Congreso y así pudo mejorar su raquítica mensualidad de catedrático para terminar con una jugosa pensión de congresista. Hoy nadie quiere hablar de él.
En todo caso, demos una leida, reflexiva a este interesante análisis:

TRIBUNA: RAMIN JAHANBEGLOO


El temor de los intelectuales a la política


Una "epidemia de conformismo" ha paralizado en los primeros años del siglo XXI la vida pública, donde lo único que importa es el poder del mercado. Los mezquinos intereses personales sustituyen a las voces críticas

Las dos culturas, el conocido ensayo del científico y novelista británico C. P. Snow, salió a la luz en 1959.

Snow defendía ahí la tesis de que el colapso de la comunicación entre las dos culturas de la sociedad moderna -las ciencias y las humanidades- era un freno para la resolución de los problemas del mundo.

Medio siglo después, el debate iniciado por Snow ha tomado una nueva forma. El siglo XXI representa, en términos generales, la separación de los intelectuales y la política. Pocas veces habían estado tan alejados los intelectuales y el mundo político.

Se han transformado en defensores de la cultura de masas y carecen de todo sentido crítico

Se trata de tener la valentía de alzar la voz en nombre de la no violencia y en contra de la injusticia

Los intelectuales críticos son hoy una especie en vías de extinción.

Temen la política, y se diría que la política muestra una indiferencia absoluta por todo lo que se pueda denominar intelectual.

Hay otros muchos que consideran que nos encontramos ante un declive de lo intelectual.

Según ellos, la intelectualidad se ha distanciado de la esfera pública para acercarse a un mundo cada vez más profesionalizado y más empresarial.

En otras palabras, los intelectuales están perdiendo su autoridad pública para dirigirse al poder, al tiempo que cada vez son más incapaces de realizar sus funciones de una forma independiente y crítica.

Nunca se habían mostrado tan profundamente opuestas la conciencia crítica y la esfera pública.

Parece que los intelectuales de hoy pensaran que puesto que todas las verdades morales son relativas, ya no hay necesidad de ser la voz moral de un mundo sin voz.

El afán de ciertos intelectuales de aparentar que lo políticamente correcto y sensato es desestimar la importancia que tienen los imperativos morales en la esfera pública no es más que una forma de hacer coincidir las necesidades humanitarias urgentes del mundo en el que vivimos con las necesidades concretas de su carrera o su ascenso profesional.

Asalariados, ocupando cátedras o titularidades permanentes, pensionistas, muchos intelectuales se encuentran encadenados a la rueda de una carrera y una profesión respetables que paradójicamente estanca su capacidad para la crítica en un contexto no conflictivo.

Para ser más precisos, los mezquinos intereses personales han destruido los llamados intereses públicos de los intelectuales.

Al olvidarse de la política, rápidamente y sin dejar lugar para el arrepentimiento, muchos intelectuales del mundo actual degradaron y abandonaron la idea de la esfera pública, transformándose en defensores de la cultura de masas carentes de todo sentido crítico.

Es en virtud de esta falta de sentido crítico con respecto a la vida pública por lo que los politólogos y los expertos culturales han venido a sustituirlos como actores sociológicos en el mundo contemporáneo.

A los intelectuales ya no les interesa reflexionar y debatir sobre los valores, su único interés reside en el comentario de los hechos.

Así, con la aparición de la aldea global postindustrial, dominada por las redes mediáticas y la comunicación tecnológica, en las que las voces disidentes suelen estar acalladas, una "epidemia de conformismo" ha paralizado al completo la vida pública, convirtiéndola en una entidad impulsada única y exclusivamente por el mercado.

Para investigar la evolución del compromiso de los intelectuales en la historia europea del siglo XX, tenemos que empezar con el affaire Dreyfus y la aparición de la categoría "intelectual".

Pese a las diferentes posturas que cristalizaron durante el affaire Dreyfus, ambas partes estaban de acuerdo en que el intelectual tenía que comprometerse.

Uno de los que participó a favor de Dreyfus fue Julian Benda, el filósofo judío conocido fundamentalmente como autor de La traición de los intelectuales, donde afirma que "la labor del intelectual es defender los valores universales, por encima de la política del momento".

Para Benda, por consiguiente, el intelectual es un sujeto que opera dentro de un marco moral y se atiene a unos valores trascendentales, libre de las impurezas de la política.

Probablemente Zola se merece este honor, no por sus novelas, sino porque llegó a ser un intelectual que atacó la injusticia, el prejuicio y la intolerancia en la esfera pública.

De este modo restauró la función que Sócrates había reservado para el filósofo: defender la universalidad de la búsqueda de la verdad y luchar contra la violencia.

El método de Sócrates para dominar la violencia era el uso del diálogo frente a las convicciones políticas.

Con su mayéutica -conócete a ti mismo- Sócrates invitaba a los atenienses a interrogarse.

Y aunque sea un fin en sí mismo, aprender a interrogarse es también una condición y un punto de partida para cualquier intelectual que quiera obrar honestamente.

La honestidad es abrirse a la pluralidad humana; es cobijar la idea, intrínseca al trabajo de un intelectual dialógico, de que cada persona contiene "multitudes", como dice Whitman en su Canto a mí mismo.

Todo intelectual necesita de esta multiplicidad, no sólo para conectar con los otros, sino también para ensalzar y valorar, como un elemento constitutivo del mundo, las diferencias que existen entre las personas.

La idea de diferencia presupone otro valor igualmente esencial a la condición de intelectual: el respeto.

Una de las tareas del intelectual es pensar en cómo reformar y mejorar la sociedad.

Su empeño primordial debe centrarse en la educación cívica de los otros ciudadanos para la responsabilidad que entraña la auto-gobernanza democrática.

¿No perdería todo el significado que tiene para nosotros el valor supremo de la historia si admitiéramos que son muchos los intelectuales que consideran que lo que denominamos examen crítico de la esfera política es un ejercicio fútil?

Si no se lee y se ejerce el espíritu crítico, la historia podría convertirse en una simple repetición de los errores humanos.

Por el contrario, cuando se comprometen con la historia, los intelectuales no sólo necesitan una mente abierta, sino también crítica, capaz de entender que las verdades pueden ser parciales; una mente que se interrogue continuamente.

Lo importante aquí es que la manera de protegerse contra toda tentación de colaboración con el mal es interrogarse y reflexionar con sentido crítico.

Con este planteamiento, la pregunta es: ¿cómo se puede hablar de preservar la ética en la esfera política y de no caer en el mal cuando han dejado de existir los absolutos morales?

Poco después de terminada la guerra, en 1945 y en uno de los primeros ensayos que aparecieron al respecto, Hannah Arendt decía que "el problema del mal será el tema fundamental de la vida intelectual en la Europa de posguerra, de la misma manera que la muerte fue el tema de reflexión fundamental después de la Primera Guerra Mundial".

Creo que Arendt estaba en lo cierto, sobre todo porque en el mundo de hoy el problema del mal y sus implicaciones políticas constituye un desafío importante para el estatus público y la integridad moral de los intelectuales.

Cierto es que todos somos moralmente responsables de las calamidades e injusticias del mundo en el que vivimos.

Pero no es menos cierto que el papel social y político de los intelectuales conlleva una mayor responsabilidad moral.

Como señala Max Weber, el compromiso intelectual requiere la ética del héroe, pues hace falta una gran valentía moral para enfrentarse a las responsabilidades que se adquieren en la esfera pública.

Muchos creen, por supuesto, que ser hoy un intelectual comprometido con la vida pública no es nada del otro mundo, ya que ser demócrata y vivir en una democracia no supone ningún riesgo, ningún desafío.

Pero, dado que no puede haber una democratización y una globalización reales si no están acompañadas de una labor crítica real por parte de los intelectuales, en su función de contrapoderes, ser hoy un intelectual crítico significa también ejercer de conciencia moral del mundo globalizado.

Por eso, para los intelectuales comprometidos, la verdadera lucha no se limita a estar a favor o en contra de la política, sino que se trata sobre todo de una batalla en defensa de lo humanitario frente a lo inhumano.

Se trata de tener la valentía de alzar la voz en nombre de la no violencia y en contra de la injusticia.

Por esta razón, aunque el concepto haya perdido hoy la fuerza que tuvo en el momento del caso Dreyfus, se ha de mantener la función del intelectual público.

Mientras los humanos sigamos creyendo que la esperanza no es una palabra fútil, los intelectuales no dejarán de ser útiles en todas las sociedades.

UNA MAS DE BIELSA


Bielsa, el entrenador de fútbol más admirado de America del Sur por su extraordinaria labor frente a la selección de Chile, que prácticamente va camino a su clasificación para el Mundial de Sudáfrica.
Marcelo Bielsa impacta con su pensamiento, filosofía y reflexión para conducir, a su estilo, a unos jugadores que se encontraban sin dirección y sin amor propio.
Entonces todos se preguntan ¿Cuál es la clave del éxito de este estratega? ¿Cómo hace para inyectar de una mística especial a sus jugadores? ¿ Porqué la gente confía en él? ¿Cómo es que reactiva un equipo de fútbol que venía de capa caída?
Estas y preguntas despiertan la labor del entrenador argentino que un día le dijo NO a la selección gaucha...Esa frase lapidaria cuando se despidió aún resuenan en la memoria "Ha llegado el momento de hacer un alto por la enorme presión de la hinchada: NO PERMITEN NI SIQUIERA EMPATAR y realmente con Argentina lo he ganado todo".
La lógica es simple: En el fútbol se ha llegado a un límite YA NO SE PERMITE LA DERROTA NI EL EMPATE, solo se espera el triunfo, el éxito y la gloria.
En todo caso, les dejó con la última presentación pública de Marcelo Bielsa en una conferencia en Chile:
El día en que Bielsa abrió su cabeza
En su charla más sorprendente desde que llegó al país, el entrenador explicó como nunca sus métodos de trabajo, criticó al medio y aportó frases insólitas. "Soy un especialista en fracasos", dijo.


"¿Llevo hablando cuarenta minutos o una hora cuarenta minutos? No, estoy preguntando en serio. ¿Cuánto llevo?".

Fue su audiencia más dispar: en el Congreso Percade había empresarios, sindicatos, trabajadores, ex futbolistas y medios de comunicación.
Ha sido su conferencia más peculiar también: atravesó temas personales, elementos de formación y diseccionó lo más claramente posible -en una hora 23 minutos- el modo de liderazgo que lo tiene como figura nacional en Chile.
Entró, casi avergonzado, en un informal buzo gris. "Es demasiada gente. Más de la que merezco y no es falsa modestia. Nada de lo que diga es algo que no le haya escuchado a alguien antes".
Y partió: "Escuchar a alguien solamente porque es público es un profundo error. Entiendo mi presencia acá porque circunstancialmente hay una percepción exitosa del proceso que tenemos, pero difundir el pensamiento de alguien sólo por esa circunstancia, si se quiere difundir valores, no es correcto.
Lo digo yo, que soy un especialista en fracasos. La relación entre el éxito y el fracaso ha sido central en mi vida y puedo decir de eso que el éxito y la felicidad no son sinónimos. El éxito es sólo una excepción que ocurre de vez en cuando".
"El que lidera cualquier grupo tiene que presentarle al resto virtudes a las que hay que respetar. Yo estoy a favor de la diversidad e intento escapar a la tentación de la uniformidad, pero hay que buscar las coincidencias mínimas para lograr la armonía".
"He logrado identificar tres síntomas de un líder. Cuando entra al vestuario, el murmullo de los jugadores para. Cuando habla, todos tienen el deseo de escuchar, y cuando el líder cuanta un chiste, todos se ríen y si lo cuenta otro, no. Creo que el liderazgo está afianzado en la derrota, ahí se ve la capacidad de conducir".
"El fútbol puede que sea un negocio en su contorno, pero estoy en profundo desacuerdo con eso. Hay un riesgo muy grande: un día un hincha poderoso de la U puede comprar Colo Colo y cerrar el equipo. Puede sonar efectista, pero es así".
"El futbolista siempre se da cuenta cuando un entrenador lo engaña y es algo que jamás hay que hacer. Porque en la derrota, lo sacará a relucir. En la victoria, el líder siempre es rubio y de ojos azules, pero en el fracaso no. Yo creo que la adversidad nunca es el momento de cambio, así que no creo eso de que la crisis es una gran oportunidad. En la prosperidad es cuando hay que intervenir".
"Lo mejor del ser humano sale cuando el éxito nos abandona. Por eso, este tipo de actividades me asusta, me asusta dejarme seducir por la admiración, porque sé de antemano que es inmerecido.
También soy un convencido de esto. Hace un tiempo sufrimos una pérdida en la familia y salió lo mejor de todos los que intervinimos en el asunto.
Me llama la atención que acá en Chile, por ejemplo, yo haya sido descrito con las exactas mismas palabras con las que se han descrito a Arturo Salah.
Lo que quiero decir es que el logro le pertenece a todo el mundo, no se puede individualizar. Cuando uno martilla veinte veces mal y le acierta a la veintiuno, eso es producto de los anteriores errores".
"Hay un error conceptual. Se cree que el mejor equipo merece todas las licencias, mientras que el reglamento debe aplicarse a los peores. Debería ser todo lo contrario, para alguien que conduce desde la nobleza. Pero el entorno dicta otra cosa. Los medios siempre predican en el sentido contrario de lo que yo pienso".
"Hacer reglamentos es siempre una expresión de debilidad. No se está previniendo nada, sino mostrar las propias falencias, la incapacidad de definir uno lo que está bien o está mal. No creo en las sanciones".
"Hay dos grupos de entrenadores y yo me ubico en uno de ellos. Unos optan por la mecanización, otros por la creación; unos por el método y otros por la improvisación. Yo claramente estoy en uno, pero ambos métodos son válidos y se ve cada semana en el fútbol chileno: la mitad gana y la mitad pierde. Ser absoluto en estos temas es absurdo. Pero acá nadie tiene logros duraderos sin actuar de acuerdo a los principios en que uno cree".
"El fútbol no merece este tipo de exageraciones en las que caigo. La obsesión sobre un tema empequeñece al hombre, lo hace peor, aunque sea la manera de obtener éxito. Coincido a veces que puede servir más una buena película antes del partido que ver más videos del rival".
"Trabajo con 10 personas viendo partidos, e intentamos sacar conclusiones, ideas verificables. Cuando digo que hay una matriz para llegar al gol, estoy seguro de eso. Pero no importo yo, importa el procedimiento. Los medios tratan de antagonizar personas, nunca ideas. Yo entiendo que el fútbol no es mecánico, ni que son sólo muñecos o máquinas que se mueven. Mis análisis no son una pretensión: es un ejercicio que hasta el más negado podría hacer".
"Yo entiendo la rebeldía del que no juega, les duele no jugar. Lo que no perdono es el que deja de luchar: entiendo los desbordes, las vedettes , los bailes, pero que alguien deje de luchar es algo que no admito".
"No soy el responsable del material humano del fútbol chileno. Estaba desde antes. Nadie puede activar potenciales que no existen. Esto es muy importante: importa tanto poseer una cualidad como crear los momentos para utilizarlas. Si un jugador tiene un pase gol profundo y letal, pero está a cincuenta metros de sus compañeros y de espaldas, no sirve. Ahí interviene el entrenador".
"Creo más en el miedo que en la confianza. Hay tantas chances que lo que todos queremos suceda, como que no suceda. El miedo nos pone alertas. No creo en el coaching , eso de confiar en uno mismo. Lo peor siempre puede suceder y para eso hay que tener una respuesta. No es absurdo".
No creo en el coaching , eso de confiar en uno mismo, creo todo lo contrario.

jueves, 27 de agosto de 2009

LA PENULTIMA DE TED KENNEDY


El analista político norteamericano Norman Birnbaum hace un breve pero sustancioso recuento sobre la personalidad del último de los Kennedy - último del clan, pero que tiene sobrinos, nietos que aún siguen en la saga política - que ameritan un mirada reflexiba.


TRIBUNA: NORMAN BIRNBAUM

Recuerdos de Edward Kennedy


En el momento de su muerte, el senador Kennedy no sólo era el orgulloso heredero de una extraordinaria tradición familiar de compromiso político, sino la voz indiscutible del progresismo estadounidense y su representante más eficaz en las instituciones del Estado.
Si hubiera podido permanecer en activo en el Senado estos últimos meses, el miserable debate sobre la reforma de la sanidad quizá habría adoptado un cariz muy diferente.

Tras unos comienzos autodestructivos, supo consolidarse como líder del sector progresista del partido

El senador no se limitó a seguir los pasos de sus hermanos asesinados. Al principio, su camino fue no sólo vacilante sino autodestructivo. Se redimió a base de mucho trabajo y lo que seguramente era un enorme volumen de disciplina interna, además de un fuerte apego -aunque no siempre evidente- a las tradiciones sociales del catolicismo.

Era famoso por reclutar para su equipo en el Senado a jóvenes prometedores que después tuvieron espléndidas carreras de servicio público. Pudo contar con muchos miembros de la sociedad civil que consideraban que trabajar con él en proyectos específicos era un honor y un privilegio. En una medida muy modesta, yo fui uno de ellos, uno entre mil.

Mi primer contacto con él, aunque indirecto, fue muy distinto. La primera vez que presentó su candidatura al Senado, en 1962, hasta los más leales partidarios del presidente Kennedy se sintieron desolados. El futuro senador parecía un joven imberbe, insustancial, y su candidatura era pura desfachatez. Enfrente tenía, además de a un republicano, a un candidato independiente de izquierdas, H. Stuart Hughes.

Este último era un eminente historiador de Harvard, nieto de un antiguo presidente del Tribunal Supremo (que fue el candidato republicano a la presidencia y en 1916 estuvo a punto de derrotar a Woodrow Wilson). Hizo campaña con su oposición al rumbo de guerra fría emprendido por la Casa Blanca de Kennedy.
Para su desgracia, las elecciones coincidieron con la crisis de los misiles cubanos, en la que el presidente contuvo a sus generales y asesores civiles más belicosos y proporcionó a Jruschov una vía para la retirada. Yo pasé el verano de 1962 dando clase en Harvard y alquilé la casa de Hughes en Cambridge, Massachusetts, en la que el propietario conservaba una habitación. Había vuelto a Estados Unidos unos meses antes de mi puesto en Oxford y mis actividades con la Nueva Izquierda británica y europea.
Me sentía tercamente inmune a la idea de que tuviera sentido trabajar en la política convencional de mi país, una postura compartida por muchos estadounidenses al principio de los tumultuosos sesenta.
Cuando regresé a Estados Unidos de forma permanente en 1966, mis opiniones habían empezado a cambiar. Al fin y al cabo, la Nueva Izquierda europea tenía como objetivo la revitalización de los grandes partidos de izquierdas: el laborismo británico, los socialistas franceses, los
socialdemócratas alemanes y los comunistas italianos.
Alentado por la candidatura de Robert Kennedy a la presidencia en 1968, me atrajo una idea que debería haber sido mía desde mucho antes: que el Partido Demócrata, con su tradición de New Deal y sus fuertes elementos sindicales, su fusión del catolicismo social y la conciencia social protestante (y una buena dosis de mesianismo judío, traducido de forma aproximada a la tradición estadounidense), era el único vehículo disponible para que la Nueva Izquierda estadounidense emprendiera el viaje de vuelta a la historia del país desde sus márgenes agitados.
Con el martirio de Robert Kennedy y Martin Luther King, el movimiento se dividió y flaqueó. La candidatura de McGovern contra Nixon en 1972 ofreció un breve renacimiento. Mientras tanto, Edward Kennedy sufría las tribulaciones personales simbolizadas por el accidente en un puente de Martha's Vineyard, y comenzaba una rápida marcha hacia la responsabilidad y la sobriedad.
Fue en esos años cuando trabajar con Kennedy se convirtió en un rito de iniciación casi obligatorio para quienes se identificaban con la reforma social en Estados Unidos.
Sus logros fueron considerables, en áreas tan distintas como la política exterior, la educación, la sanidad y la justicia. Y, por encima de todo, su condición de icono para los más jóvenes convenció a miles de ellos de la dignidad y el valor de la política normal.
Es lo que me sucedió a mí, desde luego. En 1968 fui a vivir a Massachusetts para enseñar en Amherst College, en la parte occidental del Estado, y entré a formar parte de la base de apoyo al senador. Yo conservaba mis lazos con la izquierda europea, sobre todo con los socialistas franceses, los socialdemócratas alemanes y los comunistas italianos.
A través de su equipo, Kennedy, de vez en cuando, solicitaba asesoramiento del tipo que no podía obtener a través de la CIA y el Departamento de Estado.
Cuando se celebraron las primeras elecciones al Parlamento Europeo en 1979, André Fontaine, de Le Monde, tuvo la brillante idea de pedir a Kennedy y Sajarov que escribieran sobre ellas. Kennedy me pidió que escribiera un borrador para su artículo, y me encantó ver que lo utilizó.
Ese año me trasladé a Washington, trabajé durante un tiempo con los estrechos aliados de Kennedy en el movimiento sindical, los dirigentes del sindicato de trabajadores del sector del automóvil, y tuve una nueva ocasión de apreciar su tesón en todos los asuntos, grandes y pequeños.
Su derrota en el intento de sustituir a Jimmy Carter como candidato presidencial demócrata en el año 1980 fue lo que, más tarde, le permitió consolidar su puesto como líder de los sectores progresistas y de izquierdas del partido.
Ya sin ambiciones presidenciales, Kennedy pudo concentrarse en una estrategia a largo plazo.
En 1980, el sindicato y algunos otros grupos organizaron, en vísperas de la presidencia de Reagan, una reunión entre progresistas estadounidenses y los socialistas europeos, y Brandt, González, Joop den Uyl, Mitterrand, Palme y Rocard fueron a Washington. Yo fui uno de sus anfitriones y me di cuenta de que la persona a la que todos querían ver era el senador. El resto del mundo tenía razón al reconocerle como como auténtico portavoz de unos Estados Unidos muy diferentes.
Hay un aspecto de su vida y su trabajo que, a veces, se pasa extrañamente por alto. A simple vista no era muy devoto, y tuvo sus diferencias con varios obispos norteamericanos. Pero sus decisiones políticas (como las de sus hermanos) estaban impregnadas del legado social del catolicismo estadounidense que había sido la Iglesia de los trabajadores inmigrantes.
Su atención diaria a los detalles de la política vinculaban ese aspecto con las vidas cotidianas de millones de ciudadanos corrientes.
Y había algo, que hacía de este personaje, indudablemente mundano, que supo disfrutar de las buenas cosas de la vida, una figura sacerdotal.

miércoles, 26 de agosto de 2009

MAS SOBRE LA TRAGEDIA Y EL PODER DE LOS KENNEDY


Los escritores, novelistas, científicos polìticos y periodistas escribirán y comentarán hasta el cansancio sobre la leyenda de la familia Kennedy, signada por la tragedia y el poder de uno de los apellidos más notorios no solo en los Estados Unidos, sino en el mundo.
Los asesinatos de Jhon y Roberto Kennedy sumado a la muerte de su hermano mayor y su hijo Jhon-Jhon, dejan una estela que como si el destinoles dijería NO
AL ACCESO AL PODER.
Si bien Jhon F. Kennedy fue presidente, pero su dio tuvo un final trágico: lo mataron a sangre fría; asi como a su hermano Robert, Bob, cuando se aprestaba a postular también a la presidencia.
Y Edward "Ted" que no pudo superar el incidente donde murió una joven en su automóvil ahogada. Se desconoce aún que pasó; porque estuvo 10 horas incomunicado el llamado ahora "el León Liberal del Senado". Este hecho lo puso en jaque, claro que ganó su curul en el Congreso norteamericano pero le fue negada la presidencia cuando perdió ante Jimmy Carter.
En todo caso lo dejamos con una crónica apretada con la familia cuyo árbol principal buscó afanosamente que sus hijos sean presidentes de la nación más poderosas del mundo:
Muere Ted Kennedy, el último de la estirpe
El 'León del Senado'.
Uno de los políticos más influyentes en la historia de EE UU y miembro de la familia cuya tragedia cautivó al país, fallece de cáncer a los 77 años

Historia, idealismo, carisma, tragedia y leyenda se funden en un solo apellido: Kennedy.
El cierre simbólico de una era llegaba este miércoles con la muerte del senador Edward Ted Kennedy, el último patriarca de una dinastía sin la que es imposible entender los principales avatares del último medio siglo estadounidense.
El león liberal del Senado, el titán de la política demócrata que convirtió la lucha por causas casi imposibles en su país (la educación o la salud) en pequeñas y grandes victorias con las que se ganaría la admiración y respeto de ciudadanos y estadistas, fallecía en esta madrugada en su residencia de Hyannis Port (Massachusetts) a los 77 años.

La pasada madrugada ha tenido lugar el fallecimiento del senador estadounidense Edward Kennedy. Ha muerto a los 77 años de edad víctima de un tumor cerebral que le fue diagnosticado en mayo del año pasado.
Era el último hermano vivo del ex presidente John Fitzgerald Kennedy y el miembro más longevo del Senado en la historia estadounidense. Ted Kennedy, tal y como se le conocía popularmente, dio su apoyo a Barack Obama diez meses antes de las elecciones que le catapultaron a la Casa Blanca.

Aquejado de un tumor cerebral desde hacía más de un año , su partida fue llorada desde todos los rincones del planeta, empezando por Estados Unidos, donde el presidente Barack Obama, para el que su apoyo incondicional marcó el despegue hacia la Casa Blanca, lamentó su perdida con estas palabras:

"Un capítulo importante de nuestra historia termina hoy. Nuestro país ha perdido un gran líder, el hombre que recogió la antorcha de sus hermanos caídos y que llegó a convertirse en el senador más grande de nuestro tiempo. Para su familia, fue un guardián, para Estados Unidos, un defensor de sus sueños".

Sin embargo, al contrario que sus hermanos, el presidente John Fitzgerald Kennedy, y el senador Robert Kennedy , asesinados en la década de los sesenta, Teddy, como le conocían sus amigos, comprendió que su vida "no es llegar a la Presidencia sino el servicio público".

Así lo expresó en 1985, cuando decidió seguir buscando la reelección como senador por Massachusetts, sillón que ocupó desde 1962, y renunciar definitivamente a las aspiraciones presidenciales para las que su padre, Joseph P. Kennedy, había educado a sus cuatro hijos varones.

Probablemente fue la decisión más sabia de su carrera.
"Cuando consiguió desprenderse del estigma que imponía que los Kennedy tenían que ser presidentes, se convirtió realmente en legislador" declaró este miércoles el republicano Alan Simpson. Y es que uno de sus grandes méritos fue precisamente ser capaz de convertirse en el nexo de unión entre demócratas y republicanos, sellando alianzas clave con las que conseguiría aprobar leyes relacionadas con los derechos civiles, la educación, el salario mínimo o la reforma sanitaria, la batalla con la que arrancó su carrera en el Senado y que había convertido en su último gran combate.
Vida marcada por la tragedia

No obstante, no fue sólo una decisión personal la que motivó su renuncia a llegar a la Casa Blanca. Su vida, como la de toda la dinastía Kennedy, estuvo marcada por la tragedia, una maldición sobre la que él mismo llegó a especular públicamente cuando se vio obligado a dar explicaciones por la muerte de Mary Jo Kopechne, una joven del partido demócrata que murió ahogada en 1969 después de que el coche que Ted Kennedy conducía cayera al agua en la oscuridad de la noche en la isla de Chappaquiddick.

Él pudo salir a tiempo, ella se ahogó. Kennedy tardó más de diez horas en comunicárselo a las autoridades, algo que generó todo tipo de especulaciones. Su posible estado de embriaguez o la supuesta infidelidad -pese a ser un hombre casado, tenía fama de mujeriego- provocaron un fuerte debate que Kennedy resolvió preguntándole públicamente a sus votantes si debería renunciar a su cargo.

La respuesta fue unánime: Kennedy fue reelegido meses después.
Cuatro años antes él mismo había burlado a la muerte en otro trágico accidente ocurrido la misma noche en que la Convención Demócrata de Massachusetts le esperaba para proclamarle como candidato al Senado. La avioneta en la que viajaba de Washington a Massachusetts se estrelló en medio de la niebla, provocando la muerte del piloto y de uno de sus asistentes.

Kennedy se fracturó la espalda, varias costillas y tuvo una hemorragia interna, pero milagrosamente sobrevivió. Sus dos hermanos mayores habían muerto -Joseph, el primogénito, falleció en la II Guerra Mundial-. Pero fue el asesinato de Bobby Kennedy el que marcó al senador, quien llegó a pensar en abandonar la política. Pero el peso de una educación marcada por las aspiraciones más altas se impuso.

"Esconderse no sirve de nada. Tengo que seguir defendiendo el compromiso con la justicia y el coraje que marcó sus vidas" dijo tras un periodo de reclusión de dos meses en 1968.

Perseguir la presidencia de su país fue una tentación a la que renunció varias veces en los años setenta por miedo a que el incidente de Chappaquiddick le persiguiera pero finalmente optó por intentarlo en 1980, sin éxito.

Fue a partir de ese momento cuando su trabajo como senador comenzó realmente a florecer. Su vida, que había arrancado en 1932 como la del pequeño niño malcriado de una familia aristocrática de nueve hermanos donde se le permitieron todos los caprichos -fue expulsado de Harvard por hacer trampas en un examen de español-, evolucionó hacia la de un político excepcional que aprendió con paciencia de sus propios errores.

Luchó contra la guerra de Vietnam y fue uno de los pocos que votó en contra de la invasión de Irak.

En palabras de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, "Ted Kennedy logró con su capacidad de hombre de Estado y sus proezas políticas mejorar las oportunidades de cada estadounidense". Su país pierde así al que quizás haya sido el Kennedy más valioso de todos los tiempos y al único de su dinastía al que la fortuna permitió alcanzar la vejez.


Entierro en el Cementerio Nacional de Arlington


Ted Kennedy será enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington, Virginia, donde también están enterrados sus hermanos John F. y Robert. Las exequias se llevarán a cabo este sábado.

El senador puede ser enterrado en este cementerio tanto por su servicio en el Congreso, donde ha sido el tercer senador con más años en servicio, como por su paso por el Ejército entre 1951 y 1953. Sólo dos presidentes estadounidenses están enterrados en Arlington, JFK y William Howard Taft quien murió en 1930.



Eunice Kennedy, impulsora de 'Special Olympics'
Hermana del presidente John, fue una destacada filántropa


Una nueva muerte sacudió ayer a la familia real estadounidense. Los Kennedy perdieron a la que, con los años, se había convertido en la mayor del clan, después de la muerte de seis de sus ocho hermanos.

Eunice Kennedy Shriver era una filántropa, una mujer que logró despertar el interés de la nación por los Special Olympics y que luchó incansablemente por ofrecer atención médica a los niños desfavorecidos de EE UU. Murió en la madrugada de ayer en Cape Cod, Massachusetts, a los 88 años de edad, después de haber sufrido una serie de ataques.


"Le enseñó a nuestra nación, y al mundo entero, que ninguna barrera física o mental pueden frenar el poder del espíritu humano", dijo ayer el presidente Barack Obama en un comunicado. "A lo largo de su extraordinaria vida, logró cambiar las vidas de millones de personas.

Para ella eso nunca fue suficiente", añadió su hermano, el senador Edward Kennedy, que está recibiendo tratamiento médico por un tumor cerebral.

La desgracia ha marcado la saga familiar de los Kennedy desde que Rosemary, nacida en 1918, fuera sometida en 1941 a una lobotomía prematura y efectuada de forma temeraria, que la dejó incapacitada de por vida.

Su hermano mayor, Joseph, murió en lucha en 1944, al final de la II Guerra Mundial. Kathleen y su marido, el marqués de Hartington, fallecieron en un accidente aéreo en 1948. John, que fue presidente, murió a tiros en Dallas en 1963.

La misma suerte de Robert, candidato a la presidencia, en 1968. Las únicas dos muertes naturales han sido las de Patricia, en 2006, y la de la propia Eunice, ayer.

La lobotomía de Rosemary, en 1941, a los 23 años de edad, la marcó de por vida y la animó a luchar incansablemente por las personas con discapacidades físicas y psíquicas. "Me llena de tristeza el pensar que aquel cambio no hubiera sido necesario si supiéramos lo que sabemos hoy", diría en un artículo publicado en 1962 en el Saturday Evening Post.

En 1957 se convirtió en vicepresidenta ejecutiva de la Fundación Joseph P. Kennedy Jr., "centrada en aportar ideas en el campo de las discapacidades intelectuales", según se dice en su página web.
Red en 180 países

Desde la mencionada fundación, ejerció su influencia sobre su hermano John para que creara, en 1962, el Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano, que fundaría una red de centros educativos públicos para niños con discapacidad en 1967 y financiaría los primeros Special Olympics, celebrados en 1968 en Chicago.

Posteriormente, creó la fundación que hoy por hoy sigue organizando los Juegos y que dirige su hijo Tim. Cuenta con una red de más de tres millones de atletas en 180 países.

Aquel fue su proyecto más querido. Según su familia, su mayor orgullo fue ver la ceremonia inicial de los Juegos Paralímpicos de Shanghai en 2007, cuando el presidente chino, Hu Jintao, recibió con una sonrisa y entre vítores a 7.000 atletas de China, un país donde la discapacidad ha sido tradicionalmente anatema y tabú.

Eunice Kennedy, nacida en 1921, se casó en 1953 con Robert Sargent Shriver, que se presentó como candidato a la vicepresidencia junto a George McGovern en 1972, en unas elecciones que ganó Richard Nixon.

Ambos tuvieron cinco hijos. La segunda, María, se convirtió en una periodista de éxito que se casó en 1986 con el actor austriaco Arnold Schwarzenegger.

De su suegra, Schwarzenegger, actual gobernador republicano de California, dijo ayer que le puso "en el camino del servicio público": "Me reclutó como entrenador para los Juegos Paralímpicos". En 1984, otro republicano ilustre, el presidente Ronald Reagan, le concedió el mayor galardón que puede recibir un ciudadano en EE UU, la Medalla Presidencial a la Libertad.



40 años después de Robert Kennedy


La batalla de las ideas y el deseo de cambio también dominaron las primarias demócratas en 1968

Acababa de ganar las primarias demócratas de California, derrotando al senador Eugene McCarthy por una diferencia de cuatro puntos.

Era joven, atractivo, provocaba profundas emociones, y también odios. Faltaban 20 minutos para la medianoche del 5 de junio de 1968.

En el hotel Ambassador de Los Ángeles, junto a su mujer Ethel, embarazada de su 11º hijo, había afirmado que pretendía acabar con la división que vivía EE UU desde hacía tres años: "Entre negros y blancos, entre los pobres y los más ricos, entre los jovenes y los mayores, o sobre la guerra de Vietnam".

Concluyó diciendo: "Podemos trabajar juntos y esta idea será el fundamento de mi campaña". Las mismas ideas que machaca hoy Barack Obama. Hoy, Irak, ayer Vietnam. Bobby Kennedy abandonó el podio estrujado por sus enfervorizados seguidores. Tenía que enfrentarse a la prensa en una sala contigua.


Bob, como Obama hoy, quería acabar con la división que vivía EE UU
Prometió resolver los problemas raciales con gestos hacia los negros
Robert Fitzgerald Kennedy, con ojeras marcadas en un rostro agotado por la campaña a la que había imprimido un ritmo emocional trepidante, acompañado por su mujer y una seguridad mínima, decidió volver a atravesar las cocinas.

El estrecho pasillo estaba repleto de cocineros, pinches, lavaplatos, botones. Bobby avanzaba estrechando manos. Acurrucado en una mesita para recoger bandejas le esperaba un palestino delgado, de baja estatura y pelo tupido.

Sirhan Sirhan, de 24 años, se levantó, quitó el papel que ocultaba su revólver del calibre 22 y disparó a quemarropa contra el vencedor de las primarias.

Robert Kennedy, que pretendía continuar la leyenda familiar concluyendo la presidencia inacabada de su hermano Jack, asesinado en Dallas hacía sólo cuatro años y seis meses, se desplomó con el cráneo destrozado.

Sirhan Sirhan fue reducido mientras gritaba: "Déjenme explicarlo. Lo he hecho por mi país. Amo a mi país".

La histeria, el descontrol y el horror anegaron el júbilo de la noche de la victoria.

Veintiseis horas más tarde, Robert Kennedy, la esperanza demócrata para las presidenciales de 1968, moría en el hospital Buen Samaritano de Los Ángeles.

Sirhan fue condenado a muerte por asesinato en primer grado pero posteriormente su sentencia fue conmutada por cadena perpetua después de que el Tribunal Supremo declarara inconstitucional la pena capital en California.

Curiosamente, Edward Kennedy peleó políticamente por esa gracia. En 1984 Sirhan pidió la revisión para obtener la libertad condicional.

Le fue denegada. Hoy continua encarcelado.

Cuarenta años después del magnicidio el mundo es completamente diferente. Pero la política nortemericana, la batalla de las ideas, el deseo de cambio tras una presidencia de George W. Bush absolutamente fracasada, quizás no sea tan distinta.

Los Kennedy pretendieron crear una dinastía presidencial, sin lograrlo. Los Bush lo consiguieron.

Y ahora los Clinton lo han intentado rozando el éxito. Barack Obama tiene 46 años, tres más que Bobby Kennedy cuando fue asesinado, y representa como él la llegada de una nueva generación a lo más alto de la política en EE UU.

Empujado en gran medida por la gente joven, como Bobby, el candidato negro demócrata a la Casa Blanca surfea en una ola gigante de ilusión y cambio. Asistimos a la Obamanía como hace cuatro décadas se vivió la Kennedymanía.

Hillary Clinton no ha entendido este cambio sociológico. Y en su desesperación por ver cómo un jovencito de color, sin casi experiencia previa, se atrevía a desafiar a la poderosa dinastía Clinton y a la vieja máquina demócrata de hacer política ha cometido su último error.

En un acto patoso, ha recordado el asesinato de RFK relacionándolo con Barack Obama. Torpe desesperación o no, en EE UU hay asuntos que es mejor no mentarlos.

Usar, como han hecho los Clinton, la raza de Obama y hablar del voto de "los buenos americanos blancos" es todavía hoy jugar con fuego. Sobre todo, cuando circulan chistes infames de "negro en la Casa Blanca, blanco perfecto".

Estados Unidos, al igual que hace 40 años, vive sacudido por una guerra. Irak es un importante caballo de batalla en las elecciones de noviembre.

Obama promete una retirada gradual y a plazo medio del país mesopotámico, aunque vaya matizando su postura a medida que ve más cerca la Casa Blanca.

El candidato republicano, John McCain quiere ganar esa guerra aunque sea a costa de una presencia permanente en Irak. Robert Kennedy construyó su campaña presidencial en 1968 sobre el fin de los bombardeos sobre Vietnam y el cierre de la guerra asiática en la mesa de negociaciones.

Ese año de 1968 fue un parteaguas histórico. Las fuerzas juveniles trataban de cambiar la sociedad acomodada y jerárquica de las posguerra.

El día en que asesinaron a Robert Kennedy la revuelta de aquel mitificado mayo continuaba en las calles de París donde los jóvenes buscaban el futuro debajo de los adoquines.

En EE UU, los estudiantes de la Universidad de Berkeley hacían causa común con los de la Sorbona y pedían el fin de la autoridad, el prohibido prohibir, y una nueva sexualidad.


En abril, sólo dos meses antes del asesinato de Robert Kennedy, un fanático blanco mataba al líder negro Martin Luther King que pretendía un cambio pacífico a través de la lucha por los derechos civiles de la minoría de color y el entendimiento con los blancos. Se desataron disturbios raciales en las principales ciudades de EE UU que dejaron 37 muertos.

Bobby voló a Memphis, donde asesinaron al líder negro, y se dirigió a 700 personas para decirles: "Debemos hacer un esfuerzo, como lo hizo Martin Luther King, para comprender con compasión y amor. Yo tuve un miembro de mi familia asesinado, pero fue muerto por un hombre blanco. No necesitamos la violencia, sino la compasión hacia el otro, y un sentimiento de justicia hacia los que aún sufren en nuestro país, sean blancos o negros".

Este discurso transversal es en gran medida el mismo que utiliza Obama, quien no quiere un país dividido por razas, géneros, generaciones o demócratas y republicanos. Es el sueño político del fin de las trincheras.

Cuando RFK decidió postularse para la presidencia, en el invierno de 1968, lo hizo inicialmente contra la opinión de su padre y de su hermano Ted, traumatizados por la muerte de John.

Jackie, la viuda del asesinado presidente, le dijo a su cuñado: "Te matarán". Montó su campaña presidencial sobre un fin de la guerra, lo mismo que Obama ahora con Irak. Pero Robert fue más lejos en su transmutación en un político liberal.

Se subió a la ola de la contracultura emergente con los hippies en pleno florecimiento, la cultura beatnik, la poesía de Allan Ginsberg, los profesores ultraliberales, los Rolling, los Beatles... Se convirtió en el político disidente, se dejó el pelo largo y llegó a afirmar que "si no hubiera nacido Kennedy sería un revolucionario".

Prometió resolver los problemas raciales haciendo constantes guiños a los negros, Acudió a los guetos urbanos. Abrazó también la causa de los chicanos y cultivó sin medida el voto judío. Alrededor de ese movimiento antiguerra y contracultural se formó una coalición del desencanto que Robert intentó conducir y a la que quiso sumar la clase media blanca.

Sin embargo, ésta comenzó a temer su candidatura como demasiado "amante de los negros".

Ocho años después del asesinato de RFK, los demócratas regresaban a la Casa Blanca. Robert Fitzgerald Kennedy fue enterrado en el cementerio nacional de Arlington como un héroe estadounidense, junto a su hermano John.

Fue velado en la catedral de San Patricio, en Nueva York, donde hasta los hippies hicieron cola para despedirle. Sonaron la Quinta Sinfonía de Mahler y el Aleluya del Mesías de Haendel en su funeral. Un tren con su féretro, que paró en todas las estaciones repletas de gente que le daban su último adios, trasladó los restos de Robert desde Nueva York hasta Washington.

En España recuerdo haber visto el trayecto del tren y el acto final en Arlington, en directo por TVE en un granuloso blanco y negro. Lo comentó Jesús Hermida.


¿Cómo habría sido una presidencia de Robert Kennedy en 1968? ¿Cómo sería una presidencia de Barack Obama en 2009?

EL OCASO DEL PODER: LOS KENNEDY


Una de las familias más emblemáticas y mediáticas de los Estados Unidos, LOS KENNEDY acaba de sufrir una de sus peores bajas con la muerte de Edward Kennedy, quien padecía de un tumor cerebral.
Controvertido, polémico pero gran concertador, Ted, como se le conocía en los ambientes políticos, tuvo su peor etapa cuando se descubrió la oscura muerte de una de sus asistentes o secretaria, que trunco su carrera presidencial.
Además sus adicciones al alcohol también fue uno de los más grandes obstáculos para allanar su camino a la presidencia del considerado el país más poderoso del mundo.
Lo real es que Ted Kennedy cargo con la gigantesca responsabilidad que dejaron sus hermanos Jhon F. y Robert Kennedy, ambos asesinados en los años 60. El primero ellos fue el presidente más carismático de todos los tiempos y que se supo distinguir por la excelente utilización de la naciente televisión y el segundo, Robert o Bob, que cayó abatido a tiros cuando también inicia su carrera hacía la presidencia de los Estados Unidos.
Ted Kennedy coloca nuevamente en la agenda internacional la leyenda de la familia Kennedy, cuyo padre, un magnate norteamericano, formó a sus hijos para luchar por los más altos cargos de ese poderoso país.
Para tener una idea de lo que significa una familia emblemática en los Estados Unidos les recomiendo, mis queridos lectores, ver la película que se encuentra en la cartelera limeña sobre la vida de George W Bush, titulada "W". En ese peli pdrán apreciar los pormenores de la formación y conflictos familiares de otras de las familias poderosas como son los Bush. (Por siaca en polvos azules pueden adquirir la película en referencia)
Sin más detalles, la crónica de la muerte de Ted Kennedy:
Fallece el senador Ted Kennedy, influyente figura del partido demócrata de EE UU


Tenía 77 años y padecía un tumor cerebral.
Progresista moderado, era conocido por su capacidad para el acuerdo


El senador estadounidense Edward Kennedy, una figura capital en el Partido Demócrata y heredero del legado político de una de las familias más influyentes del país tras el asesinato de sus dos hermanos mayores, murió anoche a los 77 años.
Era el gran patriarca de la familia Kennedy, la más representativa de la aristrocracia civil estadounidense.
Kennedy, uno de los más influyentes senadores de Estados Unidos (y de los que más tiempo ejerció el cargo) era un progresista moderado conocido por su consumada capacidad para alcanzar acuerdos en el Congreso.
Desde mayo de 2008 luchaba contra un tumor cerebral del que fue operado en junio.
Conocido como Teddy o Ted, era hermano del presidente de EE UU John Fitzgerald, asesinado en 1963; del senador Robert Kennedy, también asesinado durante un mitin preelectoral en 1968, y de Joe Kennedy, un piloto fallecido en la Segunda Guerra Mundial.
Tenía además otras cinco hermanas, una de las cuales, Eunice Kennedy Shriver, murió el pasado 11 de agosto a la edad de 88 años.
"Hemos perdido el centro irreemplazable de nuestra familia y una alegre luz en nuestras vidas, pero la inspiración de su fe, optimismo y perseverancia vivirá en nuestros corazones para siempre", ha declarado la familia a través de un comunicado.
La muerte de Kennedy marca el ocaso de una dinastía política y supone un mazazo para los demócratas, justo cuando estos tratan de cerrar filas en torno al presidente Barack Obama, quien intenta instaurar un nuevo sistema de seguridad social muy contestado.
Ted Kennedy había situado la salud y la educación como prioridad de su mandato. Era presidente de la comisión de Sanidad del Congreso.
Robert Kennedy y su familia, en especial su sobrina Caroline, hija de JFK, apoyaron la candidatura de Obama a la presidencia de Estados Unidos. Estuvo presente el día de la toma de posesión del nuevo presidente y tras el acto sufrió un desmayo debido a su enfermedad.
Icono de la izquierda
Nacido el 22 de febrero de 1932 en Boston, era el menor de los nueve hijos de Joseph y Rosa Kennedy y ha representado al Estado de Massachussets en el Senado desde su primera elección en 1962, en los escaños demócratas, en el asiento dejado por su hermano John, que fue nombrado presidente.
Jurista, titulado por Harvard y por la Universidad de Virginia, Ted Kennedy quedó en un segundo plano político hasta el asesinato de Robert, en junio de 1968.
Entonces se convirtió en el icono de la izquierda estadounindese.

martes, 25 de agosto de 2009

SINGAPUR ANTE LOS OJOS DEL MUNDO...

Esta recontra comprobado que es la educación el motor del desarrollo mundial. No hay duda ni discusión sobre el particular, más aún cuando está demostrado que las grandes potencias lograron su desarrollo teniendo como su pilar clave la educación.
Hoy el fenómeno de SINGAPUR asombra al mundo. Todos recuerdan que hace no mucho se encontraba en una pobreza extrema y hoy se tiene un desarrollo que deja a todos con la boca abierta.
Andrés Oppenheimer nos da mayores detalles sobre el particular:
Claves americanas
La educación, el secreto de Singapur

Por Andrés Oppenheimer
SINGAPUR.- Cuando funcionarios de todo el mundo vienen aquí para ver por qué los estudiantes de Singapur obtienen tan buenos resultados en exámenes internacionales de ciencia y matemática, no les lleva demasiado tiempo descubrir el secreto: hay una obsesión nacional con la educación.

Es una obsesión que, como pude observar a los pocos minutos de llegar al aeropuerto, se manifiesta hasta en los billetes de dólares del país. Mientras los billetes en Estados Unidos y América latina muestran imágenes de próceres del pasado, el billete de dos dólares de Singapur muestra un aula con alumnos escuchando al profesor, con una universidad en el fondo. Debajo se lee una palabra: "Educación".

En el transcurso de una visita de una semana, encontré en todas partes síntomas de esta obsesión nacional: hay bibliotecas públicas en los centros comerciales, enormes titulares en los medios sobre estudiantes que sobresalen académicamente y un ministro de Educación que también es ministro alterno de Defensa. Hay algunas cosas que muchos países latinoamericanos, y Estados Unidos, podrían aprender del papel de la educación acá.

Hace apenas cuatro décadas, cuando Gran Bretaña le retiró a Singapur su estatus de colonia británica, este pequeño país era tan pobre que ninguna otra nación quiso hacerse cargo de su territorio. Su PBI en los años 60 era menos de la mitad del de la Argentina y similar al de México y Jamaica.

Hoy, en gran parte por su énfasis en la educación, Singapur es el noveno entre los países más ricos del mundo en ingreso per cápita . Comparativamente, Estados Unidos ocupa el 10° lugar y la Argentina, el 81°.

En lo que hace a su sistema educativo, la historia de Singapur es asombrosa. Hace cuatro décadas, tenía un alto nivel de analfabetismo. Hoy, Singapur ocupa el primer puesto en los exámenes internacionales destinados a evaluar la capacidad de los estudiantes de 4° y 8° grado en matemática y ciencias.

"Para nosotros, la educación es una cuestión de supervivencia", me dijo el presidente de la Universidad Nacional de Singapur, Tan Chorh Chuan. "Singapur no tiene recursos naturales, de manera que no podemos sobrevivir si no nos concentramos en formar gente."

¿Cómo lo hizo Singapur? Según funcionarios y académicos locales, el fundador del país, Lee Kwan Yew, tuvo la visión de convertir a Singapur en un país angloparlante con educación bilingüe, donde los estudiantes aprenden inglés como primer idioma y su lengua materna -mandarín, tamil o malayo- como segundo. Eso contribuyó a convertir a Singapur en un centro importante del comercio mundial, afirman.

También convirtió el sistema educativo en una de las más duras meritocracias del mundo, que produce trabajadores altamente calificados y que exporta cada vez más productos de alta tecnología. La meritocracia académica de Singapur empieza en primer grado, donde los niños son clasificados en un ranking según su desempeño académico, desde el primero hasta el último.

En la escuela primaria Rulang, especializada en enseñanza robótica, los maestros me miraron un poco perplejos cuando les pregunté si informarle a una niña de siete años que es la última de su clase no es someterla a una presión excesiva.

"No", me dijo la directora de la escuela, Cheryl Lim. "Les decimos en qué lugar del ranking están para dejarles saber qué lugar ocupan en este momento y que pueden mejorar el año próximo.

Según el resultado que obtengan en un riguroso examen nacional al finalizar la primaria, los estudiantes son destinados a diferentes secundarias, cada una de las cuales tiene una especialidad particular. Por medio de un proceso de "canalización", las escuelas identifican las capacidades de los estudiantes y los encauzan en diferentes vertientes académicas que finalmente los conducen a la universidad o a escuelas técnicas o vocacionales.

Al finalizar la primera etapa del secundario, los estudiantes deben rendir otro examen y, según el resultado, pueden ir a institutos que ofrecen tecnicaturas especializadas o certificados en peluquería, asistencia de enfermería y otros oficios.
Las autoridades educativas y académicas niegan que sea un sistema draconiano. Señalan que esos institutos proporcionan una carrera a todo el mundo.
"Esa es la joya de mi corona", me dijo el ministro de Educación, Ng Eng Hen. "Casi todos los países tienen buenas universidades, pero pocos tienen un buen sistema de escuelas vocacionales.´

Mi opinión: por su pequeño tamaño y su régimen autoritario, no se puede presentar a este país como un modelo por seguir. No obstante, podemos aprender algo de su obsesión con la educación y de su red de seguridad académica para estudiantes de bajo desempeño.
Tal vez deberíamos empezar por poner la palabra "educación" en nuestros billetes, para recordarnos la importancia de un buen sistema educativo en la economía global, cada vez más basada en el conocimiento.

lunes, 24 de agosto de 2009

KAKA Y EL VECO


Una sabrosa semblanza del KAKA, aquel jugador brasileño que no saltó a la fama por sus goles, sino porque se casó VIRGEN, es decir sin haber probado a una mujer o mejor dicho sin haber tenido sexo o mejor sin haber saboreado los secretos más íntimos de una bella damisela.
Eso es lo que más resalta del enorme jugador que deslumbra en cuánto equipo ha jugado y mucho mejor cuando lo hace por Brasil, KAKA, es toda una estrella mundial del fútbol. Es admirado, venerado y querido por propios y extraños, donde vá deja sentado su terrible habilidad con la pelota. Es prácticamente el terror de las defensas y los arqueros.
Pero lo dejo con una sabroza semblanza del gran "Veco", don Emilio Laferranderie:
LA ESQUINA

Kaká, el fenómeno brasileño que ya la rompe en el Real Madrid


No es Zidane en el manejo único de la pelota, supremacía admitida por el propio Maradona, ni en la fineza del detalle sutil que buscaba el francés versallesco aunque Kaká puede asomar con igual trascendencia por potencia más una velocidad mayor y en eso no tenemos dudas.

Valdano sostiene que Zidane es “un falso lento” porque en circulación de balón es capaz de oprimir el acelerador en los hechos. En el brasileño la velocidad brota sola, encandila por impresión directa.

Son intermitentes ambos como todos los genios, Schiaffino y Cueto incluidos, y si están en vena les sobra capacidad para asegurar un resultado o dar vuelta cualquier partido.

El nacido en Brasilia ingresará el sábado ante el Deportivo —debut del Madrid en la liga— con 27 años que piden espacio, menos presión táctica, más diversión en la cancha sin las rejas de los cancerberos italianos.

El deseo reiterado de jugar por los merengues tiene relación con la posibilidad de armar paredes más pulcras, de plasmar ese fútbol fluido de tranco largo que brota de piernas que parecen remos y de ese remate sorpresivo desde lejos, espectacular, que vulneró el arco peruano en el 1-1 del Monumental por la Eliminatoria.

La semana que pasó dio un recital en el 5-0 ante el Borussia Dortmund, pase gol de tacón incluido mientras Cristiano Ronaldo no asomó con una efectividad por ahora escondida.

El portugués tiene más gol que Kaká, hecho indiscutible, aunque es más individualista.

Juega al “yo-yo”, más preocupado por el lucimiento personal.

Lo de Kaká trasciende siempre en función colectiva, en engarce a favor del conjunto.

Alguien ha dicho que si fuera negro estaría muy cerca de Pelé.

No somos adeptos a buscar paralelos con referentes de cumbre como Pelé, Maradona, Di Stéfano o Cruyff, porque los cuatro se ubican en una estantería histórica muy alta con un cartelito que por ahora dice “prohibido tocar”.

Kaká es un gran jugador que aún tiene más techo. Fue campeón mundial en el 2002, aunque jugó poco. Viene de cerrar una temporada importante: campeón de la Copa Confederaciones y mejor del torneo.

En el 2007 recibió el premio como mejor del mundo y lo llevó a la iglesia Renacer en Cristo, que está en Sao Paulo.

Es evangelista, se casó virgen con la también brasileña Caroline Célico en el 2005 y entonces se robustece esta versión distinta, casi con almidón de colegio, de crack responsable, incompatible con sus múltiples nocheros compatriotas, etílicos tenaces, farristas crónicos que han rifado sus carreras de futbolistas con un carnaval de año entero.

Por eso también el Real Madrid puso 65 millones de euros para traerlo desde la ciudad del Duomo.

Por ser un brasileño diferente, profesional intachable, que utiliza la noche para dormir y el día para correr con más ímpetu junto a la pelota.

No hay que pellizcarse, es cierto. Y por eso también uno de los farristas deslizó que cuando Kaká se jubile del fútbol podría ser sacerdote.

De alguna manera ya lo es y la broma se acható sola. Kaká ya predica a diario con su ejemplo y vale reconocerlo con una frase de norma: muchas gracias, “Padre”, y sin pensar en la medallita.