jueves, 7 de octubre de 2010

EL PODER MEDIATICO DE LULA

El casi saliente Presidente del Brasil, Inacio Lula Da Silva, ha acogido a los latinoamericanos con una reflexión sobre la prensa que realmente merece un análisis de fondo.

Resulta por demás interesante porque culmina su gobierno con el 80% de aceptación popular...la entrevista la concedió Lula al diario Jornada de México y Página 12 de Argentina...



LULA


–En la Presidencia lo primero que aprendemos es a gobernar. Cuando uno llega a la presidencia de la República normalmente antes estuvo muchos años en la oposición. Cuando iba un debate o a una reunión yo les decía a mis interlocutores: “Me parece”, “pienso”, “creo...”. En el Gobierno uno no piensa que, a uno no le parece que, uno no cree que. O hace, o no hace. Gobernar es una eterna toma de decisiones. Uno aprende a ser más tolerante y a consolidar la práctica democrática. La convivencia política en la adversidad es una enseñanza estupenda para quien cree en la democracia como un valor supremo dentro del arte de hacer política. Y eso lo aprendemos ejercitándolo todo el santo día. No creo que haya una universidad capaz de enseñarle a alguien a hacer política, a tomar decisiones. Uno puede teorizar, pero entre la teoría y la práctica hay una enorme diferencia diaria. Tomemos, por ejemplo, mi segundo mandato, que empezó en el 2007. Todo el mundo sabe que yo le tenía miedo a ese segundo mandato presidencial. Tenía miedo del agotamiento, de la chatura, de repetir todo. Pero cuando lanzamos el PAC, el Programa de Aceleración del Crecimiento, la verdad es que hicimos un transplante de todos los órganos vitales del Gobierno y creamos un gobierno nuevo, más productivo, mucho más eficaz, más activo. Eso es lo que tenemos hoy en funcionamiento. Para mí ése fue un gran aprendizaje. Tanto que no quiero olvidarlo cuando deje la Presidencia. Preciso continuar aprendiendo. Pasar por la Presidencia, enfrentar las adversidades que enfrentamos nosotros y llegar al final del segundo mandato con esta buena situación de hoy es algo que logramos porque practicamos intensamente el ejercicio democrático. Convocamos a 72 audiencias nacionales sobre todos los temas, desde la seguridad pública a la comunicación, pasando por la discapacidad. Todas las políticas que implementamos fueron resultado de audiencias. El pueblo participó activamente de las decisiones y de las políticas públicas. Ese es el cambio fundamental. Cuando llegué, en 2003, en el Ministerio de Transportes se gastaban mil millones de reales por año. Hoy gastamos 1,6 mil millones de reales por mes. O sea que aprendimos a gastar y aprendimos a hacer obras.
“No dependemos de la prensa”
Lula suele hacer comentarios ocasionales sobre la política de algunos grandes medios de comunicación, pero no de una manera permanente: parece creer que cuando los hechos son tozudos se vuelven indestructibles. La última tapa del semanario Veja parece escrita en medio de una guerra. En lugar de anunciar las elecciones, alerta contra una supuesta amenaza contra la libertad. La causa de tanta alarma es que Lula sólo dijo que a veces, cuando los partidos conservadores son insuficientes, algunos medios actúan como partidos conservadores.
–El día que la prensa decida divulgar la revolución que se produjo en Brasil –dice ahora con ironía–, el pueblo se va a dar cuenta del todo. En los sondeos el Gobierno aparece con un 80 por ciento de aprobación. No es Lula, es el Gobierno. ¡Y estamos en el octavo año de mandato! ¿Cuál es el fenómeno? Que no dependemos de la prensa. Si fuera por la prensa, yo tendría 10 por ciento de aprobación. O hasta les debería algunos puntos. El fenómeno es que los resultados llegan a las manos del pueblo. El pueblo recibe los beneficios, ve que las cosas se hacen. Entonces, el que no habló no formó parte de la historia de ese período. Ese fue el gran cambio entre 2003 y 2010.
–Usted dice que hizo cosas que quizás algún día la prensa divulgará. Y el gobierno, ¿no lo divulgó?
Yo no me quejo mucho de la prensa porque también llegué adonde llegué a causa de la prensa. Contribuyó mucho a que yo llegara donde llegué. Por eso soy un defensor juramentado de la libertad de expresión y la democracia. Ahora, hay gente que confunde la democracia y la libertad de comunicación con actitudes extemporáneas. No sé si es una tendencia mundial. No sé si será que las buenas noticias no venden diarios. Tal vez los escándalos vendan... Yo voy a terminar mi mandato sin haber almorzado con ningún dueño de diario, con ningún dueño de un canal de televisión, con ningún dueño de revista. Sí mantuve con todos ellos una actitud respetuosa y democrática. Quise entender su papel y que ellos entendieran el mío. Muchas veces el pueblo se entera de las cosas buenas que suceden en este país porque las divulgamos nosotros a través de la publicidad, por Internet o por el blog del Planalto. A veces, si sólo dependiese de determinados medios de comunicación, ni siquiera hablarían de algunos temas. Algunos hasta dicen: “No nos interesa cubrir eso, esa inauguración...”. Por ahí es verdad, no sé... El dato concreto es que, en mi opinión, si el pueblo fuese mejor informado, sabría más cosas y podría hacer mejores juicios de valor. Para mí el arte de la democracia es ése: que la gente tengan seguridad de la calidad de la información, de la honestidad de la información y de la neutralidad de la información. Y quizás hubiera sido más fácil que los medios de comunicación asumiesen categóricamente su compromiso partidario. Así todos sabríamos quién es quién. Pero ésa no es la situación actual en Brasil. Hoy parece todo independiente, pero basta ver las tapas para darse cuenta de que la independencia termina donde comienza el comercio.
Entonces, la gente precisa saber que si la información fluye correctamente, eso facilitará la toma de decisiones para su vida. En Brasil estamos aprendiendo. Así vamos construyendo nuestra democracia. No tengo derecho a quejarme. Voy a terminar mi mandato con el mayor nivel de aprobación que jamás alguien haya alcanzado. Hay presidentes que ni siquiera comienzan con esa cifra del 80 por ciento. Por eso tengo que agradecer al pueblo brasileño, a la democracia brasileña y –por qué no decirlo– también a la prensa: su comportamiento, a favor o en contra, fue formando un juicio de valor. Tengo una tesis que vale tanto para la prensa como para nuestra conducta cotidiana: si todos los días alguien está a favor del gobierno, perderá credibilidad. Pero también la perderá si todos los días está en contra. Los dos extremos son malos. Hay que hablar de las cosas buenas del gobierno cuando suceden. Entonces, cuando se hable de las cosas malas, la credibilidad estará intacta. Eso es lo que desarrollaría y consolidaría la libertad de comunicación en el país: el compromiso sólo con la verdad y nada más que con la verdad, le duela a quien le duela.
–En dos mandatos y ocho años de gobierno conseguimos hacer una revolución. Sacamos a 27 millones que estaban por debajo de la línea de pobreza absoluta y al mismo tiempo llevamos 36 millones de personas a convertirse en parte de la clase media. No es poca cosa. Generamos 15 millones de empleos.
–Treinta y seis millones es casi una Argentina entera.
–Sí, casi una Argentina. Y simultáneamente desplegamos programas para atender a la franja más pobre de la población. Programas simples pero objetivos, como la Bolsa Familia, como el programa Luz para todos, como el PPA, que es para compra de alimentos, o el plan de Agricultura Familiar. Realizamos políticas públicas que no estaban previstas en el escenario político nacional. El pueblo brasileño hoy vive más feliz, mejor,.
–Si no hay intermediarios, ¿cómo se comunica un presidente como usted?
–El tono oficial me da un poco de miedo. Puede tener credibilidad durante un tiempo, pero después la pierde. Yo tengo un programa de radio. Sale los lunes. Dura cinco minutos. A veces hasta llego a seis minutos. Lo grabo el domingo a la noche y después no es obligatorio difundirlo. Lo transmite la radio que quiere hacerlo. Sí disponemos de la NBR, la televisión del gobierno, que divulga íntegramente las cosas que hacen los gobiernos. Se transmiten enteros todos los discursos.
–¿La NBR está en televisión abierta?
–No, no. Aún estamos construyendo todavía la tevé pública. Es un proceso de fortalecimiento. Pero no queremos que la tevé pública quede como un canal para transmitir las actividades del presidente. Nadie soporta eso todos los días. Mi ideal es que todos nos comprometamos con la verdad. Incluso los medios de comunicación. Cuando el pueblo esté bien informado, todos estarán bien informados. El Estado no tiene por qué tener un instrumento oficial para transmitir. Sí debe contar con una tevé pública con programación de calidad, de contenido competitivo en forma y en fondo. El Estado no debe competir con los privados en materia de financiamiento. Debe ser el primero en pluralidad de informaciones, porque eso dará credibilidad al Estado. Y al mismo tiempo, ser el primero en la seriedad de las informaciones. La tevé pública no debe decir que el presidente Lula está vestido con traje blanco cuando tiene uno negro. No tiene por qué decir que juega bien o mal al fútbol. Si, al contrario, se compromete con la verdad, puede ser que a un presidente o a otro no le guste lo que dice la tevé, pero la democracia lo agradecerá. Yo no hubiera sido presidente sin democracia. Recordemos, por ejemplo, aquella foto famosa del primer gobierno de la Revolución Rusa. En esa dirección política no hay un solo obrero metalúrgico. Y así pasa normalmente en muchas revoluciones. Las direcciones políticas son siempre de clase media. O de intelectuales. Pero en Brasil conseguimos crear democráticamente un partido con mayoría de trabajadores y llegamos a la presidencia de la República. Y todo eso en poco más de 20 años.
“El derecho de comer”
Hay una imagen famosa de Lula. Lo muestra dando un discurso en un estadio de San Pablo mientras sobrevuelan los helicópteros de la dictadura.
–Tengo una conducta que viene del movimiento sindical –dice–. La democracia, para mí, no es una media palabra. Es una palabra completa. Algunos entienden por democracia apenas el derecho del pueblo a gritar que tiene hambre. Yo entiendo por democracia no sólo el derecho de gritar contra el hambre sino el derecho de comer. Esa es la diferencia fundamental. Democracia, para mí es permitir el derecho de adquirir conquistas, y no sólo el derecho a la protesta. Es un tema delicado. Aquí en Brasil hicimos una Conferencia de Comunicación. Participaron algunos dueños de medios de comunicación, de telefonía, gente del movimiento social, los blogueros... Todos. Todos los que quisieron participar. No me quejo. Pero aquí debería invitar a Emir Sader a que dé una conferencia para los dueños de diarios y les diga lo que él sostiene: que tienen obligación de informar. Ellos no lo creen así. Muchas veces parece que tuvieran obligación de desinformar. Miren los diarios y las revistas de los últimos tiempos. ¡Y no hubo un presidente que haya dado a la democracia la importancia que le di yo! Es importante entender lo que pasa en Brasil. El pueblo levantó la cabeza y la autoestima a un nivel extraordinario. Y todavía va a mejorar más. Cuanto más pluralismo tengamos, cuantas más opciones tengamos, mejor informado estará el pueblo, porque el pueblo dispondrá de una canasta de informaciones. Por eso es importante la revolución de Internet, que mucha gente no comprende o no quiere comprender. Después de Internet todo queda viejo. La Internet es en tiempo real. O sea: termino de dar una entrevista colectiva, vuelvo a mi oficina, me conecto y en 30 segundos están las noticias de todo el mundo. Incluso mi propia conferencia de prensa. No sé cómo hará el mundo para sobrevivir a esa avalancha de informaciones que recibe la sociedad. Las personas interactúan, responden, critican, se sienten coautoras de la noticia. Es extraordinario.

miércoles, 6 de octubre de 2010

IMPACTANTE RELACION PRENSA-PODER

Con el 80% de aprobación de los brasileños, el Presidente Inacio Lula Da Silva se apresta ha abandonar el PODER y lo hace por todo lo alto y con la relación especial con la prensa...No he necesitado de tomar un desayuno, almorzar o cenar con ningún dueño de algún medio de prensa.

La entrevista que les adjunto es de antología y que merece un análisis a fondo para aquellos que les encanta el PODER. Lula habló con tres diarios, La Jornada de México, Página 12 de Argentina y uno más de otro país.


Lula puede disimularlo. Está rozagante. Cuando entra y saluda uno por uno es tentador sacar una conclusión: si hubiera que hacer el retrato de un hombre feliz, de un dirigente político satisfecho, no estaría mal elegir a este señor que entregará el mando el 1º de enero de 2011 después de dos mandatos y con un 80 por ciento de imagen positiva.



Entrevista

–¿Qué aprendió en casi ocho años de Presidencia? ¿Qué entiende hoy mejor que antes? ¿Qué diferencia tiene el Lula de hoy con el que asumió el 1º de enero de 2003?

–En la Presidencia lo primero que aprendemos es a gobernar. Cuando uno llega a la presidencia de la República normalmente antes estuvo muchos años en la oposición. Cuando iba un debate o a una reunión yo les decía a mis interlocutores: “Me parece”, “pienso”, “creo...”. En el Gobierno uno no piensa que, a uno no le parece que, uno no cree que. O hace, o no hace. Gobernar es una eterna toma de decisiones. Uno aprende a ser más tolerante y a consolidar la práctica democrática. La convivencia política en la adversidad es una enseñanza estupenda para quien cree en la democracia como un valor supremo dentro del arte de hacer política. Y eso lo aprendemos ejercitándolo todo el santo día. No creo que haya una universidad capaz de enseñarle a alguien a hacer política, a tomar decisiones. Uno puede teorizar, pero entre la teoría y la práctica hay una enorme diferencia diaria. Tomemos, por ejemplo, mi segundo mandato, que empezó en el 2007. Todo el mundo sabe que yo le tenía miedo a ese segundo mandato presidencial. Tenía miedo del agotamiento, de la chatura, de repetir todo. Pero cuando lanzamos el PAC, el Programa de Aceleración del Crecimiento, la verdad es que hicimos un transplante de todos los órganos vitales del Gobierno y creamos un gobierno nuevo, más productivo, mucho más eficaz, más activo. Eso es lo que tenemos hoy en funcionamiento. Para mí ése fue un gran aprendizaje. Tanto que no quiero olvidarlo cuando deje la Presidencia. Preciso continuar aprendiendo. Pasar por la Presidencia, enfrentar las adversidades que enfrentamos nosotros y llegar al final del segundo mandato con esta buena situación de hoy es algo que logramos porque practicamos intensamente el ejercicio democrático. Convocamos a 72 audiencias nacionales sobre todos los temas, desde la seguridad pública a la comunicación, pasando por la discapacidad. Todas las políticas que implementamos fueron resultado de audiencias. El pueblo participó activamente de las decisiones y de las políticas públicas. Ese es el cambio fundamental. Cuando llegué, en 2003, en el Ministerio de Transportes se gastaban mil millones de reales por año. Hoy gastamos 1,6 mil millones de reales por mes. O sea que aprendimos a gastar y aprendimos a hacer obras.

–¿En el mismo ministerio?

–El mismo. Con esos 1,6 mil millones pagamos y contratamos lo que hace falta. En 2003 teníamos 380 mil millones de reales de crédito para todo Brasil. Hoy, 1,6 billones.

–¿Eso es mucho?

–Es poco. Pero es mucho si se lo compara con lo que teníamos en 2003.

“No dependemos de la prensa”

Lula suele hacer comentarios ocasionales sobre la política de algunos grandes medios de comunicación, pero no de una manera permanente: parece creer que cuando los hechos son tozudos se vuelven indestructibles. La última tapa del semanario Veja parece escrita en medio de una guerra. En lugar de anunciar las elecciones, alerta contra una supuesta amenaza contra la libertad. La causa de tanta alarma es que Lula sólo dijo que a veces, cuando los partidos conservadores son insuficientes, algunos medios actúan como partidos conservadores.

–El día que la prensa decida divulgar la revolución que se produjo en Brasil –dice ahora con ironía–, el pueblo se va a dar cuenta del todo. En los sondeos el Gobierno aparece con un 80 por ciento de aprobación. No es Lula, es el Gobierno. ¡Y estamos en el octavo año de mandato! ¿Cuál es el fenómeno? Que no dependemos de la prensa. Si fuera por la prensa, yo tendría 10 por ciento de aprobación. O hasta les debería algunos puntos. El fenómeno es que los resultados llegan a las manos del pueblo. El pueblo recibe los beneficios, ve que las cosas se hacen. Entonces, el que no habló no formó parte de la historia de ese período. Ese fue el gran cambio entre 2003 y 2010.

–Usted dice que hizo cosas que quizás algún día la prensa divulgará. Y el gobierno, ¿no lo divulgó?

–En Brasil hay un debate muy interesante. Y sé que no es una discusión sólo brasileña. En la Argentina se da el mismo debate, y lo mismo en los otros países de América latina. Hasta Barack Obama, a poco de asumir, dijo que la cadena Fox no es un medio de comunicación sino un partido político. Yo converso con dirigentes de todo el mundo. Todos se quejan. Yo no me quejo mucho de la prensa porque también llegué adonde llegué a causa de la prensa. Contribuyó mucho a que yo llegara donde llegué. Por eso soy un defensor juramentado de la libertad de expresión y la democracia. Ahora, hay gente que confunde la democracia y la libertad de comunicación con actitudes extemporáneas. No sé si es una tendencia mundial. No sé si será que las buenas noticias no venden diarios. Tal vez los escándalos vendan... Yo voy a terminar mi mandato sin haber almorzado con ningún dueño de diario, con ningún dueño de un canal de televisión, con ningún dueño de revista. Sí mantuve con todos ellos una actitud respetuosa y democrática. Quise entender su papel y que ellos entendieran el mío. Muchas veces el pueblo se entera de las cosas buenas que suceden en este país porque las divulgamos nosotros a través de la publicidad, por Internet o por el blog del Planalto. A veces, si sólo dependiese de determinados medios de comunicación, ni siquiera hablarían de algunos temas. Algunos hasta dicen: “No nos interesa cubrir eso, esa inauguración...”. Por ahí es verdad, no sé... El dato concreto es que, en mi opinión, si el pueblo fuese mejor informado, sabría más cosas y podría hacer mejores juicios de valor. Para mí el arte de la democracia es ése: que la gente tengan seguridad de la calidad de la información, de la honestidad de la información y de la neutralidad de la información. Y quizás hubiera sido más fácil que los medios de comunicación asumiesen categóricamente su compromiso partidario. Así todos sabríamos quién es quién. Pero ésa no es la situación actual en Brasil. Hoy parece todo independiente, pero basta ver las tapas para darse cuenta de que la independencia termina donde comienza el comercio. También se trata de un aprendizaje. Tenemos poco tiempo de democracia. En este momento estamos viviendo el mayor período de democracia constante de Brasil, sea a partir de la Constitución de 1988 o sea a partir de la asunción del presidente José Sarney. Son poco más de 20 años. Es una democracia muy incipiente, aunque es muy fuerte y goza de instituciones sólidas. Hicimos un impeachment y no pasó nada. Aquí eligieron a un metalúrgico. Percibimos un avance general en América latina. Eso va consolidando la democracia independientemente de los nostálgicos que siempre dijeron que un metalúrgico no podría llegar a la cima, que un indio tampoco, que un negro no podría llegar, que una mujer tampoco. Estamos quebrando esos tabúes.

“Opción por la democracia”

Lula creció políticamente como dirigente sindical, como luchador por la libertad en Brasil y como uno de los líderes del movimiento a favor de las elecciones libres en medio de la dictadura que gobernó nada menos que 21 años, entre 1964 y 1985. El Partido de los Trabajadores se fundó en 1980. No necesitó adaptarse, como otros partidos de izquierda, a la democracia como un valor supremo. Así surgió.

–Hay que valorar esto –dice Lula cuando revisa qué pasa hoy en Sudamérica–: la izquierda en América latina hace opción por la democracia y por esa vía está llegando al poder en varios países. Los golpes no son de la izquierda. Nadie de izquierda dio el golpe en Honduras. Entonces, la gente precisa saber que si la información fluye correctamente, eso facilitará la toma de decisiones para su vida. En Brasil estamos aprendiendo. Así vamos construyendo nuestra democracia. No tengo derecho a quejarme. Voy a terminar mi mandato con el mayor nivel de aprobación que jamás alguien haya alcanzado. Hay presidentes que ni siquiera comienzan con esa cifra del 80 por ciento. Por eso tengo que agradecer al pueblo brasileño, a la democracia brasileña y –por qué no decirlo– también a la prensa: su comportamiento, a favor o en contra, fue formando un juicio de valor. Tengo una tesis que vale tanto para la prensa como para nuestra conducta cotidiana: si todos los días alguien está a favor del gobierno, perderá credibilidad. Pero también la perderá si todos los días está en contra. Los dos extremos son malos. Hay que hablar de las cosas buenas del gobierno cuando suceden. Entonces, cuando se hable de las cosas malas, la credibilidad estará intacta. Eso es lo que desarrollaría y consolidaría la libertad de comunicación en el país: el compromiso sólo con la verdad y nada más que con la verdad, le duela a quien le duela.

–En la campaña electoral de 2002 usted decía que el mercado no era capaz de entender la necesidad de que los brasileños comieran tres veces por día. Después de dos mandatos, ¿cumplió con ese objetivo?

–En dos mandatos y ocho años de gobierno conseguimos hacer una revolución. Sacamos a 27 millones que estaban por debajo de la línea de pobreza absoluta y al mismo tiempo llevamos 36 millones de personas a convertirse en parte de la clase media. No es poca cosa. Generamos 15 millones de empleos.

–Treinta y seis millones es casi una Argentina entera.

–Sí, casi una Argentina. Y simultáneamente desplegamos programas para atender a la franja más pobre de la población. Programas simples pero objetivos, como la Bolsa Familia, como el programa Luz para todos, como el PPA, que es para compra de alimentos, o el plan de Agricultura Familiar. Realizamos políticas públicas que no estaban previstas en el escenario político nacional. El pueblo brasileño hoy vive más feliz, mejor, pero todavía hay mucho que hacer. Espero que en los próximos tiempos la compañera Dilma pueda concluir el trabajo que comenzamos. Ya probamos que era posible. Lo hicimos con mucha fuerza y, diría, mucha eficacia. No quiero ser presuntuoso, pero lo que hicimos en política social es una revolución en Brasil. Una revolución que aún debe ser completada. No se puede desmontar el aparato de exclusión de 500 años en 8 años. Pero ahora contamos con una base extraordinaria y tenemos que extender la experiencia a otros países. Porque algunas cosas son sagradas para nosotros. Combinamos crecimiento económico con baja inflación. En Brasil, eso parecía imposible. Y era imposible aumentar los salarios en términos reales y mantener controlada la inflación. O mantener una política de exportación creciente y, al mismo tiempo, una política de fortalecimiento del mercado interno. Todo esto demuestra un alto grado de estabilidad en las políticas que desplegamos. Si esas políticas tuvieran un horizonte de otros cuatro u ocho años, sin duda dentro de poco tiempo seremos la quinta economía del mundo. Las condiciones están dadas. Ese horizonte es posible porque avanzamos gracias a la relación que establecimos con la sociedad.

Ya no manda la “Casa Grande”

En 1933, el sociólogo Gilberto Freyre escribió un libro con destino de clásico: Casa Grande e Senzala. Había comenzado preguntándose qué era ser brasileño. Y el libro describía una sociedad esclavócrata, híbrida de indios y negros. En la colonización portuguesa, la casa grande era el casco de la fazenda azucarera y después cafetalera, en medio de un mestizaje permanente con las guaraníes. Las condiciones se hicieron más duras con la introducción de los esclavos negros, que vivían en las barracas, las senzalas, y proveían tanto la mano de obra como las domésticas y las amantes forzadas.

–Se terminó el tiempo en que la “casa grande” decía qué tenía que hacer la senzala –subraya ahora este Lula que en el siglo XIX sin duda hubiera estado confinado en un rancho.

–Si no hay intermediarios, ¿cómo se comunica un presidente como usted?

–El tono oficial me da un poco de miedo. Puede tener credibilidad durante un tiempo, pero después la pierde. Yo tengo un programa de radio. Sale los lunes. Dura cinco minutos. A veces hasta llego a seis minutos. Lo grabo el domingo a la noche y después no es obligatorio difundirlo. Lo transmite la radio que quiere hacerlo. Sí disponemos de la NBR, la televisión del gobierno, que divulga íntegramente las cosas que hacen los gobiernos. Se transmiten enteros todos los discursos.

–¿La NBR está en televisión abierta?

–No, no. Aún estamos construyendo todavía la tevé pública. Es un proceso de fortalecimiento. Pero no queremos que la tevé pública quede como un canal para transmitir las actividades del presidente. Nadie soporta eso todos los días. Mi ideal es que todos nos comprometamos con la verdad. Incluso los medios de comunicación. Cuando el pueblo esté bien informado, todos estarán bien informados. El Estado no tiene por qué tener un instrumento oficial para transmitir. Sí debe contar con una tevé pública con programación de calidad, de contenido competitivo en forma y en fondo. El Estado no debe competir con los privados en materia de financiamiento. Debe ser el primero en pluralidad de informaciones, porque eso dará credibilidad al Estado. Y al mismo tiempo, ser el primero en la seriedad de las informaciones. La tevé pública no debe decir que el presidente Lula está vestido con traje blanco cuando tiene uno negro. No tiene por qué decir que juega bien o mal al fútbol. Si, al contrario, se compromete con la verdad, puede ser que a un presidente o a otro no le guste lo que dice la tevé, pero la democracia lo agradecerá. Yo no hubiera sido presidente sin democracia. Recordemos, por ejemplo, aquella foto famosa del primer gobierno de la Revolución Rusa. En esa dirección política no hay un solo obrero metalúrgico. Y así pasa normalmente en muchas revoluciones. Las direcciones políticas son siempre de clase media. O de intelectuales. Pero en Brasil conseguimos crear democráticamente un partido con mayoría de trabajadores y llegamos a la presidencia de la República. Y todo eso en poco más de 20 años.

“El derecho de comer”

Hay una imagen famosa de Lula. Lo muestra dando un discurso en un estadio de San Pablo mientras sobrevuelan los helicópteros de la dictadura.

–Tengo una conducta que viene del movimiento sindical –dice–. La democracia, para mí, no es una media palabra. Es una palabra completa. Algunos entienden por democracia apenas el derecho del pueblo a gritar que tiene hambre. Yo entiendo por democracia no sólo el derecho de gritar contra el hambre sino el derecho de comer. Esa es la diferencia fundamental. Democracia, para mí es permitir el derecho de adquirir conquistas, y no sólo el derecho a la protesta. Es un tema delicado. Aquí en Brasil hicimos una Conferencia de Comunicación. Participaron algunos dueños de medios de comunicación, de telefonía, gente del movimiento social, los blogueros... Todos. Todos los que quisieron participar. No me quejo. Pero aquí debería invitar a Emir Sader a que dé una conferencia para los dueños de diarios y les diga lo que él sostiene: que tienen obligación de informar. Ellos no lo creen así. Muchas veces parece que tuvieran obligación de desinformar. Miren los diarios y las revistas de los últimos tiempos. ¡Y no hubo un presidente que haya dado a la democracia la importancia que le di yo! Es importante entender lo que pasa en Brasil. El pueblo levantó la cabeza y la autoestima a un nivel extraordinario. Y todavía va a mejorar más. Cuanto más pluralismo tengamos, cuantas más opciones tengamos, mejor informado estará el pueblo, porque el pueblo dispondrá de una canasta de informaciones. Por eso es importante la revolución de Internet, que mucha gente no comprende o no quiere comprender. Después de Internet todo queda viejo. La Internet es en tiempo real. O sea: termino de dar una entrevista colectiva, vuelvo a mi oficina, me conecto y en 30 segundos están las noticias de todo el mundo. Incluso mi propia conferencia de prensa. No sé cómo hará el mundo para sobrevivir a esa avalancha de informaciones que recibe la sociedad. Las personas interactúan, responden, critican, se sienten coautoras de la noticia. Es extraordinario.

martes, 17 de agosto de 2010

FRANCESCO COSSIGA: ELOGIO AL PODER

Considerado uno de los grandes de la política de Italia, Francisco Cossiga, dejó de existir y les ofrecemos una breve pero intensa semblanza del ex Presidente italiano:





Francesco Cossiga,
figura esencial del último medio siglo en Italia
Presidente de la República durante siete años, ahora era senador vitalicio



Murió hoy martes en Roma Francesco Cossiga, presidente de la República italiana desde 1985 a 1992, actual senador vitalicio. Hace un mes había cumplido 82 años. Con él se va un pedazo de la historia del país. De su política, con las luces y las ambigüedades que la caracterizan y que él encarnaba.

Figura central —y controvertida— del último medio siglo, símbolo de la turbulenta transición entre la época del poder de la Democracia Cristiana, su partido, y del bipolarismo, entre la primera y la segunda República, la que nació de las cenizas de Manos Limpias a principios de los noventa, sin DC, sin partido comunista ni socialista.

Ocupó todos los cargos más importantes: ministro del Interior bajo la guía de Giulio Andreotti (1976-1978); primer ministro, desde 1979 hasta 1980; fue el más joven presidente del Senado, en 1983, y jefe de Estado, en 1985. Ni en los últimos años, como senador vitalicio y presidente emérito de la República, se alejó del escenario de la atormentada política transalpina.

Con una característica vena polémica y anticonformista disparaba a quemarropa contra ex compañeros de partido, alababa algún que otro miembro de la oposición (por ejemplo estimaba al ex comunista Massimo D'Alema, hasta el punto de que patrocinó la formación de su Gobierno técnico en 1998), dispensaba comentarios incómodos sobre episodios y personajes del país, se quitaba varias espinitas con el aire flemático y el genuino acento sardo que nunca perdió.

Lo llamaban Il Picconatore, apodo que se ganó en la última parte de su mandato presidencial cuando jugó un papel crucial en tumbar el viejo panorama político. Había nacido en Sassari, como Enrico Berlinguer, secretario del Partido Comunista, que era su primo.

Su trayectoria atraviesa medio siglo de vida italiana, pero queda atrapada en los 55 días más dramáticos de la historia moderna del país: el secuestro y asesinato de Aldo Moro, moderado secretario de la Democracia Cristiana, asesinado en la primavera de 1978 por las Brigadas Rojas. El 16 de marzo, a pocas horas del secuestro, Cossiga reunió la cúpula del partido, que se decantó por la llamada línea de la firmeza. Cossiga era entonces ministro de Interior y le tocó la ingrata tarea de anunciar al país que el Gobierno no iba a negociar con los terroristas . El rostro tenso y la mirada perdida de Cossiga aquel día quedaron impresos en la retina de todo italiano: estaban abandonando a Moro en las manos de sus secuestradores. "No sé si los otros miembros del partido eran conscientes de que le estábamos condenando a muerte. Yo sí —dijo años después— Si tengo el pelo blanco y la piel manchada, es por aquellos momentos". Fue él quien recibió la primera carta desde la cárcel secreta. El secretario pedía que el Estado se esforzara todo lo posible para salvarle. Fue él, Cossiga, el primero —y el único— que dimitió cuando el 10 de mayo encontraron el cuerpo sin vida de Moro encerrado en el baúl de un Renault rojo.

Treinta y dos años después, aún no se ha aclarado el papel desempeñado por Cossiga y los otros democristianos en ese episodio.

Hombre de los misterios y a la vez desvelador de los mismos, el ex presidente fue el primero en hablar de Gladio, una organización paramilitar que en los años sesenta, en plena guerra fría, la OTAN instituía en Italia para evitar —incluso con las armas— que el mayor partido comunista de Europa, el italiano, se acercara al Gobierno. Cossiga era uno de sus miembros.

En la primavera de 1977, Cossiga protagonizó otra página negra de la historia del país. Cuando los movimientos estudiantiles y obreros de extrema izquierda llenaron las plazas y ocuparon las universidades, respondió con mano de hierro. "He barrido el movimiento, enviando tanques a romper la reja de la Universidad de Roma y las metralletas de los carabinieri a Bolonia", dijo en una entrevista hace dos años. Es verdad, la rebelión fue dominada, pero a costa de mucha sangre de jóvenes, policías y estudiantes. El 11 de marzo, un disparo mató a Francesco Lorusso, estudiante de 26 años, durante una manifestación en la ciudad roja. El 12 de mayo, la misma suerte corrió Giorgiana Masi, 19 años, en la capital. El nombre del titular de Interior entonces se encontraba escrito en los muros con la K y con la doble ese de SS, el reparto especial de Hitler. La tensión en el país se disparó. "Me temo que muchos confluyeron en las Brigadas Rojas", admitió luego el político.

Cossgia estudió su marcha con el estilo de siempre: dejó cuatro cartas bien selladas, cuatro nuevos, pequeños, misterios italianos, escribía ayer El Corriere. Los destinatarios recubren las instituciones más importantes del Estado: Giorgio Napolitano (Jefe de Estado), Gianfranco Fini y Schifani (presidentes de Congreso y Senado, respectivamente) y, por supuesto, Silvio Berlusconi.

A propósito del empresario que bajó a la arena política, Cossiga lanzó una de sus frases más cáusticas: "Si Berlusconi es mejor que De Gasperi [primer jefe del Gobierno de la República], yo soy Carlo Magno", dijo una vez. Entre las muchas luces y sombras, sin duda tenía un don: la ironía.

lunes, 16 de agosto de 2010

NO A LA ANGURRIA DE PODER:FELIPE GONZALEZ

Una aleccionadora lección política nos deja la interesante entrevista al ex Jefe del Gobierno español, Felipe González, quien nos pormenores de su salid como el hombre del PODER en España durante 14 años.

Analiza y da cátedra política para decir NO a la angurria del PODER...



Entrevista con Felipe González,
ex Presidente del gobierno español:

"Reciclarse después de estar 20 años en el poder es muy difícil y supone una travesía en el desierto"

El socialismo español perdió las elecciones en 1996 tras 14 años en el Gobierno. Lo mismo le ocurrió este año a la Concertación tras dos décadas en La Moneda. En esta entrevista compara ambas derrotas y desgrana sus causas, habla de lo difícil que resulta transitar hacia la oposición, del rol que deben jugar los ex Presidentes y entrega recetas de futuro para la centroizquierda chilena.

ROCÍO MONTES ROJAS
El hombre que acaba de entrar a la sala de reuniones del hotel Intercontinental de Vitacura, al que medio mundo conoce con el nombre de Felipe González, alguna vez se llamó Isidoro. Fue en plena dictadura franquista en España, a fines de los 60, cuando el joven abogado sevillano militaba clandestinamente en el PSOE y utilizaba ese nombre por motivos de seguridad.

Desde los tiempos de Isidoro han pasado ya cuatro décadas. En el intertanto, Felipe González Márquez (Sevilla, 1942) se convirtió primero en líder del socialismo español, luego en diputado y, posteriormente, en 1982, en presidente del Gobierno. Ostentó ese cargo durante 14 años hasta que en 1996 perdió frente a José María Aznar, del Partido Popular.

Transcurrieron pocos meses y, sorpresivamente, dejó la política activa. Pese a su retiro formal, sin embargo, nunca dejó de ser Felipe González. En España importa todo lo que hace y deja de hacer, ya sea en la esfera pública o en la privada, y las opiniones que emite sobre cualquier tema causan revuelo entre partidarios y detractores. De hecho, la productora Toro TV, de Sony, acaba de anunciar que prepara un telefilme sobre el ex Presidente. De dos capítulos, se llamará... Isidoro.

Pero la relevancia de González trasciende las fronteras de España y, con el tiempo, fue asumiendo algunas tareas internacionales. Actualmente es embajador para la celebración del bicentenario de la independencia de América y presidió un grupo de doce personalidades con el objetivo de realizar un diagnóstico sobre los desafíos de Europa. Las conclusiones, entregadas en mayo pasado, en medio de la crisis fueron recibidas como una Biblia.

González, aunque retirado de la política, sigue vigente. Tal vez por ello, al revisar la prensa española, todavía hay medios que especulan que el ex Presidente prepara su regreso.

-¿Es cierto que está de vuelta?

-¿Qué si estoy de vuelta?

-Lo dice parte de la prensa de su país que lo ve muy presente.

-Se equivocan. Desde que salí del gobierno tengo claro que no voy a volver. Recuerdo que, allá por el 99, participé muy fuertemente en una campaña, como siempre lo hago cuando me lo piden. Y en un programa de radio le preguntaron al viejo Santiago Carrillo, dirigente comunista, si yo estaba pensando en volver. Él, muy inteligente, muy experimentado y muy malvado, contestó una frase inapelable, que le reproché después de broma: 'Él está preparando la vuelta pero todavía no lo sabe'. Me harté de reír cuando lo oí.

-Hay quienes lo ven como el próximo candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno.

-Yo tenía la esperanza de que en la medida en que me acercara a la edad de jubilación, los rumores iban a ser menos intensos. Pero cada vez que hay un momento de crisis, empiezan de nuevo.

-¿Usted lo descarta?

-Sí, completamente. El problema es que lo descarto sin énfasis, con tranquilidad. Porque no quiero poner un énfasis que es innecesario. Me acuerdo de un dirigente político de mi país que dijo: 'Los que me conocen saben que cuando digo que me voy, es que no pienso volver'. Y a las 48 horas aceptó volver.

Nueva York versus Moscú

Es jueves 12 de agosto, poco después del mediodía, y González aterrizó en Santiago recién por la mañana. Llegó al país invitado por la Fundación Democracia y Desarrollo del ex Presidente Lagos para participar en el lanzamiento del libro "100 años de luces y de sombras". Fueron 13 horas de vuelo desde Madrid. Apenas ha tenido tiempo para reponerse antes de conceder la entrevista. Permanecerá en Chile hasta el martes y le espera una agenda intensa: almuerzo con el Presidente Piñera, presentación de la obra editada por Lagos, cenas privadas y, entre otras actividades, una charla en la cátedra Globalización y Democracia de la Diego Portales.

Pero no se le ve cansado, aunque durante la conversación se saca de vez en cuando sus lentes y se restriega los ojos. Es un orador eximio y se le nota. Pese a las horas de vuelo se explaya en cada uno de los temas que se abordan durante la entrevista como si su agenda nos permitiera conversar toda la tarde.

Ha estado en Chile muchas veces. La primera fue en agosto de 1977, en pleno gobierno militar, cuando llegó a Santiago para intentar excarcelar al ex senador Erich Schnake y al ex vicepresidente del Banco Estado, Carlos Lazo. Lo logró gracias a las gestiones realizadas junto a la ministra de Justicia de la época, Mónica Madariaga. Al mostrarle las fotografías de prensa de aquella visita, González, de 68 años, recuerda en detalle ese viaje que hizo a los 35.

-La llegada al aeropuerto, la gente en la terraza que estaba esperándome porque se habían enterado de la visita, la incertidumbre sobre si el gobierno militar finalmente me dejaría entrar, el pasillo de soldados desde la salida del avión de Avianca hasta la sala en que me metieron, la espera de dos o tres horas hasta que me autorizaron. Tengo un recuerdo muy fotográfico. Me alojé en el hotel al lado de La Moneda, el Carrera, y cuando caía la noche solo veía las tanquetas parando en los semáforos. No había nadie en la calle, absolutamente nadie.

Felipe González se convirtió en líder del socialismo español siendo muy joven y, cuando llegó a Chile en 1977, era hace años secretario general del PSOE. Lo consiguió tras imponerse a la fracción ortodoxa del partido. Él, de una generación joven, nacida en España en medio de la dictadura, renovó al PSOE y lo alejó de su definición marxista. Lo grafica una frase que todavía sigue siendo un ícono para la socialdemocracia: "Prefiero morir de un navajazo en el metro de Nueva York que de aburrimiento en Moscú".

Ya como Presidente, tomó decisiones políticas, económicas y militares que desconcertaron a la vieja izquierda, como impulsar a España para ingresar a la OTAN. Junto a Francois Mitterrand (Francia), Bettino Craxi (Italia) y Mario Soares (Portugal) formó parte de los llamados socialistas del Mediterráneo que sembraron su influencia en medio mundo. Entre los dirigentes de la Concertación existe unanimidad: "Sin Felipe González no se explica la renovación del socialismo chileno".

El ex Presidente Lagos es su gran aliado político e intelectual en este país. Lo conoció en reuniones de la Internacional Socialista, pero el primer gran encuentro se produjo en diciembre de 1983, en Argentina. Fue una reunión que sostuvo la alianza democrática chilena con líderes socialdemócratas mundiales. También estaban presentes Enrique Silva Cimma, Gabriel Valdés y, además de Lagos, Armando Jaramillo. Otro de los chilenos cercanos a González es el socialista Ricardo Núñez.

El ex Presidente de España ha seguido de cerca a la Concertación chilena. Desde su formación hasta hoy, pasando por... la derrota de la elección presidencial 2010. Él mismo vivió un trance parecido en 1996: tras una seguidilla de casos de corrupción que protagonizaron miembros de su gobierno, el PSOE perdió. El candidato era el propio González.

-¿Por qué cree que perdió la Concertación?

-La Concertación, primero, perdió por poco. Y hay, seguramente, multitud de causas. Pero hay una que es natural: veinte años de gobierno de un mismo signo producen desgaste y el agotamiento de los materiales. Incluso hay una cosa que es peligrosa en política, que es habituarse a detentar el poder. Eso le quita a uno tensión y frescura para renovar. Pero la Concertación ha sido 20 años de éxito. Si uno ve el grado de aceptación de la última persona que la representó, Michelle Bachelet, se queda estupefacto. Chile ha creído que la Concertación ha hecho lo que tenía que hacer, lo cual no quiere decir que no se produzca un cambio. Y los cambios de mayorías se van a producir en situaciones normales siempre por pequeñas fracciones y a veces por pequeños fenómenos. No sé en cuánto influyó el fenómeno Enríquez-Ominami en el cambio de mayoría, no lo sé.

-La alternancia es la esencia de la democracia, señalan algunos.

-Lo he discutido con Mario Vargas Llosa: la esencia de la democracia no es la alternancia sino la posibilidad de la derrota. La alternancia la deciden los ciudadanos. Lo que tiene que haber es una razonable igualdad de oportunidades, entre unas opciones y otras, para tener el respaldo mayoritario. El fenómeno chileno de cambio de alternativa de gobierno tiene a mi juicio una característica esencial: está dentro de un cauce previsible. Va a haber énfasis en una alternativa o en otra, en una u otra dirección, pero no va a haber un desbordamiento del cauce.

-Hay quienes señalan que, en estos veinte años, Chile ha mantenido una matriz de crecimiento con tendencia a la igualdad y que, por ello, da igual quién gobierne... ¿Concuerda con esta apreciación?

-Yo nunca he creído en eso porque, naturalmente, pertenezco a una tribu ideológica. Yo creo que hay diferencias entre un gobierno de un color y otro. Pero, ¿grandes diferencias? Si se refieren a elementos sustanciales, es difícil. Los países emergentes son menos previsibles en su rumbo fundamental. Pueden realizar cambios que desconcierten. Los países centrales, en cambio, tienen áreas de consenso muy amplias. Por ejemplo, no hay vuelcos en la política exterior que sean espectaculares. Chile, en ese sentido, tiene un comportamiento de país central, en el sentido de la previsibilidad. No digo que no tenga desafíos y muy fuertes, pero desde el punto de inflexión, el modelo ya se retroalimenta.

-Al escucharlo pareciera que la derrota de la Concertación hubiese sido inevitable.

-Cuando salí del gobierno después de 14 años me preguntaban: '¿Por qué ha perdido usted las elecciones?'. Y yo respondía que si lo hubiera sabido, seguramente no hubiera perdido. Si los que pierden las elecciones saben exactamente diagnosticar cuál es el riesgo de ser derrotados, tratarían de evitarlo. El problema es que eso no se sabe. Tiendo a pensar que en general los políticos tenemos cierta dificultad para acompañar los cambios sociales que nosotros mismos hemos producido. Es una de las razones casi siempre más claras de perder.

-¿No le resulta contradictorio que la ex Presidenta Bachelet haya dejado el Gobierno con una popularidad del 80% y su conglomerado haya perdido?

-No es tan contradictorio y alguna vez discutí sobre eso con Adolfo Suárez (el primer presidente demócrático de España tras la muerte de Franco). Nosotros, los responsables políticos, si hemos hecho un gran esfuerzo, esperamos agradecimiento. Y en política, es más propio el reconocimiento que el agradecimiento. El ejemplo histórico más notable de lo que estoy diciendo, el más brutal, fue el de Winston Churchill. Contra todo pronóstico saca a Gran Bretaña del inmenso lío de la guerra contra la Alemania nazi e inmediatamente se convocan elecciones y las pierde. Entonces, ¿por qué va a ser extraño lo que ocurrió en Chile? Aunque cuidado: si Bachelet hubiera tenido constitucionalmente la oportunidad de presentarse a un segundo mandato de cuatro años, hubiera sido relativamente fácil que ese reconocimiento le hubiera dado la pauta para seguir otros cuatro años más.

-¿Qué opina del Presidente Sebastián Piñera desde el punto de vista político?

-A mi juicio es un hombre inteligente, enérgico -a veces abruptamente enérgico- y tiene una personalidad muy fuerte. He hablado con él con frecuencia, lo veré como siempre hago cuando estoy de visita, y creo que no es difícil la comunicación entre los dos.

-¿Es difícil el tránsito hacia la oposición? ¿Es complejo aprender a vivir lejos del poder?

-Es muy difícil reciclarse, es muy, muy difícil. Yo creo que hay que probar a la gente en la derrota, como es natural. También en el éxito. El éxito también distorsiona mucho la propia percepción de la gente. Pero en países que tienen una cierta verticalidad institucional como Chile, en que la Presidencia de la República tiene un peso específico relativo muy fuerte, es muy difícil reciclarse tras estar veinte años en el Gobierno. Reciclar el conjunto de formaciones políticas para rearmarse en la oposición supone siempre una travesía en el desierto.

-El PSOE la vivió en 1996.

-Nosotros la vivimos. Entre el 96 y el 2000, vivimos un desconcierto bastante considerable dentro de la formación política a la que pertenezco. No parecía que hubiera manera de salir. Yo salí de la dirección del partido y la gente no se enteró de que me iba hasta el mismo día del congreso (de junio de 1997): 'Yo no voy a ser el candidato'. No me parecía razonable después de 25 años dirigiendo el partido y 14 ejerciendo el gobierno. Aunque tuviera edad, porque salí a los 54 años. Renuncié. Entonces hubo un periodo de desconcierto muy fuerte, muy fuerte. Y muy difícil de superarlo.

-De acuerdo a su experiencia, ¿Cómo se supera el desconcierto?

-Lo que racionalmente piensa uno que debería ser la superación sería un debate interno muy racional analizando cuáles son las causas que han producido la derrota. Pero hay algo que me parece mucho más importante que lamerse la herida y decir quién fallo y quién no falló: analizar cuáles son los requerimientos, los comportamientos y las aspiraciones sociales del momento y para el futuro y cómo de eso podemos articular un proyecto que ilusione. No que viva de glorias del pasado, que de eso nunca se vive...

-En su última visita usted planteó una teoría que todavía sigue siendo muy popular en la clase política chilena. Dijo que los ex Presidentes son como los jarrones chinos en departamentos pequeños: se les supone muy valiosos pero estorban y nadie sabe bien dónde ponerlos...

-Yo propuse que el Club de Madrid se llamara el club de los jarrones chinos, pero nunca me la aceptaron. Sólo me apoyó Ernesto Zedillo, el mexicano, quien me dijo que le parecía una muy buena idea.

-En su momento, tras salir de La Moncloa, usted tomó una opción, que fue...

-Callarme (interrumpe).

-¿Qué rol deben cumplir los ex Presidentes desde la oposición?

-Durante mucho tiempo mantuve silencio. Claro, hay muchas fórmulas. La fórmula ideal, que no siempre se consigue, que no siempre se pretende, es tomar distancia durante un tiempo. Sobre todo cuando se ha estado muy en el protagonismo. Hay alguna gente que lo hace bien, alguna gente que se pasa un año dando clases en una universidad americana o sencillamente pasan a un organismo internacional.

-De esa forma lo hizo Lagos.

-Es que si no se toma distancia respecto del día a día, el esfuerzo para no interferir en el proceso, para no aparecer como con el síndrome de abstinencia del poder, es mucho mayor. No sé cuánto le pasa a los demás, pero yo llevaba tanto tiempo dirigiendo el partido, 14 años en la presidencia, que mi cerebro funcionaba -y hasta el día de hoy- recibiendo información y reciclándola automáticamente en forma de respuesta. Y a mí ya no me tocaba darlas. No es fácil porque además uno tiene que estar disponible para el que gobierna, tanto si es de tu partido como si no. Y si no te requiere, no vas a estar interfiriendo o mandando una nota o haciendo una declaración de prensa en contra. Hay que medirse bastante. Ahora, cuando uno está muy en desacuerdo con una decisión, con serenidad y firmeza también se puede decir. Yo estuve muy en desacuerdo con la intervención por la guerra de Irak y lo dije...

-¿Cree que en Chile se pueda mantener vigente este pacto entre el centro y la izquierda? José María Aznar, que acompañó a Sebastián Piñera muy de cerca durante la campaña, no lograba entender a este pacto que une a democratacristianos y a socialistas en alianza electoral con los comunistas.

-No me extraña que Aznar no lo entendiera, pero ese pacto al que conocemos como Concertación, ha dado veinte años de estabilidad, progreso, desarrollo y previsibilidad a Chile. Si eso no tiene sentido, ¿qué lo tendrá en política? No quiero ser impertinente, es un problema de los chilenos, pero a lo que ha ocurrido en Chile le veo todo el sentido del mundo de pasado y probablemente de futuro. ¿Cómo se va a articular? No sé, porque no es un problema mío, y no soy tan audaz como el Presidente Aznar de decirles a los chilenos lo que tienen que hacer.

"No podemos aplicar las recetas de hace 60 años a los desafíos del siglo XXI"La crisis económica mundial y el modelo social europeo:
En diciembre de 2007, el Consejo Europeo encargó a una docena de personalidades un diagnóstico sobre los desafíos de Europa. Entonces se trataba de frenar el declive institucional. Casi dos años y medio después, con la UE sumida en la peor de sus crisis, el llamado Grupo de Reflexión, presidido por Felipe González, dio a conocer sus conclusiones. Llamaron a refundar Europa y a aplicar reformas radicales para evitar la pérdida de peso del continente en el mundo y el deterioro de su modelo social.

En la entrevista realizada este jueves en Santiago, el ex Presidente español señala que "para sostener este modelo, con el que me siento plenamente comprometido, hay una condición previa a todas las demás: tener excedentes, dinero. Y eso tiene que responder efectivamente a la gran capacidad que necesitamos de competir".

-Hace poco, en una asamblea en Extremadura, usted señaló que al menos dos terceras partes del salario deben vincularse a la productividad, lo que dejó bien perplejos a los socialistas, al menos a este lado del Atlántico.

-Es importante hablar sobre este punto, porque después veo algunos artículos que no representan lo que digo, lo distorsionan. De lo que se trata es analizar qué tendría que hacer la socialdemocracia a nivel internacional para responder a los desafíos de la era que nos ha tocado vivir, de la globalización. Y, visto desde Europa, qué tenemos que hacer para recuperar un modelo que sea a la vez altamente competitivo y que produzca cohesión social, que es a lo que estamos acostumbrados. Tenemos que adaptar eso a los desafíos del siglo XXI. Nosotros no podemos competir por salarios baratos con Asia. Ni siquiera América Latina puede competir con Asia por salarios baratos. Entonces tienes que competir por valor añadido, por excelencia. Lo que pretendo proponer es que aumente la productividad por persona ocupada incluso por hora de trabajo. Y eso depende de un esfuerzo personal mayor, de una mayor formación profesional y de mejor formación de capital humano. Eso es lo que defiendo.

-Ha pedido también la descentralización de la negociación colectiva.

-Es verdad que lo pedí. Creo que el debate sobre la reforma del mercado del trabajo que se está haciendo en España debía haberse basado en cuál es el problema que tenemos. ¿Tenemos un problema de competitividad en la economía global? Sí. ¿En la base de la competitividad hay un problema de productividad por hora de trabajo? Sí. Entonces, ¿cómo arreglamos ese problema para crear un marco de relaciones laborales capaz de añadir valor suficiente para que el excedente nos permita hacer política social? Decir que uno defiende la igualdad repartiendo miseria, es un modelo que ha resultado odioso.

-Ha reinvindicado a los empresarios.

-Eso lo he dicho hace muchos años y no sé por qué en un momento determinado llama más la atención que en otros. Es tan elemental como esto: el empleo lo crean los empleadores. Cuando el Estado emplea a todo el mundo no habrá generación de riqueza fuera del Estado. Luego, los empleadores tienen que trabajar en condiciones que les permitan aumentar su actividad y generar más fuerza de trabajo. Es muy fácil. Es la reivindicación del empresario emprendedor y creador de puestos de trabajo.

-Por lo que dice parece obvio que la crisis ha roto paradigmas.

-Totalmente. Estamos frente a un cambio de civilización con paradigmas completamente distintos. La globalización, junto con la caída del sistema comunista, nos sitúa en un mundo diferente. No podemos aplicar las recetas de hace 60 años a los desafíos del siglo XXI. Lo que no podemos es ser ideológicamente reaccionarios frente al avance. Tenemos que operar sobre la base de una competitividad distinta y saber aprovechar nuestras oportunidades.

"No quiero ser ingenuo, pero creo que la situación de Cuba empieza a cambiar"Bicentenario y panorama latinoamericano:
Felipe González es embajador para la celebración del bicentenario de la independencia de América. El tema lo entusiasma, y se le nota. De hecho, está leyendo un apasionante ensayo del escritor Juan Goytisolo sobre José María Blanco White, un español que estuvo cerca del proceso independentista y que, tras ser acusado de traición a la patria, tuvo que exiliarse en Londres.

-¿Cuál debería ser la actitud española ante estas celebraciones de los 200 años de Independencia?

-Independiente de lo que cada uno de nosotros personalmente sienta, tenemos que conmemorar con los países el Bicentenario de la Independencia en la medida en que los países lo deseen y quieran. Quien tiene el derecho y la legitimidad para decir qué conmemoran son las repúblicas que consiguieron su independencia hace 200 años. España lo que quiere es acompañar.

-¿Qué piensa usted de que ciertos mandatarios latinoamericanos, como Hugo Chávez y Evo Morales, se refieran a la conquista española como un genocidio?

-Me parece una exageración, porque no sólo lo dicen del periodo colonial, sino que de los 200 años que han transcurrido, lo cual es muy complejo. Por lo demás, las comunidades originarias de la parte hispana de América son infinitamente más numerosas que en el norte.

-Uno de los principales procesos que se observan es la situación en Cuba... ¿Cree que estamos ante el comienzo del fin del castrismo?

-Sería muy deseable que el comienzo de las reformas se produjera por parte de los propios hermanos Castro. Voy a eludir la respuesta contestándola. Yo propuse en el 95 a Cuba un acuerdo bilateral Unión Europea-Cuba, que era idéntico al modelo del acuerdo que firmó la UE, estando yo como presidente del Gobierno, con Vietnam. Lo que ha sucedido con Vietnam es que ha tenido un éxito económico y un éxito social muy notable. Lo propuse el año 95, nos acercamos mucho, luego hubo un incidente en el año 96, y yo después salí del Gobierno. Por tanto, yo creo que hay signos de que empiezan a cambiar las cosas en Cuba, creo. No quiero ser ingenuo, pero creo que hay símbolos de que esto empieza a cambiar.

martes, 10 de agosto de 2010

RELATO DEL OCASO DEL PODER

Una de las visiones más patéticas del ocaso del PODER nos exhibe Sergio Ramirez, quien nos relata cómo cayó el Presidente de Rumanía, Nicolae Ceausescu, quien gozaba de todo el poder ese país:



La estaca en el corazón

SERGIO RAMÍREZ 10/08/2010

No recuerdo si me lo contó Jon Lee Anderson, o lo he leído en alguna de sus crónicas, pero el caso es que alguna vez entrevistaba en Bucarest al dictador Nicolae Ceausescu y el diálogo llevaba mala fortuna porque aquel hombre desconfiado regateaba las palabras, hasta que al entrevistador se le ocurrió hablarle del legendario príncipe Vlad, conocido como El Empalador, cruel y feroz con sus semejantes, pero que en la historia de Rumania pasa por un héroe de la resistencia contra los turcos.

Nicolae Ceausescu se creía Vlad El Empalador, quería encarnarlo
Esta mención bastó para que a Ceausescu se le iluminara el rostro y empezara a extenderse sobre las hazañas patrióticas de Vlad, con lo que quedaba claro que hablaba de sí mismo. Ceausescu era Vlad, o se creía Vlad, quería encarnarlo.

El conde Drácula, el personaje sediento de sangre, dotado de vida eterna y afilados colmillos, creado en su novela de 1897 por Bram Stoker, es un sucedáneo del viejo príncipe Vlad, el mismo que tras empalar a sus víctimas recogía en un cuenco su sangre para remojar el pan que se comía, y que juzgaba la mejor de las salsas. Drácula, tampoco lo olvidemos, significa diablo. Un diablo sediento de sangre humana.

Drácula dejó hace tiempo las páginas de la novela de Stoker, y entró con sus propias alas a volar en el mundo de los vampiros, siendo el vampiro por excelencia, un mundo multiplicado por el cine y que cobra hoy una vigencia posmoderna en la literatura de consumo masivo, dígalo si no el éxito de las novelas en serie escritas por Stephenie Meyer, que comienzan con Crepúsculo, destinadas al público juvenil, y de las que se han vendido 25 millones de ejemplares en 30 lenguas.

Los vampiros duermen en el día el sueño de los muertos y salen de sus sarcófagos al irse la luz del sol para llevar adelante sus correrías, buscando clavar sus colmillos en el cuello de las doncellas y así convertirlas, a su vez, en vampiresas. Es lo que hemos visto tantas veces en las películas que recrean las hazañas del conde Drácula, desde los tiempos de Béla Lugosi y Boris Karloff, los vampiros más veteranos del cine.

Pero regreso a Nicolae Ceausescu, que tanta inspiración sacaba del príncipe Vlad, alias El conde Drácula, porque acaba de ser removido de su sarcófago, junto con su esposa Elena, poco más de 20 años después de que ambos fueran fusilados tras un juicio sumario el 25 de diciembre de 1989, bajo cargos de genocidio, enriquecimiento ilícito, daños a la economía nacional y toda clase de abusos de poder.

No les cobraron en esa lista la megalomanía, el desorbitado culto a la personalidad ni los delirios de grandeza, pues las efigies y las estatuas de ambos esta-ban por todo Bucarest y por todas las demás ciudades del país, y el Palacio del Pueblo, que habían mandado construir en la capital, competía por ser el edificio más grande del mundo, solo comparable al Pentágono y, si no el más suntuoso, el de peor mal gusto.

En el año 1989, el matrimonio Ceausescu se hallaba en la cúspide de su poder, después de haber empezado desde muy abajo, él electricista y ella obrera textil, lo que no impidió que la universidad le obsequiara el título de doctora en Ciencias Químicas.

Eran dueños del mando supremo sobre el Ejército, sobre el aparato del Partido Comunista, sobre la burocracia gubernamental, sobre los servicios secretos, los tribunales de justicia, los sindicatos, las fuerzas de choque, las organizaciones juveniles y, en fin, sobre las masas que acudían a sus manifestaciones. Y dueños del poder, claro está, de mandar a empalar a cualquiera que no estuviera de acuerdo con el credo de que Ceausescu era el Gran Conductor, armado de un cetro real que él mismo se había mandado hacer en oro puro. Ella, Elena, mientras tanto, se hacía llamar la Madre de la Nación. Pero es lo que pasa con todos los dictadores, que cuando creen hallarse en la cúspide es cuando la polilla se les ha comido el piso sin que se den cuenta.

Esa Navidad de 1989, Nicolae y Elena convocaron una manifestación de apoyo a la que concurrieron miles, llevados igual que otras veces en autobuses desde todos los rincones de Rumania, y entre aquella masa vistosa en la que campeaban miles de retratos de la pareja, se hallaban como siempre los jóvenes aguerridos de las juventudes comunistas que, también como siempre, ocupaban las filas delanteras. Son los que comenzaron a abuchear a Nicolae y a Elena, que no entendían lo que pasaba, y lo que pasaba es que prendía la rebelión que acabaría ese mismo día con su poder omnímodo.

Pueden verse esas imágenes en YouTube. Mientras pronuncia su discurso y escucha los abucheos ensordecedores, Ceausescu trata de seguir, pero se interrumpe. No puede creerlo. La masa inmensa se agita en su contra.

Ella, que era mujer de armas tomar, ordenó que abrieran fuego sobre los manifestantes. No le hicieron caso, y ambos huyeron en un helicóptero, ya el Ejército también en rebelión, y luego de ser capturados siendo prófugos fueron juzgados en juicio más que sumario y sentenciados a muerte. Fueron puestos en el paredón de fusilamiento con los abrigos de invierno que llevaban puestos.

Me he acordado de lo que cuenta Jon Lee Anderson en relación al entusiasmo que la mención del príncipe Vlad El Empalador despertó en Ceausescu cuando aquella entrevista en alguno de los aposentos del infinito Palacio del Pueblo en Bucarest, ahora que Nicolae y Elena han sido exhumados, no porque alguien fuera a clavarles la estaca en el corazón a fin de que nunca más vuelvan a despertar, sino porque sus parientes buscan comprobar si verdaderamente son ellos los que yacen en sus sarcófagos, ya que fueron enterrados en secreto ante el temor de que la gente enardecida profanara sus cadáveres.

Es una exhumación que pasó bastante desapercibida, pues resonó más la que el presidente Chávez hizo de los huesos del libertador Simón Bolívar, cuya calavera alcanzó a tener entre sus manos, y pudo interrogarla. Pero esa es otra historia.

lunes, 9 de agosto de 2010

CAMPAÑAS DE DEMOLICION ¿GRAN PODER?

ElPerú se encuentra en una gran fiesta democrática por el pleno, irrestricto y libre proceso electoral para elegir a los nuevos Alcaldes y Presidentes de los Gobiernos Regionales.

Ls campañas han puesto en ejecución las llamadas "campañas de demolición" contra los candidatos considerados favoritos o en todo caso los postulantes que no deberían ganar por su pasado ligado a sectores anti democráticos. Debemos recordar que el Perú vivió 10 años de un gobierno autoritario y corrupto liderados por Alberto Fujimori.

En ese marco ha caído como una bomba atómica la exigencia del conocido periodista Jaime Bayly, conductor del programa nocturno "El Francotirador" que emite un canal peruano, a la doctora Lourdes Flores Nano, la candidata favorita para convertirse en la alcaldesa de la ciudad capital del Perú: LIMA.

Y la exigencia del citado periodista está referida en saber cuánto le cobró al empresario César Cataño, acusado de lavar dinero del narcotráfico cuando ella era su abogada y Presidenta del Directorio de la línea aérea de propiedad de Cataño. Bayly insinúo que habría recibido un millón de dólares para su campaña.

Tras casi una semana de insistencia en el programa "El Francotirador", la candidata Lourdes Flores, dio a conocer hace unos días sus cuentas, en una declaración jurada, e informó que cobró 328 mil dólares, casi un millón soles.

Bueno, el asunto no quedó ahí, pues la candidata se presentó en otro programa nocturno Prensa Libre y revela - para asombro de los televidentes - que había seguido cobrando 10 mil dólares mensuales hasta el mes de junio último, cuando ella misma anunció hace unos meses que YA NO TENIA NINGUNA RELACION CESAR CATAÑO.


El asunto se le ha puesto díficil para la candidata que puntea todas las encuesta y que ha despertado curiosos analisis de reputados periodistas que ameritan la reflexión de los seguidores de este blog. LEAMOS:



Demolición (se recibe desmonte)


POr Mirko Lauer, en el diario La Repúlbica,.

La demolición está de moda. Casi no hay candidato con cierta presencia que no se reclame, con razón o si ella, víctima de un intento de demolerlo. Las combas en el proceso son los investigadores y los medios, que presentan destapes con la esperanza de infligirle al político un descrédito terminal.

En la teoría la opinión pública opera como un jurado gringo de la TV, escuchando a las partes y emitiendo su fallo en las encuestas. La decisión del votante depende de mecanismos más sutiles que este ejercicio de salud pública: el carisma personal, la imagen mediática, la leyenda, el prestigio de la agrupación.

La demolición es engañosa. Hay pocos casos reales en que ella ha funcionado, y cuando lo ha hecho no siempre ha tenido efectos duraderos. Luis Castañeda fue demolido por la prensa basura hace 10 años. Keiko Fujimori ya parecía demolida por la conducta y la debacle familiar a fines de los años 90. Nadie más demolido que Alan García en ese decenio.

Incluso ahora, en el tiempo real 2010, la demolición no parece estar funcionando mucho. Los intentos de atribuirle anticuchos ediles a Castañeda casi no le han movido un pelo a su intención de voto. La candidata fujimorista, que por las reglas de ese juego debería estar predemolida, sigue con su núcleo duro de adherentes.

Acaso lo más cercano a un caso de demolición es la suerte de Alex Kouri. Pero habría que demostrar que él ha recibido más combazos mediáticos que Lourdes Flores, otra política a la que le quieren jalar la alfombra de debajo de los pies. Lo de Kouri tiene que ver con su corta carrera cinematográfica en la salita del SIN, que ya era ampliamente conocida hace 10 años.

¿Pero funciona a la postre la demolición? En estos tiempos acaso no para arrancarle los votos leales a la víctima, pero quizás sí para evitar que su votación crezca entre los no convencidos. Cabría preguntarse si Fujimori y Kouri están padeciendo este último efecto, o si es simplemente su pasado que los condena a no crecer.

Hasta hace poco parecía claro que ser asociado, con pruebas o sin ellas, a la corrupción no demolía, en virtud de la idea del administrador que roba pero hace obra. Los argumentos para esto abundan, en Lima y provincias. Pero a medida que anticorrupción se ha ido volviendo sinónimo de oposición al gobierno, las cosas han cambiado.

De modo que gente como Fujimori, Kouri o incluso Castañeda padecen conatos de demolición no tanto por lo que pueden haber cometido, o no, sino porque ciertos demoledores los perciben como cercanos al gobierno. En cambio Alejandro Toledo y Ollanta Humala padecen conatos de demolición por oponerse al gobierno.


Tatata … yayaya …

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

Demoler, demoler, demoler, demoler

Casi no queda candidato de peso al que los medios no le hayan revelado alguna situación escabrosa de su trayectoria política que ponga en duda su honestidad, pero hasta ahora no se percibe que esto tenga un efecto demoledor en la perspectiva de su postulación.

En este sentido, Mirko Lauer comentó el viernes en su columna de este diario que “la demolición es engañosa. Hay pocos casos reales en que ella ha funcionado, y cuando lo ha hecho no siempre ha tenido efectos duraderos”.

Una advertencia metodológica: ‘demolición’ se refiere a toda denuncia al margen de si tiene fundamento o es una maniobra para bajarse a alguien. Durante una campaña electoral aparece mucha información sobre un candidato, y es una obligación del periodismo procesarla con diligencia y publicarla sin perjuicio de quién nos pasa el dato, lo cual es un hecho secundario.

Un caso reciente es el de Lourdes Flores, quien durante las últimas dos semanas ha enfrentado un intenso fuego cruzado por su asociación con César Cataño. Su respuesta de realizar un strip tease financiero y entregar a los medios un detalle de sus ingresos y patrimonio fue inteligente y ha establecido un ejemplo que todo candidato debe cumplir, pero eso no debiera impedir el reconocimiento de que su vinculación profesional con un acusado de narcotráfico y lavado de activos constituye un tremendo error que la perjudica y que, sin duda, le será enrostrado por mucho tiempo.

Sin embargo, no parece que este hecho vaya a mellar mucho el potencial de su candidatura.

De otro lado, al alcalde Luis Castañeda no parece haberlo perjudicado mucho el misterio sin resolver del caso Comunicore. Algo ha caído la aprobación a su gestión municipal, pero no su intención de voto, la cual parece todavía invicta.

Por su parte, a Alex Kouri se le ha recordado en estos días su antigua vinculación con Vladimiro Montesinos y el caso de los peajes.


En principio, podría tratarse de un caso en el que la denuncia sí ha tenido un efecto negativo en la perspectiva de una candidatura, pero esta es una hipótesis a ser examinada, pues lo más probable es que lo que hundió su futuro electoral en esta elección fue el desorden de su inscripción y acabar en las filas desprestigiadas del Cambio Radical de José Barba.

Que las denuncias sólidas no destruyen una candidatura se constata en el hecho de que hoy Alan García sea presidente de la república y que Keiko Fujimori encabece las encuestas de intención de voto presidencial.

Si bien una denuncia no mata a un postulante, sí contribuye a ahondar el desprestigio de la política y de las principales instituciones como los poderes legislativo y judicial, pues refuerza la sensación popular de que todos los políticos son unos ladrones. Y eso es peor que el colapso de una candidatura específica.


¡Chúpate esa mandarina!

Autor: Ricardo Vásquez Kunze, Perú 21



“Mira, Jimmy pues es especial. Está un poco molesto porque Lourdes no le ha llamado personalmente para agradecerle. Él considera que el desplome de Kouri y el repunte de Lourdes se lo deben a él. Mientras Jimmy no vea en los periódicos, en blanco y negro, una declaración oficial de Lourdes respaldando su candidatura a la Presidencia por el PPC, entonces que se cuide Lourdes porque la va a hacer papilla. Sí, sé que está loco y por eso yo no quiero estar acá cuando eso pase, me voy a Londres (ya regresó).

Te doy un consejo.

Cuando te llame Ximenita, mejor díganle que sí, que Lourdes va al programa. La va a tratar bien, Jimmy la quiere, lo que pasa es que como su cerebro no es de hombre ni de mujer se comporta como una tía a la que hay que mimarla y tomarse un té con ella.


Eso sí, ni se les vaya ocurrir demandarlo (¡a quién se le va ocurrir, pues!) y menos escribir algo contra él (sorry), porque eso sí le molestaría mucho y va a ser peor” (una fuente anónima muy cercana a Jimmy, ahora que Jimmy las ha puesto de moda).

Y bueno pues, hemos asistido en la última semana a las iras de Jaime Bayly, noche tras noche, en su programa El Francotirador.

El blanco: Lourdes Flores. El pretexto:


La plata de Cataño. La verdad de la milanesa:la vanidad ofendida del ingenuo precandidato presidencial sin partido y periodista político, Jaime Bayly. El asunto es como sigue.


Lourdes desnuda todas sus cuentas precisamente para demostrar que no oculta nada en el caso más espinoso de su carrera política: Cataño. Y entonces Bayly, que ya sabía perfectamente cuando le brindó su apoyo televisivo que Lourdes había sido abogada comercial de Cataño y presidente de su compañía aérea y que, evidentemente, no había trabajado gratis, se indigna.

Cómo es posible que Lourdes Flores haya recibido plata de Cataño que es (Bayly se ahorró, de un solo plumazo, presunción de inocencia, acusación fiscal, debido proceso, pluralidad de instancias y sentencia firme condenatoria), “todo el mundo lo sabe”, un narcotraficante.


¡Y un millón de soles, ni más ni menos! ¡Y hasta junio de este año, faltaba más! Y entonces, si Bayly sabía que Cataño es un narcotraficante ayer, hoy y siempre, ¿cuál es la diferencia entre la plata que recibió Lourdes antes de que Bayly le brindara su respaldo y después de que el Francotirador le bajara el dedo? Ninguna, salvo la de que Lourdes no se prestara a su chantaje televisivo.

¡Que Cataño es narco es una certeza, Xime! Lo dice ni más ni menos la procuradora antinarcotráfico Sonia Medina. Una señora muy valiente y correcta pero que, a diferencia del Papa y de Bayly, no es infalible.


También para la señora Medina era “una certeza y habían indicios más que suficientes” de que la famosa herboristera Jannet Emanuel era una narcotraficante. A Jannet (candidata abortada de Perú Posible en el 2006) le dio un chucaque y sus negocios se fueron a pique. ¿Y qué pasó? Pues que la señora era inocente y la Medina había metido la pata.

¡Que a Cataño lo meten a la jaula en septiembre, Xime! ¿Y alguien lo duda a estas alturas del proceso electoral?

¡Que Lourdes devuelva la plata, el dinero sucio! ¡Qué tal lisura! Pero, digo nomás, tal vez el precandidato presidencial debería haber empezado por casa. En el 2001 salió a la luz el video Schutz - Montesinos. El hoy prófugo suizo recibiendo millones de dólares de la mafia.


¿Dónde estaba Bayly entonces? Pues, si la memoria no me falla, en el canalazo de la mafia. Hacía piruetas al compás del piano del maestro Cam, que en paz descanse, en “La Noche es Virgen”. Y siguió allí hasta el 2002. ¿Devolvió el “dinero sucio” con el que le pagaban el sueldo (el prófugo suizo afirma que el dinero de Montesinos lo invirtió todo en el canal, jajaja)? No, se lo metió al bolsillo sabiendo con certeza que a esas alturas todos los canales habían sido comprados por Montesinos.

¿Y la plata de Crousillat en el 2000? ¿También la devolverá ahora que es candidato? ¿O no será pues que las personas que trabajan tienen derecho a lo que ganan por su trabajo y presumen la inocencia de sus empleadores?

Si Bayly, el candidato, exige desnudos, pues que se desnude también él. Pero que lo haga bien y no se quede con el taparrabos. Y si tiene frío, pues ya es hora de que se chupe una mandarina.

jueves, 5 de agosto de 2010

PARA ASESORES EN EL PODER

Una de las mayores inquietudes de nuestro blog, por no decir el único, es de brindar mayor información, precisa y sobre todo de especialistas, dedicada ha tener información de cómo se actúa en el PODER, cómo se administra y se instruye en el PODER.

Es una inquietud que en cada una de nuestras entregas nos conduce a mejorar, perfeccionar y de manera especial a formarnos como excelentes ASESORES DE IMAGEN.

Es así que es absolutamente conveniente, como lectura obligada, los pasos que da la principal asesora del Presidente de Chile, Sebastían Piñera. Los dejó con el texto y por supuesto que espero sus comentarios:



María Luisa Brahm, la principal asesora de Sebastián Piñera:
"Ante el Presidente siempre hay que llegar con algo escrito, él trabaja a través de minutas"

El Mandatario dijo antes de asumir que ella sería "sus ojos y sus oídos". Hoy, la jefa de asesores de La Moneda está presente en todas las reuniones con los ministros y entra varias veces al día a su despacho. Aquí, ella habla en exclusiva de su rol, del estilo presidencial y de su visión crítica de los equipos que la precedieron en el segundo piso.

Gabriel Pardo
De ella se ha dicho que es "el brazo derecho" del Presidente. Se ha escrito que es "su asesora clave". Se ha rumoreado que es "la persona en la que más confía el Mandatario en La Moneda".

María Luisa Brahm (abogada, ex directora del Instituto Libertad) conoce a Sebastián Piñera hace más de 20 años. Formó parte de su directiva en RN. Lo asesoró siendo senador. Estuvo junto a él en la campaña presidencial de 2005. Y durante el proceso que lo llevó a calzarse finalmente la banda ella fue una de las principales coordinadoras de los grupos Tantauco, lideró el equipo de instalación, fue su sempiterna consejera.

De hecho, cuando Sebastián Piñera hizo su primera reunión con todos los ministros -todavía como Presidente electo- una de las primeras cosas que les comunicó es que Brahm sería "sus ojos y sus oídos".

De pronto se abren las puertas del despacho del jefe de asesores de La Moneda y aparece ella. Es la mandamás del llamado Segundo Piso, un grupo de asesores muy cercano al Mandatario que se ha hecho famoso en las últimas administraciones por su gran influencia. También por su extrema reserva. Y por no dar una sola entrevista.

Pero Brahm, como queriendo marcar una diferencia, aparece sonriendo y lo primero que dice es "¿qué quieren saber?... yo les voy mostrando". Y aclara que una de sus principales labores es el seguimiento de las políticas públicas, "que se cumplan las metas del programa de Gobierno del Presidente". Aunque lo conoce hace 20 años, actualmente lo trata de "usted".

Se mueve enérgica y habla rápido -al estilo Piñera- camino a su escritorio. Hay carpetas por todos lados. "Aquí hay por temas: Derechos Humanos, Contraloría, Regiones, Obras Bicentenario, Empresas públicas, etc. Son las que tienen más movimiento".

Levanta la vista y muestra una mesa. "Allá están las carpetas de las reuniones bilaterales con los ministros". Y con la mano toma otro texto. "Aquí están en color verde las metas ya cumplidas; en amarillo las que están en proceso; en naranjo las que tienen plazo a punto de vencerse; y en rojo lo que todavía no se cumple". Así es con cada ministerio.

Y, orgullosa del trabajo que están haciendo, continúa: "Sobre cada proyecto o meta sabemos exactamente cuándo se originó, cuál es el compromiso, la fecha de vencimiento y el estado en que se encuentra".

Brahm antes no usaba celular. Hoy tiene dos. Y todos los días está a las 7.30 horas en La Moneda. Nunca se va de ahí antes de las 21 horas. "Éste es el trabajo más duro que he tenido en mi vida, pero estoy contenta", dice.

-¿Cómo es su relación cotidiana con el Presidente Piñera?

-Tengo una relación diaria con él. Por lo menos nos reunimos una vez al día, pero por lo general varias veces. La relación que tenemos es personal y directa. Pero además es a través de minutas. De papeles escritos. Porque el Presidente es muy de lectura. Ante el Presidente tienes que llegar con un documento escrito, él trabaja a través de minutas. En las instrucciones que les mandé a los ministros para las reuniones bilaterales decía que debían tener a lo menos una versión impresa para el Presidente porque él siempre va a tomar su regla, su lápiz -azul y rojo- y va a subrayar. Además, es una forma de asumir responsabilidad sobre los contenidos. Todos los documentos van con autor y fecha.

-Se dice que usted está en todas la reuniones que Piñera tiene con sus ministros.

-En las reuniones en las que hay ministros yo siempre estoy presente. De hecho, a mí el Presidente me empoderó mucho antes de asumir, en la primera reunión general con los ministros. Entonces dijo: "Les presento a María Luisa Brahm. Ella pudo ser ministra como cualquiera de ustedes, pero ha aceptado ayudar desde el Segundo piso. Ella será mis oídos y mis ojos... no mi voz (se ríe). Pero lo que ella pide en mi nombre, lo pido yo. Y les va a enseñar en este momento". Ahí me dio la palabra y yo transmití dos horas sobre cómo navegar en el sector público. En el fondo, el Presidente me empodera como uno más de ellos.

La abogada se detiene. Y comienza a explicar el "rito" de las reuniones bilaterales de los ministros con el Presidente. Antes de esos encuentros, el Segundo piso se reúne con el titular de la cartera o con sus asesores y preparan una minuta. Esa minuta se le entrega al Presidente y el ministro, por su parte, debe llegar con propuestas concretas. El Mandatario se reúne por lo menos dos veces al mes con cada ministro. Y los encuentros pueden durar varias horas.

-¿Cuál es el rol del segundo piso tras esas reuniones?

-A partir de esas reuniones aparecen los compromisos. Lo que nosotros hacemos es llamar (hace el gesto con la mano de tomar el teléfono) y decir 'ministro, usted se comprometió con esto, faltan 3 semanas, ¿cómo estamos?'. En el fondo, nuestro rol es de colaboración. Tratamos de que el Presidente pueda cumplir con su programa de gobierno -con los énfasis del 21 de mayo- en el tiempo oportuno. Nosotros no competimos con los ministerios, ni los duplicamos. Los apoyamos. A míme encanta que los ministros consideren que yo soy un camino para llegar al Presidente.

-¿Y cómo es su relación con ellos?

-La relación con los ministros es directa y fluida conmigo. Me llaman directamente. Hablo a lo menos con cuatro ministros al día. Me reúno con ellos y con los subsecretarios. Todos entendemos que tenemos que ser eficientes.

-¿María Luisa Brahm es la única que entra sin golpear en la oficina del Presidente?

-No. Yo golpeo y lo trato de usted. El Presidente Piñera es el Presidente de la República. Yo ya no lo puedo tratar de tú. No me sale. Fue espontáneo. Ahora, las reuniones con él son intensas. Es exigente. Pero tenemos una relación de confianza de muchos años.

-¿Se puede decir entonces que usted es el verdadero nexo entre el Presidente y sus ministros?

-Desde el punto de vista de las políticas públicas, sí. Ésa es mi área. Pero además coordino al resto. Por ejemplo, que Ignacio Rivadeneira -quien se encarga de los discursos presidenciales- tenga los imputs que necesita. También coordino lo que hace Hernán Larraín en estrategias comunicacionales.

"El segundo piso de Bachelet tenía un 'no diseño'"

-¿Cuál es el análisis que han hecho de los Segundos pisos de administraciones anteriores?

-Nosotros hicimos un estudio sobre ellos. Un Segundo piso no se puede inventar ni copiar. Tiene que ver con las historias y capacidades del Presidente, de su gabinete, del propio grupo de asesores. Aylwin no tuvo Segundo piso. Lo que hizo fue crear la Segpres a la medida de Edgardo Böeninger. Funcionaba con un grupo de ministros claves como Böeninger o Enrique Correa.

-¿Y en los caso de Frei y de Lagos? ¿Cuál es el análisis?

-Con Frei empezó la necesidad de que hubiera alguna asesoría, pero no como la conocemos hoy. Ahí hubo tres etapas bien claras. Frei tuvo un círculo de hierro donde estaba Genaro Arriagada, Carlos Figueroa y Edmundo Pérez Yoma. Después empoderó al ministro de Hacienda. Y al final terminó entregando a José Miguel Insulza el mando. En el caso de Ricardo Lagos se logró la estructura más eficiente. Basada en información. El equipo estaba encabezado por Ernesto Ottone, con sociólogos básicamente, que definían la orientación del gobierno y transmitían al resto del gabinete la visión presidencial.

-¿Y el Segundo piso bacheletista?

-El gobierno de Bachelet tenía un "no diseño" en este sentido. Se había complejizado. Había un jefe de gabinete del que dependía mucha gente, que era Rodrigo Peñailillo. Y había un encargado de políticas públicas, que era Francisco Díaz. También estaba la Dirección de gestión de políticas públicas, con Rodrigo Egaña. Era mucha gente. Cerca de 40 personas. Y los temas de políticas públicas estaban divididos entre Peñaillillo, Díaz y Egaña. Yo refundí todo eso y hoy el jefe de gabinete tiene un equipo muy pequeño que tiene que ver con el manejo de la agenda.

-En general, ¿qué es lo más complejo con lo que se han encontrado respecto de la administraciones anteriores?

-Me sorprendió una forma de hacer las cosas con mucho derroche e ineficiencia, en general.

-¿Y frente a la administración de los recursos?

-En la Presidencia me llamó mucho la atención el tema de las subvenciones presidenciales. La forma en que se distribuyeron recursos estatales... Eso se replica en muchos ministerios, con ONGs se encargaban de políticas públicas sin ningún control. Eso se produce en educación, en cultura, etc. Eso se fue haciendo durante 20 años y nadie se preguntaba por qué.

La imagen del Presidente

-La estrategia comunicacional es importante en el Segundo piso. ¿Cómo se define?

-Tiene que ver con lo que es el Presidente de la República. Es un Presidente trabajador, conocedor, que entrega un rumbo claro. Esa es la imagen fuerte que tiene el Presidente. Ahora, todos los centros de gobierno y asesores manejan información sobre encuestas y hay un área de imagen comunicacional, pero nosotros no trabajamos para la prensa.

-¿Pero cuál es el sello comunicacional de Piñera?

-La imagen comunicacional del Presidente tiene que ver con su forma de gobernar. Con el tema de la meta, la exigencia, con el ritmo que impone. La primera vez el ministro Joaquín Lavín le dijo que las escuelas (tras la emergencia) las iba a tener el próximo año. El Presidente le dijo que 'no, tenemos 45 días'. Y en 45 días estaban. Es el cumplimiento de metas verdaderas con desafíos reales

-¿Y cuando se critica que no ha sido bien asesorado en sus apariciones públicas?

-El Presidente es una persona muy espontánea y directa. Le cuesta el protocolo y a veces se sale. Él es así. Pero eso se transformó en una discusión de elite, que se deshizo en tres semanas, porque dejó de ser tema...

CEP: "Tuvimos una baja producto del terremoto y el Transantiago"

-Pero en la encuesta CEP, el Presidente aparece con una aprobación por debajo del 50%.

-Si bien la encuesta CEP aparece, según alguna gente, menos buena de lo que uno podría haber creído, nosotros sabíamos que iba a ser así. La recibimos con total tranquilidad. Pero estamos seguros de que esto va a cambiar drásticamente. Y se va a sentir en los próximos meses. Las cifras que se vienen van a ser muy buenas. En empleo, crecimiento, inversiones. Eso no se percibió en esta encuesta CEP.

-¿Entonces a qué atribuyen la baja?

-De partida es igual lo que alcanzó Bachelet en su primera medición. Y Bachelet no tuvo terremoto ni se instalaba después de 20 años. Tampoco tuvo Transantiago en ese momento. Nosotros tenemos una baja importante en Santiago que se explica por dos cosas: Por el terremoto, que afectó a la gente en la capital más de lo que se percibe; y por el Transantiago, en el que (el ex ministro) Cortázar no solucionó el problema real.

-¿Cómo juzgan que la ex Presidenta Bachelet aparezca primera en la encuesta CEP por sobre el Mandatario?

-Lo de la Presidenta Bachelet es un fenómeno político, pero no fue capaz de entregarle el gobierno a alguien de su conglomerado. Ese es un fenómeno político personal e individual, tanto que hoy su conglomerado está dividido entre bajarla o elevarla.

"Al conglomerado oficialista le cuesta ser oficialista"

-¿Cómo evalúa que se ha comportado el conglomerado de Gobierno?

-Tanto como a la Concertación le cuesta ser oposición, a la Alianza le cuesta ser oficialista. Especialmente a los partidos y a los parlamentarios. Eran los protagonistas hasta ahora. Pero cuando llegas al poder Ejecutivo, el Congreso es coprotagonista, es parte del elenco. Hay que entender a parlamentarios que fueron muy importantes, que tuvieron mucha exposición pública y que hoy día la agenda los hace tomar un rol menor y el rol mayor lo toma un ministro, por ejemplo. Algunos se desajustan un poco.

-¿Cuáles son los conflictos que el gobierno vislumbra en un futuro próximo?

-El gobierno del Presidente Piñera va a hacer los cambios y es probable que tengamos que enfrentar temas duros. Eso significa que tengamos que enfrentar a algunos gremios o algunos intereses, y no lo vamos a eludir.

-¿Como los profesores en la discusión del fin del estatuto docente?

-Eso podría ser una situación de conflicto, sin duda. Y otra cosa es que podemos encontrarnos con una oposición que contribuya poco. Eso también puede ser una amenaza.

-¿Cómo han tomado las críticas por el conflicto de interés que implicaría su pertenencia al Consejo Nacional de Televisión?

-La política es dura... puedo decir que yo he estado ahí sólo jugando un papel durante la transición.

-¿Cómo cree que será recordado el gobierno de Sebastián Piñera?

-Piñera será el Presidente del Bicentenario. Eso tiene un cuento republicano muy potente. Y creo que su gobierno va a cumplir con todo lo que prometió, pese a la tragedia que significó el terremoto. Será el gobierno que va a eliminar la indigencia, va a dejar al país a las puertas del desarrollo y le va a cambiar la vida a los chilenos en temas como seguridad ciudadana, salud, educación y pobreza.