lunes, 17 de agosto de 2009

UNO DE LOS GRANDES REGRESA AL GRAMADO: ROMARIO









Millones de aficionados al fútbol se han deleitado con los magníficos goles del temible Romario, aquel jugador brasileño que con su instinto nato de goleador batió y rompió cuántos arcos rivales se le puso al frente.



Romario, aquel jugador que no le gustaba entrenar ni mucho menos concentrarse, fue todo un espectáculo durante su apogeo como uno de los más grandes goleadores del mundo.



Todos nos quedabamos estupefactos al verlo, todo chatito, caminando por el gramado de algún estadio, cuando buscaba una excelente ubicación para el cabezazo o la metida de pata urgente para convertir en gol todas sus jugadas. Era el jugador en cuyos pies se han escrito centenares de triunfos con su sola presencia en el terreno de juego.


Fue campeón mundial en los Estados Unidos, deslumbro a Europa cuando jugó en España y también dejó un sello indeleble en cuántas discotecas y damisellas se cruzaban en su camino.



Romario es padre de más de una docena de hijos, claro que también brilló, con luz propia, por sus comentados romances a diestra y sinestra.



Hoy el bajito, el endemoniado Romario se alista para reaparecer en las canchas brasileñas y quien más que el maestro del periodismo, don Emilio Laferranderie, quien nos cuenta el reencuentro con el que un día fue llamado el fenómeno del fútbol.






LA ESQUINA, Emilio Laferranderie "El Veco"


En plena base cuatro, Romario retorna a las canchas



No digamos que era más cantado que “El plebeyo” de Pinglo, pero se vislumbraba.


El excepcional Romario, uno de los goleadores más finos de la historia, rebautizado por Valdano como “un delantero de dibujos animados” para explicar su definición casi perfecta, transita por el tobogán.



Se obsesionó por llegar a los mil goles, dijo que los tenía y los estadígrafos de la FIFA lo negaron en su momento por dos motivos: los amistosos no valen y menos los de casados contra solteros que terminan con un vaso de cerveza en lo alto y la pelota bostezando junto a un árbol.


No necesitaba pensar en la marca de Pelé porque ya era un cabal fenómeno para todos y no tenía que demostrar nada. El tres veces campeón holandés con el PSV con un registro apabullante de 165 goles en 157 partidos ha anunciado ahora —43 años— que volverá a jugar en setiembre y lo hará con la modesta camiseta del América de Río de la Segunda División.



Era el club de Evair, su padre, y entonces heredó la adhesión.



Una suerte de primera novia que halla hoy en los tiempos que asoma el reuma y la lozanía es jardín marchito.


La noche fagocitó al futbolista, el crack eligió la cancha de Edmundo y del Ronaldinho de la segunda etapa en el Barza y el despeñadero se hizo solo. El campeón mundial en Estados Unidos 94, elegido además el mejor jugador del torneo, afronta múltiples problemas por no pagar la cuota de alimentos a sus hijos.


Y hay más en el debe. Hasta no hace mucho supo tener la discoteca más “bacana” en Barra de Tijuca, una de las zonas más caras de la ciudad del Corcovado, pero hoy la música se fue a otra parte y los clientes también.


Su tránsito vital lo ubica en un sube y baja constante, elogios y desconciertos se suceden. Para la mayoría de opinantes serios, incluidas las catedrales Rivelino y Tostao, fue el más notable goleador de la tierra de Vinicius después de Pelé.


Y nos permitimos coincidir con los sabios.


Pisaba el área en una ráfaga, jamás con idea de estacionamiento.


Tocaba con justeza, como si operara, y generalmente se daba vuelta con los brazos en alto. Exprimía los segundos y festejaba. “Toco y me marcho”, parecía decir.


¿Para qué más? Esa imagen fantasmal para los arqueros nos acompañará siempre.


Nos impactó cuando comentamos el olímpico de Seúl 88 por Panamericana.


En cada movimiento el rótulo de crack se dibujaba solo. Y nunca más se lo quitamos.


Otra información —noche sobre el sol— lo involucra en una investigación policial sobre una cadena de apuestas ilegales en Río de Janeiro.


¡Cómo olvidar al campeón de liga con el Barcelona, temporada 93-94 y su condición de pichichi con 30 goles! Mejor jugador de la FIFA, en su momento, ganador de la Copa América en doblete (89 y 97). Campeón de la Copa Confederaciones.


El zigzag de Romario nos trae una frase tanguera que le cae justa a este momento tan difícil: “La tristeza de haber sido y el dolor de ya no ser”.


Este retorno al fútbol es apenas un manotón desesperado, nada más. No vuelve por hambre de pelota, sino por necesidad de plato lleno. Es tan insólito como cierto. Ganó plata gruesa y se quedó sin nada, más seco que pañal de muñeca.


Sus goles le aseguran un gran espacio admirativo. Romario es marca registrada, amasada con ovaciones que serán eternas. ¡Salud, “Bajito”!

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