Kaká, el fenómeno brasileño que ya la rompe en el Real Madrid
Valdano sostiene que Zidane es “un falso lento” porque en circulación de balón es capaz de oprimir el acelerador en los hechos. En el brasileño la velocidad brota sola, encandila por impresión directa.
Son intermitentes ambos como todos los genios, Schiaffino y Cueto incluidos, y si están en vena les sobra capacidad para asegurar un resultado o dar vuelta cualquier partido.
El nacido en Brasilia ingresará el sábado ante el Deportivo —debut del Madrid en la liga— con 27 años que piden espacio, menos presión táctica, más diversión en la cancha sin las rejas de los cancerberos italianos.
El deseo reiterado de jugar por los merengues tiene relación con la posibilidad de armar paredes más pulcras, de plasmar ese fútbol fluido de tranco largo que brota de piernas que parecen remos y de ese remate sorpresivo desde lejos, espectacular, que vulneró el arco peruano en el 1-1 del Monumental por la Eliminatoria.
La semana que pasó dio un recital en el 5-0 ante el Borussia Dortmund, pase gol de tacón incluido mientras Cristiano Ronaldo no asomó con una efectividad por ahora escondida.
El portugués tiene más gol que Kaká, hecho indiscutible, aunque es más individualista.
Juega al “yo-yo”, más preocupado por el lucimiento personal.
Lo de Kaká trasciende siempre en función colectiva, en engarce a favor del conjunto.
Alguien ha dicho que si fuera negro estaría muy cerca de Pelé.
No somos adeptos a buscar paralelos con referentes de cumbre como Pelé, Maradona, Di Stéfano o Cruyff, porque los cuatro se ubican en una estantería histórica muy alta con un cartelito que por ahora dice “prohibido tocar”.
Kaká es un gran jugador que aún tiene más techo. Fue campeón mundial en el 2002, aunque jugó poco. Viene de cerrar una temporada importante: campeón de la Copa Confederaciones y mejor del torneo.
En el 2007 recibió el premio como mejor del mundo y lo llevó a la iglesia Renacer en Cristo, que está en Sao Paulo.
Es evangelista, se casó virgen con la también brasileña Caroline Célico en el 2005 y entonces se robustece esta versión distinta, casi con almidón de colegio, de crack responsable, incompatible con sus múltiples nocheros compatriotas, etílicos tenaces, farristas crónicos que han rifado sus carreras de futbolistas con un carnaval de año entero.
Por eso también el Real Madrid puso 65 millones de euros para traerlo desde la ciudad del Duomo.
Por ser un brasileño diferente, profesional intachable, que utiliza la noche para dormir y el día para correr con más ímpetu junto a la pelota.
No hay que pellizcarse, es cierto. Y por eso también uno de los farristas deslizó que cuando Kaká se jubile del fútbol podría ser sacerdote.
De alguna manera ya lo es y la broma se acható sola. Kaká ya predica a diario con su ejemplo y vale reconocerlo con una frase de norma: muchas gracias, “Padre”, y sin pensar en la medallita.
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