domingo, 2 de agosto de 2009

LA ESTAFA Y EL FRAUDE DEL SIGLO







El análisis de la más grande estafa mundial requiere una serena reflexión provocada por los mismo hechos que hacen que potentados y magnates, así como importantes entidades financieras, confiarán en una persona que estafó por 70 mil millones de dólares.


Un caso que remece las finanzas mundiales y que está ligado a la crisis internacional, merece, por supuesto, conocer de cerca quienes eran y como vivian estas personas que perpetraron tales delitos.


En ese sentido, les ofrecemos mayores detalles del fraude y estafa promovida por Bernard Madoff, con una crónica de su relación con su esposa:




Ruth Madoff: la mujer detrás del fraude


Un mes antes de que su marido confesara haber cometido el mayor fraude financiero de la historia, Ruth Alpern Madoff se puso un vestido negro sedoso, se acomodó el pelo rubio, se colocó los anteojos, tomó a su marido de la mano y juntos fueron a la Hostería Doubletree, en Fort Lee, New Jersey.


Era la 50a reunión de la clase 1958 de la escuela secundaria Far Rockaway, y si bien Ruth, de 68 años, había perdido contacto con la mayoría de sus amigos de aquel tiempo, no se la hubiera perdido por nada.


A nadie le sorprendió que llegara del brazo de Bernie Madoff: "Eran pareja desde que los conocí. Eran como los huevos y el tocino", dice una amiga de la infancia.


Ruth era ahora la mejor mitad de la pareja más rica de la clase 1958 de Far Rockaway, y los que no habían mantenido contacto con ellos tenían curiosidad por el éxito de Bernie.


No es ostentosa; no alardea. "Después de la universidad me casé con Bernie Madoff. (...) Bernie y yo trabajamos juntos en el negocio de inversiones que él fundó en 1960. Tenemos dos hijos, Mark y Andy, cinco nietos y uno más en camino (...) Actualmente viajo y paso tiempo con mis nietos", escribió hace un tiempo, sin advertir en sus textos que las cosas estaban por cambiar.


Ahora, luego de la condena de Bernard, ella es una de las figuras más repudiadas de Nueva York. Una especie de viuda cuya familia se ha dividido en campos opuestos.


Para preservarse luego de la condena de su padre, los hijos de Ruth contrataron abogados y a la poderosa firma de manejo de crisis Sard Verbinnen & Co. Desde entonces no hablan con su mamá. La cortina de silencio no se levantó, dicen, no porque pensaran que su madre estaría al tanto del gran engaño, sino por su tendencia a ponerse de parte de Bernie en cualquier situación.


El abogado de los hijos, Martin Flumenbaum, explicó el distanciamiento como una jugada puramente legal: "Como sucede en cualquier investigación del Estado de tal complejidad, instruí a mis clientes en el sentido de que no tuvieran contacto con otros testigos potenciales involucrados en la investigación".


Se dice que Ruth se siente increíblemente herida por la conducta de sus hijos. Tuvieron una relación estrecha durante la mayor parte de sus vidas, con una larga tradición de pasar fines de semana de verano juntos en Montauk. Vivió durante un tiempo con sus nietos, pero ahora sólo los ve en visitas limitadas.


Ha sido más maltratada que la esposa de cualquier otro criminal de Wall Street de la que se tenga memoria. Se ha convertido en el blanco favorito de los medios y de las víctimas, muchas de las cuales sospechan que estuvo involucrada, pese al hecho de que aún no ha sido acusada formalmente, y que fuentes anónimas sugirieron que es probable que no lo sea.


Durante la aparición final de Bernie en la corte, Ruth fue nombrada repetidamente por sus víctimas, casi como si ella lo hubiese obligado a robarles. "Me causa mucho dolor recordar a mi marido, un gran médico, que iba en medio de la noche al hospital para que Bernie Madoff pudiera comprarle a su esposa un reloj Cartier", dijo una, con dientes apretados de rabia.


Bernie estará tras las rejas, pero su crimen sigue siendo en gran medida un misterio no develado que tardará años en comprenderse. Mientras haya cabos sueltos y hasta que se termine de rastrear hasta el último centavo de los US$ 170.000 millones que los fiscales dicen que pasaron por su empresa fraudulenta, Ruth será blanco de sospechas.


El estilo de vida, las pieles y joyas, el salón de belleza sofisticado, los viajes alrededor del mundo..., todo parecía ser de su dominio, orquestado y disfrutado más por ella que por el cara de piedra y reservado Bernie.


"Es la política de género de la cultura -opina la escritora Gloria Steinem-. Es más fácil culpar a la persona menos poderosa. ¿Por qué la gente no culpa a sus hijos? Es mucho más probable que ellos estuvieran complicados en la cosa, porque están en el mismo campo profesional. Y la respuesta es: porque son hombres."


"Me he pasado décadas escribiendo sobre matrimonios y nunca he dejado de asombrarme de las cosas que las mujeres no saben de sus maridos -dice Leslie Bennetts, autora de The Feminine Mistake (El error femenino ), en defensa del beneficio de la duda-. No sé respecto de Ruth Madoff, pero muchos hombres engañan a sus mujeres."



Al igual que muchas mujeres de su generación, Ruth dependía de que su marido la mantuviera. Aunque ella sospechara que había algo mal en los negocios de Bernie, se habría enfrentado a una alternativa terrible: o presionar por conocer la verdad, sabiendo que podía devastar a la familia y dejarla sin nada, o mirar para otro lado.


Un miércoles de mayo, una mujer diminuta atravesó las barricadas metálicas de Park Row, en el bajo Manhattan, con la cabeza gacha. Estaba vestida de negro y llevaba anteojos oscuros de aviador, el rostro oculto por una pañoleta y una cartera negra pegada al pecho.


Ruth se retiraba de la visita semanal a su marido en el Centro Correccional Metropolitano. Afuera merodeaban los fotógrafos, tratando de provocarla para que dijera algo. "No tengo ninguna respuesta para usted", le ladró a un equipo de televisión del noticiero de la cadena ABC, mientras aguardaba un taxi.



No la ha ayudado el hecho de que maneja muy mal sus relaciones públicas. En los meses posteriores a la acusación contra su marido, mientras cientos de personas mayores y entidades de caridad tambaleaban por sus pérdidas devastadoras, Ruth probablemente debió haberse ido a servir sopa a los leprosos de Calcuta, pero peleó por quedarse con una porción muy grande de dinero.


Sus abogados sostuvieron que gran parte de la riqueza de la pareja -US$ 62 millones en ahorros, casas en Nueva York, Palm Beach y Montauk valuadas en US$ 7,5 millones, US$ 7,45 millones, y US$ 7 millones, respectivamente, además de los US$ 2,6 millones en joyas de Ruth- pertenecían exclusivamente a ella.


Según los fiscales, Ruth y Bernie también enviaron a familiares paquetes llenos de joyas, luego de la confesión de Bernie, en violación de la indisponibilidad de sus activos.


En vez de tomar distancia de la mala conducta de su marido, o presentarse como una de las víctimas amargadas por lo que hizo su marido (como hicieron sus hijos), Ruth se ató férreamente al hombre junto al que siempre vivió. Muchos no la creen ajena al delito.


"Hablaba con ella de todo. La idea de que ella no supiera es risible", dice un empleado de Madoff de larga data.


El gobierno y las víctimas también podrían reclamar el dinero que le queda a Ruth. Justo antes de que condenaran a Bernie, los fiscales anunciaron un acuerdo que deja a Ruth demasiado bien como para satisfacer a la mayoría de las personas, pero con sólo una fracción pequeña de lo que esperaba.


Se queda con US$ 2,5 millones, debe ceder todas las casas (incluyendo el penthouse de Manhattan donde ha estado viviendo), el piano Steinway de US$ 39.000, la colección de arte -que vale US$ 1,6 millones- y su tapado de piel ruso.


En los últimos seis meses, la oficina del fiscal nacional de EE.UU. ha controlado cada centavo que gasta, rechazando como demasiado extravagante su suscripción a The New York Times, junto con el servicio de TV por encima de los servicios básicos del cable.


En el futuro, sus US$ 2,5 millones le darían US$ 150.000 en intereses cada año, como para vivir más que cómoda, lo que de todos modos no deja de ser un ajuste para una mujer que una vez gastó US$ 29.887,94 en un solo mes, según los recibos de la tarjeta American Express platinum de su marido.


Cubrir los pagares


Bernard L. Madoff Investment Securities era una empresa familiar.


La oficina de ­Ruth estaba en el piso 18° del 885 de la 3th Avenue, hecha un sándwich entre el negocio de asesoramiento de negocios en el piso 17° y la compañía de negocios de inversión legítimos en el piso 19°.


Shana Madoff, la sobrina de Bernie y abogada de la compañía, también tenía oficinas en el piso 18°, junto con Charles Wiener -el hijo de la hermana de Bernie, Sondra Wiener, y jefe de administración- y Maurice Cohn, cofundador de Cohmad Securities con Bernie y recientemente acusado de fraude.


Según un empleado de larga data, el marido de Joan, Robert Roman, también trabajó para la compañía haciendo seguros hasta hace dos años, cuando le entregó el trabajo a su yerno, Seth Hochman.


Durante muchos años Ruth trabajó allí, cubriendo los pagarés de la compañía. También manejaba las chequeras y los gastos personales de ella y de su marido, en vez de encargárselo a una secretaria, como hacía el hermano de Bernie, Peter. "No creían en eso de dejar que otras personas se hicieran cargo de sus cosas personales en lo que a dinero se refiere", dice un empleado.


Cuando dejó de trabajar full-time, en algún momento de los años 90, Ruth siguió viniendo a la oficina una o dos veces a la semana, siempre que no estuviera de viaje. "Ella jugaba golf, visitaba a sus nietos, iba a la peluquería", cuenta un empleado de larga data. De vez en cuando iba a almorzar con Bernie, a veces en P. J. Clarke, en la misma calle, o a Nicola, en la calle 84.


Era malhablada y ruidosa. Según se dice, le gritaba a su marido cosas soeces cuando se enojaba. No le gustaba usar cosas llamativas. Prefería ropa elegante y simple, muchas cosas negras y vestidos blancos. Pero disfrutaba gastando el dinero, especialmente en viajar.


Los Madoff se instalaban todos los veranos por seis semanas en su departamento en la exclusiva comunidad Château des Pins, en Cap d?Antibes, en la Riviera Francesa, donde también amarraban uno de sus múltiples yates, llamado Bull.


Cuando no estaban en Francia, pasaban los fines de semana de verano en la casa de la playa en Montauk, que está sobre dunas blancas y mira al mar. En los meses más fríos, Ruth y Bernie viajaban a su mansión en Palm Beach.


Mezcladas con las compras de las tarjetas de crédito se registraban dádivas a entes de caridad: US$ 1000 a Project Sunshine, US$ 10.000 a la YMCA de la calle 92 y US$ 2500 a la Fundación Everglades, por ejemplo.



Una persona relacionada con una organización a la que donaron los Madoff recuerda haberlos visitados en Palm Beach para pedirles dinero. Fue casi alarmantemente fácil: una charla informal de 45 minutos condujo a una donación de US$ 4 millones.



Los Madoff también eran generosos con sus empleados, muchos de los cuales les siguen siendo leales. "No tengo nada que decir de ella que no sea bueno.


Es una dama extraordinaria", dice Richard Carroll, el capitán del barco de Ruth y Bernie en Palm Beach por 39 años. Su jardinera en Montauk, Cynthia Hahn, que trabajó 24 años para ellos, recuerda que Bernie y Ruth le adelantaron un préstamo cuando compró su primera casa, hace veinte años.


"Realmente les importaba la gente", dice Hahn.
Es difícil no preguntarse si esto era parte del plan.


Tener contentos a todos los que lo rodean a uno y cuidar de ellos es una jugada inteligente si uno quiere evitar preguntas sobre sus prácticas de negocios.


Luego de que Bernie fuera arrestado, Hahn recuerda que los Madoff le enviaron inmediatamente un cheque por los US$ 6500 que le debían por un reciente trabajo en su parque. "Ruth me llamó dos días más tarde y dijo: «Lo siento, estoy tan avergonzada. Congelaron todas nuestras cuentas y ese cheque no va a pasar»."


En febrero, Bernie le dejó un mensaje telefónico pidiendo disculpas nuevamente y diciendo que le daría un cheque lo antes posible. Finalmente, Hahn le preguntó a Ruth: "¿Me pagarán alguna vez?" Ella dijo: "Creo que no".


Si Ruth era consciente de que el negocio de su marido era un fraude, entonces conscientemente condujo a todos los miembros de su familia a la ruina.


El nombre Alpern aparece decenas de veces en la lista de víctimas de Madoff. Además, Harriet Mayer, la esposa de Lenny Mayer, de la firma de brokers Mayer & Schweitzer, según se dice perdió una suma sustancial, junto con Renee y Stanley Shapiro, que estaban con Ruth y Bernie en la fiesta de Navidad de la compañía la noche antes de que se hiciera público el fraude.


Una de las mejores amigas de Ruth, Cynthia Lieberbaum, también perdió dinero con Bernie, según la lista de víctimas.


Pero otra amiga cercana, cuyo marido fue un ejecutivo de finanzas, pidió invertir hace años y se la rechazó. "No, mientras (tu marido) esté trabajando", recuerda que le dijo Bernie.


Pensó en aquel momento que él debió de haber querido hacerle una broma, pero en retrospectiva sospecha que es otra la explicación. "La mayoría de la gente que tenía dinero invertido con él no era de Wall Street, no sabía leer declaraciones financieras que no eran ciertas."



Una de sus amigas más cercanas se pregunta sin vueltas: "¿Cuál es la definición de sociópata? ¿Se puede hacer estas cosas terribles, horrendas y seguir siendo una buena persona?"



El 10 de diciembre de 2008 fue un día típico de Ruth. Se encontró con una amiga de la secundaria para almorzar en un restaurante toscano de nombre Centolire, en la avenida Madison y la calle 86, donde conversaron de la reunión y de sus familias cada vez más grandes.


"Hablamos de los niños, de lo maravillosos que son los nietos. Iba a encontrarse con Bernie justo después de almorzar", recuerda, y agrega: "Siempre supe que a Bernie le había ido muy bien, pero nunca comprendí la medida de eso".


Esa tarde, Ruth mantuvo perfil bajo y no habló con mucha gente. Según funcionarios de Boston, retiró US$ 10 millones de su cuenta personal de Cohmad Securities. Unas horas más tarde, Bernie confesó a sus hijos que "era todo una gran mentira".


Con la separación de sus hijos, el ostracismo público, ninguna perspectiva de volver a vivir con su compañero de 50 años y la posibilidad de que se le imputen cargos, Ruth se enfrenta a un futuro negro y de aislamiento.


Todos los días sale a caminar, aunque es demasiado tímida como para aventurarse a lugares como museos, por temor de ser reconocida.


Le molesta la permanente cobertura de la prensa. Los comentarios de que Bernie fue infiel -un chisme sugería que Bernie había tenido un affaire con una asistente ejecutiva de una compañía de medios- son especialmente dolorosos, aunque ella no los cree.


Increíblemente, ya no está enojada con su marido por destruir sus vidas. Bernie, por su parte, estaría preocupado por su esposa. ¿Será capaz de sobrevivir sola?



Una familia de clase media



La pequeña casa pintada de amarillo en que Ruth Alpern vivió de niña con sus padres, Saul y Sara Alpern, y con su hermana mayor, Joan, se encuentra en la calle 224 de Laurelton.


El vecindario era diminuto, fundamentalmente judío, trabajador y de clase media.


"Era más parecido a criarse en un pueblo rural del norte de Nueva York que en Queens", dice una compañera de estudios de Ruth. Ella y su hermana fueron a la secundaria Far Rockaway, donde las chicas usaban zapatos bajos y polleras plisadas, y donde Ruth fue elegida "Josie College", una especie de mención honorífica, por sus compañeros.


Quizá no sea sorprendente que lo que todos recuerdan de Ruth de aquel tiempo es su devoción a Bernie, que le llevaba dos años.


Empezaron a salir cuando él estaba en el primer año del ciclo final de la secundaria, y llegó a dominar su vida. Se casaron en 1959.


Desde entonces, las familias Alpern y Madoff y sus intereses comerciales quedaron muy unidos. Bernie se graduó en la Universidad Hofstra en 1960 y salió a la búsqueda de oportunidades para ganar dinero.


El padre de Ruth, un contador público cuya firma, Alpern & Heller, había sido creada en 1948, proveyó el paraguas para que Bernie lanzara sus operaciones de mercado, comprando y vendiendo activos para otras compañías.


Calladamente, Bernie creó un fondo de inversión, y dos de los empleados de Saul Alpern -los contadores Frank Avellino y Michael Bienes- comenzaron a trabajar para él, conectándolo con inversores que querían beneficiarse con lo que ya entonces se conocía como "las ganancias garantizadas de Bernie", de entre 13,5 y 20 por ciento al año.


Sus primeros inversores fueron amigos de los padres de Ruth. Muchos pasaban sus veranos en colonias de cabañas en las montañas Catskill, al norte de Nueva York.


"Mi hotel recibía gente jubilada de Florida, los amigos de mis padres", dice Cynthia Arenson, una compañera de escuela de Ruth que administra el centro vacacional Sunny Oaks, cerca de Woodridge, y cuyos padres eran muy amigos de los padres de Ruth.


"El treinta por ciento de quienes venían a mi hotel invertían con Bernie Madoff."


En algún momento de los años 60, Saul y su esposa se retiraron a un departamento en Florida, cerca de Miami Beach, dejando a Avellino y Bienes como los principales responsables de traer inversores al fondo de inversión de Bernie (hasta que la Secretaría de Títulos y Cambios, la SEC, los cerró en 1993 por no llevar registro de las inversiones de sus clientes).


Mientras unos sugirieron que el esquema Ponzi puede rastrearse hasta los inicios de Bernie en los negocios, los amigos de aquellos tiempos no creen que el padre de Ruth fuera consciente de ello. El y la madre de Ruth tenían los valores de la gente que había vivido la Gran Depresión.


Saul y Sara pasaron sus veranos en Sunny Oaks hasta 1996, cuando ella murió, a los 94 años. Se dice que Sara legó varios fondos, uno valuado en un millón y otro por de US$ 1,2 millones, que eventualmente se repartieron entre Ruth, su hermana y los nietos.


Cuando Saul murió, tres años más tarde, su testamento contenía dos bonos del Estado de Israel por valor de US$ 1000 cada uno y 992 acciones de Pitney Bowes por valor de US$ 39.000 como sus activos fundamentales.


Para Ruth no era mucho dinero. Se dice que dio su porción de la herencia a su hermana y los nietos. Para entonces, ya era rica más allá de sus sueños más locos, gracias al negocio de su marido en ascenso.


El esquema de la estafa


La operatoria utilizada por Madoff se denomina esquema Ponzi. Es un sistema piramidal de fraude en el que se prometen grandes beneficios en corto tiempo


1- Se convoca a un grupo de personas a invertir dinero con la promesa de recibir un importante porcentaje por lo depositado.


2- El promotor del sistema busca más inversores para pagar los beneficios prometidos a los primeros clientes.


3- Como las cifras a devolver van aumentando debe seguir buscando inversores para que la pirámide se mantenga.


Crónica de la estafa


1960, el inicio A los 22 años, Bernard L. Madoff funda su primera empresa, con un capital de 5.000 dólares. Decía que lo había ganado como guardavidas e instalador de sistemas subterráneos de aspersión.


1989, en franco ascenso Su firma concentra más del 5 por ciento del volumen de negocios de la Bolsa de Valores de Nueva York y se posiciona como uno de los operadores mejor pagos de Wall Street, según The Financial World.


1990, rey de Wall Street Se convierte en el director ejecutivo del Nasdaq, la bolsa de valores automatizada más grande de los Estados Unidos. Vio con anticipación que el mercado de acciones se gestionaría vía informática.


1992, sospecha inicial Investigadores federales se preguntan si Madoff está vinculado a un sistema de estafa, conocido como esquema Ponzi, puesto en marcha por Frank Avellino y su socio, Michael Bienes, que cierran su firma ese año.


2005, 7 de noviembre, una denuncia Harry Markopolos, un investigador privado de fraudes de Nueva York, asegura que la firma de Madoff es el exponente más claro del esquema Ponzi en el mundo bursátil.


2008, 11 de diciembre, la detención Madoff confiesa a su hermano Peter y a sus hijos Andy y Mark que su negocio "es una gran mentira". Dos días después los hijos lo denuncian y es detenido en Nueva York


2008, 12 de diciembre, libertad por fianza El ex broker queda libre tras pagar una fianza de diez millones de dólares. Los investigadores encuentran en su escritorio cheques firmados por más de 173 millones de dólares.


2008, 13 de diciembre, primeras víctimas Los primeros damnificados: bancos Santander (España), Medici (Austria), UBP (Suiza) y HSBC (Reino Unido), el cineasta Steven Spielberg, entidades humanitarias y fundaciones.


2008, 16 de diciembre, fraude silencioso Autoridades de supervisión bursátil admiten graves negligencias en el control de las actividades de Madoff. Hubo numerosos indicios de la estafa que no fueron detectados a tiempo


2008, 17 de diciembre, prisión en casa Los jueces deciden que Madoff siga en prisión preventiva, aunque ahora en régimen domiciliario. El empresario queda recluido en su lujosa vivienda con un brazalete electrónico.


2008, 22 de diciembre, un trágico suicidio El agente financiero francés Thierry Magon de La Villehuchet, de 65 años, se quita la vida en su oficina de Nueva York debido a las pérdidas sufridas por el fraude.


2009, 5 de enero de 2009, libertad violada La fiscalía acusa a Madoff de violar su libertad bajo fianza al regalar en Navidad joyas y relojes de lujo a amigos y parientes. Otra vez, los hijos son los que informan a las autoridades.


2009, 12 de enero, ¿y las rejas? A pesar de esos envíos, un juez decide que Madoff no debe ir a prisión preventiva. Esto enfurece a la opinión pública estadounidense, que lo cuestiona en forma abierta y sin límites.


2009, 5 de febrero, la lista de Madoff Se da a conocer la lista de los 13.567 damnificados por Madoff. Es el primer paso para verificar los legítimos reclamos en su contra, por estafas superiores a 950 millones de dólares


2009, 11 de febrero, tensa espera Vuelve a posponerse el plazo para la acusación. Se revela que la mujer de Madoff, Ruth, retiró 15,5 millones de una empresa vinculada con él poco antes de conocerse la estafa.


2009, 10 de marzo, la acusación La Fiscalía General de Manhattan presenta finalmente la acusación. Los 11 cargos que se le imputan a Madoff pueden sumar hasta 150 años de prisión.


2009, 12 de marzo, yo, el culpable Madoff se declara culpable ante un tribunal en Nueva York de todos los cargos y pide perdón a sus víctimas. Su defensor solicita una pena de 12 años.


2009, 26 de junio, la confiscación Se confiscan propiedades, coches, yates y otros bienes familiares por un valor total de más de 80 millones de dólares para compensar a las víctimas.


2009, 29 de junio, pena máxima El juez Denny Chin condena a Madoff a 150 años de prisión, la máxima pena posible.

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