miércoles, 26 de agosto de 2009

MAS SOBRE LA TRAGEDIA Y EL PODER DE LOS KENNEDY


Los escritores, novelistas, científicos polìticos y periodistas escribirán y comentarán hasta el cansancio sobre la leyenda de la familia Kennedy, signada por la tragedia y el poder de uno de los apellidos más notorios no solo en los Estados Unidos, sino en el mundo.
Los asesinatos de Jhon y Roberto Kennedy sumado a la muerte de su hermano mayor y su hijo Jhon-Jhon, dejan una estela que como si el destinoles dijería NO
AL ACCESO AL PODER.
Si bien Jhon F. Kennedy fue presidente, pero su dio tuvo un final trágico: lo mataron a sangre fría; asi como a su hermano Robert, Bob, cuando se aprestaba a postular también a la presidencia.
Y Edward "Ted" que no pudo superar el incidente donde murió una joven en su automóvil ahogada. Se desconoce aún que pasó; porque estuvo 10 horas incomunicado el llamado ahora "el León Liberal del Senado". Este hecho lo puso en jaque, claro que ganó su curul en el Congreso norteamericano pero le fue negada la presidencia cuando perdió ante Jimmy Carter.
En todo caso lo dejamos con una crónica apretada con la familia cuyo árbol principal buscó afanosamente que sus hijos sean presidentes de la nación más poderosas del mundo:
Muere Ted Kennedy, el último de la estirpe
El 'León del Senado'.
Uno de los políticos más influyentes en la historia de EE UU y miembro de la familia cuya tragedia cautivó al país, fallece de cáncer a los 77 años

Historia, idealismo, carisma, tragedia y leyenda se funden en un solo apellido: Kennedy.
El cierre simbólico de una era llegaba este miércoles con la muerte del senador Edward Ted Kennedy, el último patriarca de una dinastía sin la que es imposible entender los principales avatares del último medio siglo estadounidense.
El león liberal del Senado, el titán de la política demócrata que convirtió la lucha por causas casi imposibles en su país (la educación o la salud) en pequeñas y grandes victorias con las que se ganaría la admiración y respeto de ciudadanos y estadistas, fallecía en esta madrugada en su residencia de Hyannis Port (Massachusetts) a los 77 años.

La pasada madrugada ha tenido lugar el fallecimiento del senador estadounidense Edward Kennedy. Ha muerto a los 77 años de edad víctima de un tumor cerebral que le fue diagnosticado en mayo del año pasado.
Era el último hermano vivo del ex presidente John Fitzgerald Kennedy y el miembro más longevo del Senado en la historia estadounidense. Ted Kennedy, tal y como se le conocía popularmente, dio su apoyo a Barack Obama diez meses antes de las elecciones que le catapultaron a la Casa Blanca.

Aquejado de un tumor cerebral desde hacía más de un año , su partida fue llorada desde todos los rincones del planeta, empezando por Estados Unidos, donde el presidente Barack Obama, para el que su apoyo incondicional marcó el despegue hacia la Casa Blanca, lamentó su perdida con estas palabras:

"Un capítulo importante de nuestra historia termina hoy. Nuestro país ha perdido un gran líder, el hombre que recogió la antorcha de sus hermanos caídos y que llegó a convertirse en el senador más grande de nuestro tiempo. Para su familia, fue un guardián, para Estados Unidos, un defensor de sus sueños".

Sin embargo, al contrario que sus hermanos, el presidente John Fitzgerald Kennedy, y el senador Robert Kennedy , asesinados en la década de los sesenta, Teddy, como le conocían sus amigos, comprendió que su vida "no es llegar a la Presidencia sino el servicio público".

Así lo expresó en 1985, cuando decidió seguir buscando la reelección como senador por Massachusetts, sillón que ocupó desde 1962, y renunciar definitivamente a las aspiraciones presidenciales para las que su padre, Joseph P. Kennedy, había educado a sus cuatro hijos varones.

Probablemente fue la decisión más sabia de su carrera.
"Cuando consiguió desprenderse del estigma que imponía que los Kennedy tenían que ser presidentes, se convirtió realmente en legislador" declaró este miércoles el republicano Alan Simpson. Y es que uno de sus grandes méritos fue precisamente ser capaz de convertirse en el nexo de unión entre demócratas y republicanos, sellando alianzas clave con las que conseguiría aprobar leyes relacionadas con los derechos civiles, la educación, el salario mínimo o la reforma sanitaria, la batalla con la que arrancó su carrera en el Senado y que había convertido en su último gran combate.
Vida marcada por la tragedia

No obstante, no fue sólo una decisión personal la que motivó su renuncia a llegar a la Casa Blanca. Su vida, como la de toda la dinastía Kennedy, estuvo marcada por la tragedia, una maldición sobre la que él mismo llegó a especular públicamente cuando se vio obligado a dar explicaciones por la muerte de Mary Jo Kopechne, una joven del partido demócrata que murió ahogada en 1969 después de que el coche que Ted Kennedy conducía cayera al agua en la oscuridad de la noche en la isla de Chappaquiddick.

Él pudo salir a tiempo, ella se ahogó. Kennedy tardó más de diez horas en comunicárselo a las autoridades, algo que generó todo tipo de especulaciones. Su posible estado de embriaguez o la supuesta infidelidad -pese a ser un hombre casado, tenía fama de mujeriego- provocaron un fuerte debate que Kennedy resolvió preguntándole públicamente a sus votantes si debería renunciar a su cargo.

La respuesta fue unánime: Kennedy fue reelegido meses después.
Cuatro años antes él mismo había burlado a la muerte en otro trágico accidente ocurrido la misma noche en que la Convención Demócrata de Massachusetts le esperaba para proclamarle como candidato al Senado. La avioneta en la que viajaba de Washington a Massachusetts se estrelló en medio de la niebla, provocando la muerte del piloto y de uno de sus asistentes.

Kennedy se fracturó la espalda, varias costillas y tuvo una hemorragia interna, pero milagrosamente sobrevivió. Sus dos hermanos mayores habían muerto -Joseph, el primogénito, falleció en la II Guerra Mundial-. Pero fue el asesinato de Bobby Kennedy el que marcó al senador, quien llegó a pensar en abandonar la política. Pero el peso de una educación marcada por las aspiraciones más altas se impuso.

"Esconderse no sirve de nada. Tengo que seguir defendiendo el compromiso con la justicia y el coraje que marcó sus vidas" dijo tras un periodo de reclusión de dos meses en 1968.

Perseguir la presidencia de su país fue una tentación a la que renunció varias veces en los años setenta por miedo a que el incidente de Chappaquiddick le persiguiera pero finalmente optó por intentarlo en 1980, sin éxito.

Fue a partir de ese momento cuando su trabajo como senador comenzó realmente a florecer. Su vida, que había arrancado en 1932 como la del pequeño niño malcriado de una familia aristocrática de nueve hermanos donde se le permitieron todos los caprichos -fue expulsado de Harvard por hacer trampas en un examen de español-, evolucionó hacia la de un político excepcional que aprendió con paciencia de sus propios errores.

Luchó contra la guerra de Vietnam y fue uno de los pocos que votó en contra de la invasión de Irak.

En palabras de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, "Ted Kennedy logró con su capacidad de hombre de Estado y sus proezas políticas mejorar las oportunidades de cada estadounidense". Su país pierde así al que quizás haya sido el Kennedy más valioso de todos los tiempos y al único de su dinastía al que la fortuna permitió alcanzar la vejez.


Entierro en el Cementerio Nacional de Arlington


Ted Kennedy será enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington, Virginia, donde también están enterrados sus hermanos John F. y Robert. Las exequias se llevarán a cabo este sábado.

El senador puede ser enterrado en este cementerio tanto por su servicio en el Congreso, donde ha sido el tercer senador con más años en servicio, como por su paso por el Ejército entre 1951 y 1953. Sólo dos presidentes estadounidenses están enterrados en Arlington, JFK y William Howard Taft quien murió en 1930.



Eunice Kennedy, impulsora de 'Special Olympics'
Hermana del presidente John, fue una destacada filántropa


Una nueva muerte sacudió ayer a la familia real estadounidense. Los Kennedy perdieron a la que, con los años, se había convertido en la mayor del clan, después de la muerte de seis de sus ocho hermanos.

Eunice Kennedy Shriver era una filántropa, una mujer que logró despertar el interés de la nación por los Special Olympics y que luchó incansablemente por ofrecer atención médica a los niños desfavorecidos de EE UU. Murió en la madrugada de ayer en Cape Cod, Massachusetts, a los 88 años de edad, después de haber sufrido una serie de ataques.


"Le enseñó a nuestra nación, y al mundo entero, que ninguna barrera física o mental pueden frenar el poder del espíritu humano", dijo ayer el presidente Barack Obama en un comunicado. "A lo largo de su extraordinaria vida, logró cambiar las vidas de millones de personas.

Para ella eso nunca fue suficiente", añadió su hermano, el senador Edward Kennedy, que está recibiendo tratamiento médico por un tumor cerebral.

La desgracia ha marcado la saga familiar de los Kennedy desde que Rosemary, nacida en 1918, fuera sometida en 1941 a una lobotomía prematura y efectuada de forma temeraria, que la dejó incapacitada de por vida.

Su hermano mayor, Joseph, murió en lucha en 1944, al final de la II Guerra Mundial. Kathleen y su marido, el marqués de Hartington, fallecieron en un accidente aéreo en 1948. John, que fue presidente, murió a tiros en Dallas en 1963.

La misma suerte de Robert, candidato a la presidencia, en 1968. Las únicas dos muertes naturales han sido las de Patricia, en 2006, y la de la propia Eunice, ayer.

La lobotomía de Rosemary, en 1941, a los 23 años de edad, la marcó de por vida y la animó a luchar incansablemente por las personas con discapacidades físicas y psíquicas. "Me llena de tristeza el pensar que aquel cambio no hubiera sido necesario si supiéramos lo que sabemos hoy", diría en un artículo publicado en 1962 en el Saturday Evening Post.

En 1957 se convirtió en vicepresidenta ejecutiva de la Fundación Joseph P. Kennedy Jr., "centrada en aportar ideas en el campo de las discapacidades intelectuales", según se dice en su página web.
Red en 180 países

Desde la mencionada fundación, ejerció su influencia sobre su hermano John para que creara, en 1962, el Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano, que fundaría una red de centros educativos públicos para niños con discapacidad en 1967 y financiaría los primeros Special Olympics, celebrados en 1968 en Chicago.

Posteriormente, creó la fundación que hoy por hoy sigue organizando los Juegos y que dirige su hijo Tim. Cuenta con una red de más de tres millones de atletas en 180 países.

Aquel fue su proyecto más querido. Según su familia, su mayor orgullo fue ver la ceremonia inicial de los Juegos Paralímpicos de Shanghai en 2007, cuando el presidente chino, Hu Jintao, recibió con una sonrisa y entre vítores a 7.000 atletas de China, un país donde la discapacidad ha sido tradicionalmente anatema y tabú.

Eunice Kennedy, nacida en 1921, se casó en 1953 con Robert Sargent Shriver, que se presentó como candidato a la vicepresidencia junto a George McGovern en 1972, en unas elecciones que ganó Richard Nixon.

Ambos tuvieron cinco hijos. La segunda, María, se convirtió en una periodista de éxito que se casó en 1986 con el actor austriaco Arnold Schwarzenegger.

De su suegra, Schwarzenegger, actual gobernador republicano de California, dijo ayer que le puso "en el camino del servicio público": "Me reclutó como entrenador para los Juegos Paralímpicos". En 1984, otro republicano ilustre, el presidente Ronald Reagan, le concedió el mayor galardón que puede recibir un ciudadano en EE UU, la Medalla Presidencial a la Libertad.



40 años después de Robert Kennedy


La batalla de las ideas y el deseo de cambio también dominaron las primarias demócratas en 1968

Acababa de ganar las primarias demócratas de California, derrotando al senador Eugene McCarthy por una diferencia de cuatro puntos.

Era joven, atractivo, provocaba profundas emociones, y también odios. Faltaban 20 minutos para la medianoche del 5 de junio de 1968.

En el hotel Ambassador de Los Ángeles, junto a su mujer Ethel, embarazada de su 11º hijo, había afirmado que pretendía acabar con la división que vivía EE UU desde hacía tres años: "Entre negros y blancos, entre los pobres y los más ricos, entre los jovenes y los mayores, o sobre la guerra de Vietnam".

Concluyó diciendo: "Podemos trabajar juntos y esta idea será el fundamento de mi campaña". Las mismas ideas que machaca hoy Barack Obama. Hoy, Irak, ayer Vietnam. Bobby Kennedy abandonó el podio estrujado por sus enfervorizados seguidores. Tenía que enfrentarse a la prensa en una sala contigua.


Bob, como Obama hoy, quería acabar con la división que vivía EE UU
Prometió resolver los problemas raciales con gestos hacia los negros
Robert Fitzgerald Kennedy, con ojeras marcadas en un rostro agotado por la campaña a la que había imprimido un ritmo emocional trepidante, acompañado por su mujer y una seguridad mínima, decidió volver a atravesar las cocinas.

El estrecho pasillo estaba repleto de cocineros, pinches, lavaplatos, botones. Bobby avanzaba estrechando manos. Acurrucado en una mesita para recoger bandejas le esperaba un palestino delgado, de baja estatura y pelo tupido.

Sirhan Sirhan, de 24 años, se levantó, quitó el papel que ocultaba su revólver del calibre 22 y disparó a quemarropa contra el vencedor de las primarias.

Robert Kennedy, que pretendía continuar la leyenda familiar concluyendo la presidencia inacabada de su hermano Jack, asesinado en Dallas hacía sólo cuatro años y seis meses, se desplomó con el cráneo destrozado.

Sirhan Sirhan fue reducido mientras gritaba: "Déjenme explicarlo. Lo he hecho por mi país. Amo a mi país".

La histeria, el descontrol y el horror anegaron el júbilo de la noche de la victoria.

Veintiseis horas más tarde, Robert Kennedy, la esperanza demócrata para las presidenciales de 1968, moría en el hospital Buen Samaritano de Los Ángeles.

Sirhan fue condenado a muerte por asesinato en primer grado pero posteriormente su sentencia fue conmutada por cadena perpetua después de que el Tribunal Supremo declarara inconstitucional la pena capital en California.

Curiosamente, Edward Kennedy peleó políticamente por esa gracia. En 1984 Sirhan pidió la revisión para obtener la libertad condicional.

Le fue denegada. Hoy continua encarcelado.

Cuarenta años después del magnicidio el mundo es completamente diferente. Pero la política nortemericana, la batalla de las ideas, el deseo de cambio tras una presidencia de George W. Bush absolutamente fracasada, quizás no sea tan distinta.

Los Kennedy pretendieron crear una dinastía presidencial, sin lograrlo. Los Bush lo consiguieron.

Y ahora los Clinton lo han intentado rozando el éxito. Barack Obama tiene 46 años, tres más que Bobby Kennedy cuando fue asesinado, y representa como él la llegada de una nueva generación a lo más alto de la política en EE UU.

Empujado en gran medida por la gente joven, como Bobby, el candidato negro demócrata a la Casa Blanca surfea en una ola gigante de ilusión y cambio. Asistimos a la Obamanía como hace cuatro décadas se vivió la Kennedymanía.

Hillary Clinton no ha entendido este cambio sociológico. Y en su desesperación por ver cómo un jovencito de color, sin casi experiencia previa, se atrevía a desafiar a la poderosa dinastía Clinton y a la vieja máquina demócrata de hacer política ha cometido su último error.

En un acto patoso, ha recordado el asesinato de RFK relacionándolo con Barack Obama. Torpe desesperación o no, en EE UU hay asuntos que es mejor no mentarlos.

Usar, como han hecho los Clinton, la raza de Obama y hablar del voto de "los buenos americanos blancos" es todavía hoy jugar con fuego. Sobre todo, cuando circulan chistes infames de "negro en la Casa Blanca, blanco perfecto".

Estados Unidos, al igual que hace 40 años, vive sacudido por una guerra. Irak es un importante caballo de batalla en las elecciones de noviembre.

Obama promete una retirada gradual y a plazo medio del país mesopotámico, aunque vaya matizando su postura a medida que ve más cerca la Casa Blanca.

El candidato republicano, John McCain quiere ganar esa guerra aunque sea a costa de una presencia permanente en Irak. Robert Kennedy construyó su campaña presidencial en 1968 sobre el fin de los bombardeos sobre Vietnam y el cierre de la guerra asiática en la mesa de negociaciones.

Ese año de 1968 fue un parteaguas histórico. Las fuerzas juveniles trataban de cambiar la sociedad acomodada y jerárquica de las posguerra.

El día en que asesinaron a Robert Kennedy la revuelta de aquel mitificado mayo continuaba en las calles de París donde los jóvenes buscaban el futuro debajo de los adoquines.

En EE UU, los estudiantes de la Universidad de Berkeley hacían causa común con los de la Sorbona y pedían el fin de la autoridad, el prohibido prohibir, y una nueva sexualidad.


En abril, sólo dos meses antes del asesinato de Robert Kennedy, un fanático blanco mataba al líder negro Martin Luther King que pretendía un cambio pacífico a través de la lucha por los derechos civiles de la minoría de color y el entendimiento con los blancos. Se desataron disturbios raciales en las principales ciudades de EE UU que dejaron 37 muertos.

Bobby voló a Memphis, donde asesinaron al líder negro, y se dirigió a 700 personas para decirles: "Debemos hacer un esfuerzo, como lo hizo Martin Luther King, para comprender con compasión y amor. Yo tuve un miembro de mi familia asesinado, pero fue muerto por un hombre blanco. No necesitamos la violencia, sino la compasión hacia el otro, y un sentimiento de justicia hacia los que aún sufren en nuestro país, sean blancos o negros".

Este discurso transversal es en gran medida el mismo que utiliza Obama, quien no quiere un país dividido por razas, géneros, generaciones o demócratas y republicanos. Es el sueño político del fin de las trincheras.

Cuando RFK decidió postularse para la presidencia, en el invierno de 1968, lo hizo inicialmente contra la opinión de su padre y de su hermano Ted, traumatizados por la muerte de John.

Jackie, la viuda del asesinado presidente, le dijo a su cuñado: "Te matarán". Montó su campaña presidencial sobre un fin de la guerra, lo mismo que Obama ahora con Irak. Pero Robert fue más lejos en su transmutación en un político liberal.

Se subió a la ola de la contracultura emergente con los hippies en pleno florecimiento, la cultura beatnik, la poesía de Allan Ginsberg, los profesores ultraliberales, los Rolling, los Beatles... Se convirtió en el político disidente, se dejó el pelo largo y llegó a afirmar que "si no hubiera nacido Kennedy sería un revolucionario".

Prometió resolver los problemas raciales haciendo constantes guiños a los negros, Acudió a los guetos urbanos. Abrazó también la causa de los chicanos y cultivó sin medida el voto judío. Alrededor de ese movimiento antiguerra y contracultural se formó una coalición del desencanto que Robert intentó conducir y a la que quiso sumar la clase media blanca.

Sin embargo, ésta comenzó a temer su candidatura como demasiado "amante de los negros".

Ocho años después del asesinato de RFK, los demócratas regresaban a la Casa Blanca. Robert Fitzgerald Kennedy fue enterrado en el cementerio nacional de Arlington como un héroe estadounidense, junto a su hermano John.

Fue velado en la catedral de San Patricio, en Nueva York, donde hasta los hippies hicieron cola para despedirle. Sonaron la Quinta Sinfonía de Mahler y el Aleluya del Mesías de Haendel en su funeral. Un tren con su féretro, que paró en todas las estaciones repletas de gente que le daban su último adios, trasladó los restos de Robert desde Nueva York hasta Washington.

En España recuerdo haber visto el trayecto del tren y el acto final en Arlington, en directo por TVE en un granuloso blanco y negro. Lo comentó Jesús Hermida.


¿Cómo habría sido una presidencia de Robert Kennedy en 1968? ¿Cómo sería una presidencia de Barack Obama en 2009?

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