sábado, 11 de julio de 2009

MICHAEL JACKSON Y UN DIA EN SU VIDA






La vida del divo del rock sigue provocando amplios reportajes acerca de su paso por la vida, motivo que se presenta para ofrecerles uno de sus declaraciones:










Un día con Michael Jackson


Se trató de un momento especial del periodismo: Michael Jackson solo en casa y dispuesto a hablar durante horas con un reportero de la revista Rolling Stone. Gerri Hirshey




Es mediodía y en algún lugar del valle de San Fernando un resplandor neblinoso atenúa las sombras frontales de una hilera de casas pareadas. Al otro lado de la reja metálica, el jardín está en silencio y sólo se oye el chapoteo distante que hace el agua de una fuente al caer contra su pileta de plástico.



-A que no te esperabas un sitio así, ¿eh? -dice Michael Jackson entre risitas, tras una máscara de dedos huesudos. Después de instalar a su visitante en el segundo piso de su casita pareada de tres pisos, Michael explica que es una residencia provisional mientras su casa de Encino, en California, es demolida y reconstruida. Reconoce que aquél no es el lugar idóneo para un joven príncipe del pop.



También sorprende que Michael haya decidido afrontar esta entrevista él solo. Dice que hace por lo menos dos años que no ha hecho nada así. Y cuando lo hizo, siempre fue con un cordón de mánagers, con otros hermanos Jackson y, en una ocasión, con su hermana pequeña Janet, que repetía como un loro las preguntas de un reportero para que Michael pudiera contestarlas.



El exiguo dossier de prensa lo pinta como alguien insoportablemente tímido.



Se agacha, se esconde, habla mirándose las puntas de los zapatos. O simplemente no aparece. Se sabe que lleva su vida privada con una cautela casi obsesiva, "igual que un hemofílico que no puede permitirse ni un rasguño". La analogía es suya.




Si se pone esto a la par con las estadísticas, con los éxitos, se verá que no encaja.



Ha sido el cantante estelar de los Jackson Five desde el colegio. En 1980 se separó de los Jacksons para grabar un elepé, Off de Wall, que se convirtió en el álbum más vendido del año. Thriller, su nuevo disco, está en el quinto puesto de las listas.



Y la serie de artistas que trabajan ahora con él -o que quieren hacerlo- incluye a gente como Paul McCartney, Quincy Jones, Steven Spielberg, Diana Ross, Queen o Jane Fonda.



Ni en discos, conciertos, televisión o cine, Michael Jackson tiene problema alguno para aparecer en público. Nada le asusta, dice. Pero esto?-¿Te gusta hacer esto? -me pregunta, Michael.



Su voz denota cierta incredulidad, como si la pregunta la hiciera un juez de instrucción. Está repantigado en una silla del comedor, mirando hacia el salón, que se halla en la planta baja.



Está lleno de estatuas. Hay algunos graciosos bronces de estilo grecorromano, así como algunas de esas piletas de baño para los pájaros típicas de las afueras. Las figuras están plantadas alrededor del sofá como una fantasmal reunión para tomar té.




En cambio Michael no logra permanecer quieto. Está tan nervioso que se está comiendo -con cierta dificultad- una bolsa de papas fritas. Esto sí que es raro en él. Ninguno de sus hermanos recuerda que ni una partícula de esa clase de comida haya pasado por sus labios desde que, seis años antes, se convirtió en un estricto vegetariano y un apóstol de la comida sana.




De hecho a su madre, Katherine Jackson, le preocupa que su hijo Michael viva prácticamente del aire. Él dice que si no tuviese que comer para seguir vivo, no lo haría.


-La verdad es que odio esto -dice. Después de haberse despachado las papas, comienza a plegar y replegar un recorte de periódico-. Estoy mucho más relajado en un escenario que ahora mismo. Pero bueno, vamos allá -sonríe.



* * *



A sus 24 años, Michael Jackson tiene un pie firmemente plantado en cada extremo de los años ochenta.



Los éxitos de su infancia son ya viejos clásicos y ahora habla de tú a tú con los ídolos de su juventud. Michael sólo contaba diez años cuando se trasladó a la casa de Diana Ross en Hollywood. Ahora le produce discos.




Tenía cinco cuando aparecieron Los Beatles, ahora él y McCartney se disputan a la misma chica en el single de Michael "The girl is mine".



Sus amigos del mundo del espectáculo también pertenecen a diferentes generaciones. Se relaciona con personas que, como él, fueron estrellas infantiles, como Tatum O'Neal y Kristy NcNichol, y con la ex estrella infantil Stevie Wonder.



Charla a larga distancia con Adam Ant y Liza Minelli; y es íntimo del octogenario Fred Astaire. Cuando visitó el rodaje de En el estanque dorado, Henry Fonda le cebó los anzuelos de pesca. Jane Fonda le está ayudando para que aprenda a actuar.




Sus admirada Katharine Hepburn rompió su hábito de toda una vida de evitar el rock para asistir a un concierto de los Jacksons, en 1981, en el Madison Square Garden.




Hasta E.T. se habría sentido atraído por un espíritu tan dulce, según Steven Spielberg, que cuenta qué le dijo a Michael:



-Si E.T. no hubiese ido a dar con Elliot, habría aparecido en tu casa.
También dice Spielberg que no pensó en nadie más para narrar la saga de su vulnerable extraterrestre:
-Michael es uno de los últimos seres vivos inocentes que poseen un completo control de su vida. Nunca he visto a nadie como Michael. Es una conmovedora estrella infantil.
* * *



Los dibujos animados van pasando en silencio por la pantalla gigante que resplandece en la penumbra del estudio. Michael adora los dibujos animados. Adora todo lo "mágico". Esta definición es lo bastante amplia para abarcar desde Bambi a James Brown.



-Es tan mágico?-dice Michael, refiriéndose a Brown, y reconoce que para su peculiar coreografía se ha inspirado en los movimientos del "Padrino" sobre el escenario-. Yo estaba entre bastidores cuando tenía seis o siete años. Me sentaba allí y lo observaba.




Recientemente, a modo de curso de reciclaje, Michael fue a ver actuar a James Brown en un local de Los Angeles.




-Él es el más electrizante. Puede hacer lo que quiera con el público. Los espectadores se quedaron flipados.



Todo él era un desenfreno... y a su edad. Está tan? fuera de sí mismo.




Salir de uno mismo es un tema que se repite en la vida de Michael, ya se refiere a bailar, cantar o actuar.



Como Testigo de Jehová, Michael cree en un holocausto inminente, tras el que vendrá Cristo por segunda vez.



La religión ocupa buena parte de su vida y requiere un intenso estudio de la Biblia y reuniones tres veces por semana en un cercano Salón del Reino.



Nunca ha tocado las drogas y rara vez se acerca al alcohol. No obstante, a pesar del profetizado Apocalipsis, su espíritu no es tan severo como para excluir sus frecuentes inmersiones en el terreno de la fantasía.



-Soy coleccionista de dibujos animados -dice-. Todo lo de Disney, Bugs Bunny, los antiguos de la MGM. Sólo he conocido a una persona que tenga una colección mayor que la mía, y eso me sorprendió: Paul McCartney. Es un fanático de los dibujos. Cada vez que voy a su casa nos ponemos a ver dibujos animados. Cuando vinimos aquí a trabajar en mi disco, alquilamos todos estos en el estudio, Dumbo y cosas por el estilo. Es una auténtica evasión. Es como si todo fuera bien. Es como si lo que ocurre en el mundo estuviera sucediendo en una ciudad muy remota. Todo es excelente.



-La primera vez que vi E.T. me derretí -dice-. La segunda vez lloré como un loco. Y luego, al hacer el recitado, me sentí como si estuviese allí con ellos, detrás de un árbol o algo parecido, observando todo lo que ocurría.



Fue tal la implicación emocional de Michael que cuando llegaron al momento en que E.T. agoniza, Steven Spielberg encontró a su narrador llorando en el oscuro estudio. Finalmente, Spielberg y el productor Quincy Jones decidieron seguir adelante y dejar que a Michael se le quebrara la voz.


-Tenía una canción reservada para Michael que se titula "She's out of my life" -recuerda Jones-. Michael la escuchó y se quedó encantado. Pero cuando la cantábamos se ponía a llorar. Cada vez que la cantábamos yo alzaba la vista al final y Michael estaba llorando. Le dije: "Vendremos dentro de dos semanas y volveremos a intentarlo, quizás entonces no te emocione tanto". Volvimos y él empezó a ponerse lloroso. Así que la grabamos tal cual.



Michael se ha armado, para su propia protección, de una serie de compuertas emocionales, ha creado situaciones en las que dejar que todo aflore está bien.



-Algunas circunstancias requieren que esté tranquilo y quieto -dice-. Pero bailo todos los domingos -ese día también ayuna.



Ése, confirma su madre, es un ritual semanal que deja a su hijo medio muerto, sudando, riendo y llorando. Es también un ritual muy parecido a las actuaciones de Michael. Lo cierto es que el peso del espectáculo de los Jacksons en el escenario recae sobre sus débiles espaldas cubiertas de lentejuelas. En sus solos de baile no hay nada improvisado.



Puede mutar su figura larga y delgada en la forma de un patinador que da vueltas, sin la ayuda del hielo ni patines. Ayudado por el ígneo resplandor de sus ceñidos trajes plateados, su estructura molecular cambia a su antojo; ahora se mueve como un robot, acto seguido traza curvas serpenteantes. Tanta seguridad tiene su cuerpo que su ojos suelen estar cerrados y el rostro vuelto hacia arriba, como dirigiéndose a alguna musa invisible. Levanta el pecho huesudo. Jadea, se sacude y chilla. Es harto conocida su costumbre de saltar del escenario y subirse por el andamiaje.


En casa, en su habitación, baila hasta caer rendido. Michael dice que las sesiones de baile de los domingos son también un remedio eficaz contra la adicción a los escenarios cuando no está de gira.




-Estar en el escenario es algo mágico. No hay nada como eso. Uno siente la energía de todos los que están ahí. La sientes por todo tu cuerpo. Cuando las luces caen sobre ti, todo termina. Te juro que es así.


Ahora sonríe, erguido en su asiento, tratando de explicarle la ingravidez a uno que tiene los pies en la tierra.


-Cuando llega el momento de marcharme, no quiero. Me quedaría allí para siempre. Lo mismo pasa cuando haces una película. Lo maravilloso de una película es que puedes convertirte en otra persona. Me encanta olvidar. Y muchas veces te olvidas del todo. Es como un piloto automático. Es?.¡Guauuu!


Durante el rodaje de El mago (The wiz), se metió tan profundamente en su personaje del espantapájaros que el equipo tenía que arrancarle literalmente del escenario y de su vestimenta. Él estaba en Oz y no le apetecía nada cambiarlo por otra habitación de hotel.


-Eso es lo que me gustó de E.T. Yo estaba realmente allí. Al día siguiente lo eché mucho de menos. Quería volver a aquel lugar del bosque donde había estado la víspera. Quería estar allí.


Pero ahora está sentado a la mesa del comedor de su casa. Y a pesar de la visible tensión, se mantiene sereno. Y se le ilumina el rostro al preguntarle por sus animales. Dice que cada día habla con su pequeño zoo.



-Tengo dos cervatillos. Mr. Tibbs se parece a un carnero, tiene los mismos cuernos. Tengo una llama preciosa.



Se llama Louie -también tiene aves exóticas como guacamayos, cacatúas y un ñandú enorme-Espera aquí -dice-, te enseñaré una cosa -sube de dos en dos las escaleras hacia su dormitorio. Aunque sé que estamos solos en el apartamento, oigo que habla con alguien.


-¡Oh! ¿Estás durmiendo? Lo siento?


A los pocos segundos, deposita una boa constrictor de dos metros y medio sobre la mesa del comedor. Se mueve hacia mí a una velocidad alarmante.


-Éste es Muscles. Y lo he adiestrado para comer entrevistadores.


Muscles ha sobrepasado ya la grabadora y, chasqueando la lengua con desdén, prosigue hacia la fuente de sangre caliente más cercana. Michael recoge con cariño al reptil cuando su chata nariz topa con mi muñeca.



De verdad, insiste, Muscles es bastante dulce. Todo eso de que las serpientes se comen a la gente son tonterías. Además, Muscles ni siquiera tiene hambre: sólo hace un par de días que se zampó su rata viva de cada semana.



Pero la presencia de un extraño ha puesto a Muscles una pizca nervioso. Enroscado en el torso de su dueño, su fuerza prensil ha hecho del antebrazo de Michael un intenso bajorrelieve de hinchados vasos sanguíneos. Para demostrar el sentido del equilibrio de la serpiente, Michael la coloca sobre una barandilla de siete centímetros de ancho donde permanecerá, inmóvil, durante la hora siguiente.


-Las serpientes son muy incomprendidas -dice.



Las serpientes, añado, deben de ser las víctimas más antiguas de la mala prensa. Michael palmea la mesa y se echa a reír.


-Mala prensa. ¿No es así, Muscles?



La serpiente levanta un instante la cabeza y la posa de nuevo sobre la barandilla. Los tres nos quedamos un poco más relajados.


-¿Sabes qué es lo que también me encanta? -interviene Michael-. Los maniquíes.


Sí, se refiere esos maniquíes que uno ve llevando biquinis de visón en los escaparates de las tiendas de Beverly Hills. Dice que cuando su casa esté terminada tendrá una habitación sin amueblar, sólo con un escritorio y un puñado de maniquíes.



-Supongo que lo que quiero es darles vida. Me gusta imaginarme hablando con ellos. ¿Sabes qué creo que pasa? Sí, me parece que te lo voy a decir. Creo que me hago acompañar por los amigos que nunca tuve. Probablemente sólo tengo dos amigos. Y acabo de conocerlos. Un artista sencillamente no puede estar seguro de quién es su amigo. Y lo ven a uno de forma tan distinta? Como una estrella en lugar de cómo al vecino de al lado.


Hace una pausa mientras contempla las estatuas del salón.


-Eso es. Me rodeo de las personas que quiero tener como amigos. Y puedo hacer eso con los maniquíes. Les hablaré.


Mueve el pie con un ritmo incansable, y el recorte de periódico hace mucho que ha quedado destruido. Michael explica, a modo de disculpa, que no puede estarse sentado tanto tiempo. Como por impulso, decide llevarnos en coche a la casa en obras.



Michael rara vez conduce, a pesar de que hace dos años sus padres lo obligaron a aprender. Cuando lo hace, se niega a ir por autopista, da rodeos de una hora para evitarlas. Se ha aprendido el camino a unas pocas zonas "seguras": las casas de sus hermanos, el restaurante naturista y el Salón del Reino.Pero antes hay que llevarse a Muscles.



-Es verdaderamente dulce -dice Michael mientras desenrosca la serpiente de la barandilla-. Me gustaría que te la enroscaras al cuerpo antes de irnos.


Aquello no sonaba como una orden y Michael no iba a forzar el asunto. Pero el miedo a los entrevistadores puede estar tan profundamente arraigado como el miedo a las serpientes y Michael, al acceder hablar conmigo, me oyó decir lo mismo que ahora me está diciendo:
-Confía en mí. No te hará daño


.
Llegamos a un acuerdo. Muscles se desliza por mi tobillo. Tiene la lengua seca. Me hace cosquillas. Superado el terror primario, es como el bigote de un gatito.



-Tú sabes -dice Michael-, con toda la fuerza de la razón, que este animal no va a hacerte daño, ¿no es cierto? Pero todas las barbaridades que se han dicho sobre estos animales te provocan un miedo irracional. Tras exponer educadamente sus argumentos, Michael y Muscles desaparecen escaleras arriba.


Este artículo fue publicado el 17 de febrero de 1983 en la revista Rolling Stone, y recopilado en el libro Lo mejor de Rolling Stone (Ediciones B, 1995).

No hay comentarios:

Publicar un comentario