domingo, 25 de octubre de 2009

20 AÑOS DE LA CAIDA DEL MURO DE BERLIN (1)

Uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia de la humanidad del siglo XX fue la caída del muro de Berlín y con él el proceso devastador que acabó con uno de los mitos creados por el hombre: EL COMUNISMO.



En América Latina y de manera especial en mi país, el Perú, es un proceso aún no aceptado por las agrupaciones políticas que se identificaban con esa posición doctrinaria e ideológica.


Sinembargo, la caída del muro marca históricamente un antes y después de ese proceso que se impregnó a nivel mundial, y que vemos a país como Cuba, considerado un satélito soviético, las consecuencias económicas por precisamente esa alianza que mantuvo durante casi tres décadas con el Kremlim.


En ese sentido y en calida de primicia le damos los diálogos que mantuvieron cuatro jefes de Estado (Estados Unidos, Francia, Inglaterra y la Unión Soviética) sobre ese momento histórico, en su primera parte:









A VEINTE AÑOS DEL DERRUMBE DEL COMUNISMO


Memorias políticas de la caída del Muro de Berlín


En 1995, el ex presidente de EE.UU., George Bush invitó a Mijail Gorbachov, Margaret Thatcher y Francois Mitterrand. Hablaron de un hecho histórico clave, del cual se cumplen 20 años.

1)LA BRONCA Y EL MARTILLO.

UNA MULTITUD OBSERVA ATENTAMENTE COMO UN HOMBRE BUSCA TIRAR ABAJO EL MURO.

En febrero de 1995, por invitación del ex presidente George H. W. Bush y el Forum for Internacional Policy, Margaret Thatcher, Mijail Gorbachov y François Mitterrand se sentaron junto a Bush en el Hotel Broadmoor de Colorado para recordar de manera colectiva sus respectivas decisiones y dudas con respecto a la caída del Muro de Berlín y la unificación de Alemania.

Global Viewpoint tuvo los derechos exclusivos para distribuir y editar una transcripción de estas fascinantes memorias colectivas. En el 20° aniversario de la caída del Muro de Berlín (se cumplen el 9 de noviembre), volvemos a ofrecerlas como documento histórico.

Gorbachov: Durante el funeral de Chernenko, cuando hablé con George Bush (entonces vicepresidente) y Margaret Thatcher, también conversé con los dirigentes de los países de Europa oriental.


Les dije a todos: "Quiero asegurarles que los principios que antes eran sólo proclamados -igualdad de los estados y no interferencia en los asuntos internos- ahora serán nuestra política real. Por lo tanto, la responsabilidad por los asuntos de su país es de ustedes. Necesitamos la perestroika y la llevaremos a cabo en nuestro país. Ustedes tomen su propia decisión".


Dije que ese era el fin de la Doctrina Brezhnev. Debo decir que todos se mostraron más bien escépticos. Pensaron: "Gorbachov dijo algo sobre la reducción de tropas en la ONU. Debe estar en una situación complicada. Mejorará un poco las cosas y después la Unión Soviética volverá a lo de antes. Este es el juego habitual de los líderes soviéticos". Durante los años que estuve en el poder, respetamos la política que anuncié. Nunca interferimos, ni militar ni políticamente.

Bush: Éramos escépticos. Éramos cautelosos. Éramos prudentes. No queríamos provocar en los países de Europa del Este a algo que obligara a la dirigencia soviética a tomar medidas.

Recuerdo que fui a Polonia como vicepresidente para visitar el general Wojciech Jaruzelski, quien, dicho sea de paso, pensaba que, de todos los líderes de Europa oriental, él era el más cercano a usted. Nos resultaba difícil evaluar cuánta libertad se permitiría. Y creo que a Jaruzelski también le costaba determinarlo.

Mitterrand: Los acontecimientos de Polonia eran sumamente simbólicos, pero nada más.

Los sindicatos cobraron vida con Solidaridad, pero la Unión Soviética nunca dejó de controlar la evolución de los acontecimientos, como había hecho en Checoslovaquia.

Lo que hizo que todo se viniera abajo fue la incapacidad para controlar la enorme emigración de Alemania Oriental a Hungría y Checoslovaquia y más tarde a Alemania Occidental.

Ese fue el fin del imperio soviético.

Si Gorbachov hubiese decidido usar la fuerza en los países que estaban bajo la égida soviética, ninguno podría haber resistido. Pero él hizo saber que consideraba esa opción un error histórico. En el mismo momento en que Gorbachov le dijo al presidente de la República Democrática Alemana que no tenía intenciones de usar la fuerza para resolver la crisis, que este era un nuevo día y un nuevo acuerdo, llegó el fin.

La línea de falla no estaba en Varsovia ni en Praga. Estaba en Berlín Oriental. Después de eso, todo se desmoronó, llevando a la transformación de Europa y a la unidad alemana.

Bush: Cuando cayó el Muro de Berlín, no sabíamos si dentro de la URSS había elementos que dirían "basta, no perderemos esta joya de la corona, y ya tenemos tropas apostadas allí".

En una entrevista que me hicieron en aquel momento, me preguntaron por qué yo no compartía la emoción del pueblo estadounidense por la caída del Muro. Yo estaba muy emocionado pero pensaba que no era el momento de meterle el dedo en el ojo a Mijail Gorbachov o los militares soviéticos. Estuvimos a favor de la unidad alemana desde un principio (...) no queríamos hacer nada tonto, mostrando nuestra emoción de un modo que obligara a ciertos elementos de la Unión Soviética a levantarse contra Gorbachov.

Gorbachov: No éramos ingenuos. Entendíamos que lo que estaba en marcha era un proceso de cambio de civilización. Sabíamos que, cuando defendíamos el principio de libertad de elección y no interferencia en Europa oriental, también estábamos impidiendo que interfiriera Occidente, que se inmiscuyera en los procesos que allí se desarrollaban.

En cuanto a lo que ocurría en el seno de la dirigencia soviética en aquel momento, yo no habría podido lanzar el trascendental proceso de reformas solo. Hubo a mi alrededor un grupo de reformistas desde los primeros meses de mi mandato (...).

Fue también en aquel momento -1986 y 1987- cuando pensé que debíamos ampliar el proceso democrático. Si no hacíamos participar a los ciudadanos, los burócratas más tarde suprimirían todas las reformas. Sin esos cambios, me habría tocado la suerte de Jruschev.

Thatcher: A diferencia de Bush, yo me opuse a la unificación alemana desde un principio por razones obvias. La unificación de Alemania la convertiría en el país dominante de la comunidad europea. Son poderosos y son eficientes. Tendríamos una Europa alemana.

Pero la unificación se concretó, en realidad, prácticamente sin consultar al resto de Europa. Mi generación recuerda que tuvimos dos guerras mundiales contra Alemania, y que era una sociedad muy racista en la segunda. También me parecía mal que Alemania Oriental, contra la que después de todo habíamos combatido, fuera la primera en incorporarse a la Comunidad Europea, mientras que Polonia y Checoslovaquia, por quienes fuimos a la guerra, debieran esperar.

Bush: Para ser sincero, tuvimos nuestras diferencias con Lady Thatcher y François Mitterrand. Quizá se debía a que yo no compartía las preocupaciones de ellos por la historia de las dos guerras mundiales. Pero yo pensaba que la unificación alemana sería fundamental para Occidente.


Pensaba que había llegado la hora de confiar más en los alemanes, teniendo en cuenta lo que habían hecho desde el fin de la II Guerra Mundial. Además, estaba convencido de que Helmut Kohl no sacaría a una Alemania unida de la OTAN. Estaba convencido de que optaría por Occidente y no por la neutralidad entre la OTAN y el Pacto de Varsovia como quería Gorbachov.

Mitterrand: (...) Pese a la división artificial en este y oeste, cuando en 1989 cayó el Muro, la nación alemana existía. La República Democrática Alemana y la República Federal eran reconocidas como países soberanos. Por ello, de 1989 a 1990, la cuestión no era si la unificación alemana era buena o mala para Francia -sin duda, era más seguro tener una Alemania de 60 millones de habitantes que una de 80 millones -.

Era más conveniente tener una Alemania dividida. Pero nadie podía hacer nada. No había un golpe. Lo que había era una revolución popular en la que la gente que salió a la calle impuso sus puntos de vista al mundo entero. Así, aunque Margaret y yo compartíamos los mismos temores históricos sobre una Alemania unificada, en esto diferíamos.


Yo pensaba que era un hecho consumado que nadie podía revertir. (...) En ese proceso, cada uno de nosotros tuvo un punto de vista que nos parecía más importante que el de los demás. EE.UU. pensaba sobre todo en la OTAN. Yo pensaba sobre todo en términos de fronteras.


No quería que Alemania se unificara sin reconocer sus fronteras oriental y occidental. Alemania no sabía qué debía hacer. Cuando el canciller Kohl se presentó ante el Bundestag en noviembre de 1989 y expuso sus diez puntos sobre la forma de abordar lo que había sucedido, la reunificación no era uno de ellos.

Gorbachov: La cuestión alemana era el centro neurálgico de nuestra política europea. Ustedes recordarán que la posición soviética después de la II Guerra era que Alemania debía unirse, pero como un país democrático, neutral y desmilitarizado.

Pero eso no sucedió. Cuando el presidente de Alemania Occidental Richard von Weiszacker vino a verme la primera vez que me nombraron secretario general y me preguntó mi opinión sobre Alemania, le dije que, como consecuencia de la guerra y del sistema creado después de la guerra, las dos Alemanias eran una realidad histórica.

La historia había dictado su veredicto. Quizá Alemania se reunificaría en cinco o diez -o cien- años (...). Fue de decisiva importancia el lanzamiento de la perestroika en la URSS.

Ello incidió en la opinión pública de todos los países de Europa central y oriental, pero muy especialmente en Alemania Oriental. Cuando fui a la RDA a participar en los festejos del 40° aniversario en octubre de 1989, hubo una marcha de antorchas.

Sus integrantes habían sido cuidadosamente elegidos en los 28 distritos de la RDA.

Eran supuestamente "confiables". Pero comenzaron a gritar eslóganes reclamando democracia y perestroika para la RDA. El premier polaco se me acercó y dijo: "Es el fin". Esa era la realidad. Y los políticos deben aceptar las realidades.

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