domingo, 11 de julio de 2010

¿ ESPIAS O FARSANTES ? intrigas del PODER

Más de una interrogante ha despertado la "captura" de diez personas presuntas espías a favor de Rusia, en los Estados Unidos.

Cada hecho revelado en torno a estas diez personas nos dan cuenta que más parecen farsantes de una historia llena de dinero por donde se le evalúe y analice.

Casi todos los analistas y expertos en temas de espionaje - digo casi todos porque no faltan tontos útiles que defienden por defender a personas ligadas a actos delictivos - concluyen que estas personas NO TENIAN ACCESO A LAS FUENTES DEL PODER PARA ACREDITAR CONTUNDENTEMENTE SU "LABOR DE ESPIA".

Hoy podemos deducir que existe el espionaje y el mundo de los espías. Eso nadie lo puede negar ni mucho menos justificar, los ejemplos sobran además que la mayoría de Estados, por un asunto básicamente de defensa nacional, articulan sus dependencias de seguridad del Estado y de su servicio de inteligencia.

En mi país, el Perú, se ha dado el año pasado el descubrimiento de un oficial de la Fuerza Aérea Peruana (FAP) que espía - por unos dólares más o menos - a favor de Chile. Claro, que el país que gobierno Sebastían Piñera, es decir en los tiempos de Michellet Bachelet- negó rotundamente tal hecho, pero ahí están las pruebas y la detención y encarcelamiento del destituído oficial, Víctor Ariza.

Ahora, como entre los espías han detenido a una peruana periodista, Vicky Peláez, y a su esposo nacionalizado peruano con el nombre de "Juan Lázaro" y hoy se conoce como un ruso convicto y confeso, los peruanos la mayoría - porque también en mi país no faltan las voces que defienden lo indefendible - nos quedado asombrado, por decir lo menos, de la confesión de la Peláez.

Por eso, en esta ocasión, se hace oportuna proporcionales dos comentarios dedicados al anàlisis de tan acontecimiento para que ustedes saquen sus propias conclusiones de unas personas que pueden ser calificadas con todo derecho de "farsantes" en una historia novelesca.


Los espías rusos: otra mirada

¿Por qué el país que tiene algunos de los mejores hackers del mundo y que es capaz de penetrar en los ordenadores más protegidos de otros países decide situar espías en suburbios de los Estados Unidos que operan de la manera más torpe imaginable y son pagados a través de bolsas de papel llenas de dinero enterradas en un parque?


La sorpresa que produce la captura de 10 espías rusos que vivieron durante años mimetizados en la sociedad estadounidense no es que los servicios de información rusos sigan tan activos como siempre.


Todos los países espían a sus rivales o vecinos y, a su vez, son espiados por estos. La verdadera sorpresa es que los jefes del espionaje ruso hayan decidido gastar tanto dinero, durante tanto tiempo, en un esfuerzo tan inútil.

¿Qué valiosos secretos puede obtener una pareja de espías rusos que junto con sus dos pequeñas hijas lleva una vida de clase media en Montclair, New Jersey?

¿O qué pensaban que descubriría Anna Chapman, cuyo principal teatro de operaciones eran las discotecas de Nueva York? Según documentos del FBI, el Servicio de Inteligencia Exterior ruso (conocido como SVR) le especificó a sus agentes en Estados Unidos la naturaleza de su misión y las expectativas que de ellos se tenía en C, el cuartel general del SVR. El mensaje, interceptado por el FBI, decía: "Usted ha sido enviado a EE UU en un viaje de larga duración.

Su educación, cuentas bancarias, coche, casa, etcétera, deben servir a un único propósito: alcanzar su misión principal, que consiste en buscar y desarrollar vínculos en círculos de formulación de políticas en EE UU y mandar informes de inteligencia a C".

¿Y qué le interesaba a C? El año pasado, por ejemplo, C le pidió a Richard Murphy (cuyo verdadero nombre es Vladímir Guryev) que recabara detalles acerca de la posición de la Casa Blanca con respecto a: 1) el tratado de reducción de armas estratégicas entre Rusia y Estados Unidos; 2) Afganistán, y 3) el programa nuclear de Irán. Nada más que eso...

Pobre Guryev-Murphy.

Esta es una verdadera misión imposible.

No por peligrosa, sino por desatinada.

Primero porque ni los más cercanos colaboradores de Obama, ni los más informados analistas de los think-tanks, ni los mejor conectados periodistas de investigación de Washington hubiesen podido responder a estas preguntas. Y segundo porque una simple y breve búsqueda en Internet confirmaría que el reto no es encontrar la información, sino saber cómo procesar la montaña de datos y análisis sobre estos temas a los que se puede acceder libremente en La Red.


Muy probablemente la suposición de C era que sus espías obtendrían la información no por Internet, sino a través de sus contactos dentro del Gobierno estadounidense.

Hoy, gracias al constante seguimiento a los que los tuvo sometidos el FBI durante años, sabemos que ninguno de ellos llegó siquiera a conocer superficialmente a funcionarios que manejan información que no se consigue libremente en Internet.


También sabemos que los espías tampoco se esforzaban demasiado a la hora de desarrollar estos contactos. La vida en los suburbios de Boston, Virginia y en Manhattan ofrece demasiadas distracciones agradables.


Es posible entonces especular sobre la metodología fundamental en la que se basaban los informes que enviaban estos espías rusos a la SVR: leer, cortar y pegar textos recabados de fuentes abiertas y quizás tener conversaciones con observadores bien informados sobre estos temas para luego mandar un informe a Moscú. No mucho más que no se hubiese podido llevar a cabo -y seguramente se lleva a cabo- en la sede de la SVR.

Nunca sabremos exactamente por qué los rusos mantuvieron durante tanto tiempo una iniciativa tan inútil.

La esperanza de que algún día estas células se pudiesen activar o que descubrieran un tesoro de información confidencial o que reclutaran una valiosa fuente dentro del Gobierno son claramente posibilidades que justifican estas actividades a pesar de su inutilidad durante décadas.


Pero la Rusia de estos tiempos también nos ha acostumbrado a que cuando hay sorpresas o situaciones incompresibles, tarde o temprano aparece una explicación que resulta válida con inusitada frecuencia. Esta explicación alternativa también tiene que ver con C. La c de corrupción




Historias de espías

Por Fernando Rospigliosi

Vicky Peláez ha saltado a la fama internacional, probablemente de una manera no deseada por ella.

La sorprendente historia de los topos rusos es inédita.

Ha habido muchos casos de espionaje descubiertos en los Estados Unidos y Rusia, pero es difícil recordar un número tan elevado de rusos encubiertos, ocultando su nacionalidad y haciéndose pasar por norteamericanos o uruguayos.

El otro hecho que llama la atención es el escaso nivel de información al que tenían acceso varios de los espías.

Todo indica que Vicky Peláez y su esposo, el ruso-peruano-uruguayo Mikhail Anatonoljevich Vasenkov, alias Juan Lázaro, no podían alcanzar ninguna información sensible. Aún integrando una red de apoyo logístico, su papel no era importante.

Incluso la atractiva Ana Chapman estaba marcada y difícilmente podía cumplir el papel de la famosa Christine Keeler, la amante del ministro de Defensa británico John Profumo y del espía ruso Yevgeny Ivanov, suceso famoso en 1963.

La Chapman, que no ocultaba su origen ruso, es hija del agente de la KGB Vassili Kushchenco, hecho que no podía pasar desapercibido para las agencias de inteligencia norteamericanas.

Un topo

El caso de “Juan Lázaro”, que llegó al Perú como uruguayo –obviamente con documentos falsificados por la KGB– en 1976, es el típico topo infiltrado por la inteligencia soviética de aquel entonces.

Los soviéticos tenían en esa época su principal base en Sudamérica en Lima. La dictadura militar izquierdista había comprado tanques, aviones, misiles antiaéreos y muchas armas a la URSS. La embajada soviética cobijaba a centenares de funcionarios, muchos de ellos agentes de inteligencia protegidos por la inmunidad diplomática.

Y, tal como lo muestra el caso de Vasenkov-Lázaro, también a topos encubiertos bajo pasaportes falsos, que complementaban la labor de los otros.

A mediados de los 80 el Perú había dejado de ser un país importante para la URSS y probablemente por eso trasladaron a Vasenkov-Lázaro a los Estados Unidos.

Inercia

Que los rusos espíen a los norteamericanos y viceversa no es novedad. Que lo sigan haciendo a pesar de que la guerra fría ha terminado, tampoco. En realidad, todos los países que pueden hacerlo espían a sus adversarios y a sus amigos.

Es famoso el caso de Jonathan Pollard, que espiaba a la marina norteamericana por cuenta de Israel, a pesar de que son aliados y amigos.

Pero además del interés en conocer los secretos de los demás, también está la inercia de los servicios de inteligencia. Son organizaciones grandes, poderosas, con mucho personal y dinero, y con fuerte influencia sobre sus gobiernos.

Difícilmente los políticos están dispuestos a liquidar o reducir significativamente esas organizaciones. Siguen funcionando, pese a que sus objetivos son más limitados y sus resultados pobres.

En el caso de Vasenkov-Lázaro, estaba allí, tenía décadas en la organización, y seguía en la planilla, aunque al parecer sus servicios no eran relevantes.

Respaldo a Vicky

Vicky Peláez suscitó una ola de solidaridad en ciertos sectores, simpatía injustificada como se puede apreciar ahora. La defendían por ser peruana, como si el hecho de haber nacido aquí la convirtiera en una persona libre de culpas.

Sin embargo, también ha recibido críticas. Un periodista peruano que trabajó en La Prensa con Vicky Peláez, entrevistado por Chema Salcedo y Milagros Leyva en RPP, fue muy duro. Dijo que “escribía con la izquierda y cobraba con la derecha”, aludiendo a la Rusia de Vladimir Putin, que le pagaba. Y añadió que los rusos eran muy generosos porque habían entregado a espías de nivel a cambio de “chauchilla”. (RPP, 9.7.10).

Un cubano que trabajó 15 años con ella en La Prensa de Nueva York, la describió en un blog como alguien de “fuertes contrastes de carácter: agria y fanática a rabiar la mayoría de las veces; ingenua y dulce las menos” (Miguel Ángel Sánchez, 2.7.10)
Respecto a sus artículos dice que “su lenguaje era soez, de barricada y hedor de albañal, con terminología marxista muy pasada de moda”.

Y agrega que “lo escandaloso, sin embargo, era que en numerosas ocasiones dichos artículos eran dictados telefónicamente por su marido Juan (Juancho) Lázaro, o sencillamente copiados de cualquier otro lugar. (…) Hace unos dos años, Peláez fue suspendida de empleo y sueldo en el diario tras comprobársele que muchas de sus crónicas eran plagios”.

Finalmente la coartada de que era una perseguida política se derrumbó, al aceptar los esposos Vasenkov-Peláez su culpabilidad. A fin de cuentas, no se trataba de ideología o política, sino de dinero, porque nadie puede pensar que el gobierno ruso es de izquierda, como se proclamaban Vasenkov-Peláez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario