domingo, 24 de enero de 2010

LOS MILLONARIOS EN EL PODER

Durante varios años los intelectuales de América Latina reclamaban a los millonarios, a los llamados de la "clase alta" y también "burguesía" que participarán activamente en la política, en la conducción del gobierno, es decir en el poder.

Bueno, nunca ha sido un secreto que los dueños de las finanzas, de las industrias e inversionistas - además de los propietarios de los medios de comunicación - siempre han participado en la política activa, de manera decidida e influyente, sino que muy pocos han intervenido en procesos electorales, sobre todo en los últimos 30 años.

Hoy eso ya es un tema pasado porque los millonarios han decidido participar con éxito en los procesos electorales, logrando triunfos resonantes en diversos países, el más reciente es Chile, donde ha ganado Sebastían Piñera, un empresario que tiene un fortuna de 4 mil millones de dólares y es propietario de la línea aérea de aviación LAN.

Entonces, ese cambio notorio nos conduce ha preguntarnos ¿que ha pasado para que ellos ahora se ubiquen en el poder y, como es natural, hagan polìtica? ¿qué cambio se ha producido en la opinión pública o mejor dicho en el pueblo?.

Primero, queda claramente definido que las posiciones izquierdistas, con toda su ideología, llegó a su fin. Hoy ya no es atractivo ni seduce a las grandes masas electorales.

Por ejemplo, en Colombia, Alvaro Uribe representa un gobierno conservador y ha sido reelegido en dos ocasiones y parece que irá a su tercera reelección presidencial. Los gobiernos de Lula, en Brasil y Bachelet, en Chile abandonaron sus posiciones izquierdista para aplicar un modelo liberal, de libre mercado, en sus respectivos países.

Segundo, como ese discurso izquierdista (Podemos citar aquella frase del ex General Velasco que gobernó al Perú en los años 70: Campesino el patrón ya no comerá más de tu pobreza) no calá en los hombres y mujeres de hoy.

Entonces, que buscan? Buscan una mejor calidad de vida, tener su propio negocio, su propia empresa. No quiere ser dependiente de un sueldo ni mucho menos tener alternativas de desarrollo limitados que dan ser un trabajador dependiente. En otras palabras: No quieren un trabajo seguro, pero con un sueldo bajo; no quieren una pensión que solamente lo condena a vivir casi como un mendigo.

Eso no quieren y por eso que hoy sueñan con ser un Berlusconi, un Piñera y un millonario y magnate que les permita y asegura una mejor calidad de vida para él y los suyos.

En mi país, el Perú, las sola menciones de personalidades como Pedro Pablo Kucsinski, Diego Torres, Gastón Acurio nos conduce a la cultura del éxito y se preguntan con optimismo: ¿Si ellos pudieron, porque no yo?

Y es así como eligen alternativas que los llevé por ese camino.

Es por eso que les deseamos entregar dos crónicas sumamente interesantes. Una de ellas acerca de los ricos en el poder y el análisis de Mario Vargas Llosa sobre el Piñera:


ESPECIAL. CON DINERO O SIN DINERO

El poder de ricos y pobres

Por: Roger Zuzunaga


¿Qué tienen en común Sebastián Piñera, Silvio Berlusconi, Ricardo Martinelli, Evo Morales y Luiz Inácio Lula da Silva? Pues todos ellos han llegado por voto popular al más alto cargo político en sus respectivos países.

Pero la diferencia, además de sus correspondientes matices en asuntos políticos, ideológicos y enfoques económicos, es que los tres primeros son millonarios —incluso Piñera y Berlusconi son considerados billonarios—, mientras que los dos últimos son personas de origen humilde que llegaron al poder con escaso patrimonio material.

UN NEGOCIO REDONDO

En el 2009 la revista “Forbes” ubicó a Sebastián Piñera en el puesto 701 de su ránking mundial de billonarios. En aquella oportunidad su fortuna estaba estimada en US$1.000 millones.

Pero tras su elección del domingo pasado como presidente de Chile, ese patrimonio creció sustancialmente y lo ha hecho mucho más rico. Las acciones que posee en varias empresas aumentaron su valor de manera imparable desde el lunes, lo que obligó el miércoles a la suspensión de la venta de estas en la bolsa de valores chilena.

Durante la campaña electoral, el acaudalado Piñera prometió, si era elegido, vender sus acciones antes del 11 de marzo, fecha en la que jurará en el cargo. Solo las acciones que posee en la aerolínea LAN (el 26% de la empresa) aumentaron hasta en 137%, y al venderlas el próximo 5 de febrero obtendría US$1.600 millones, según declaró a la prensa de su país el representante de Piñera y presidente de la sociedad inversora Axxion, Fernando Barros. Además, Piñera posee paquetes accionarios en otras empresas, en el club de fútbol Colo Colo y es propietario del canal de televisión Chilevisión.

Aunque Piñera no ha revelado cuánto gastó en la campaña, se da por descontado que con el negocio accionario recuperará esa inversión. Un negocio redondo para el hombre más rico de Chile.

MILLONES DE PROBLEMAS

Silvio Berlusconi desempeña su tercer período como jefe de Gobierno de Italia en medio de constantes polémicas ligadas con la política, problemas judiciales y con su vida privada. Y también es habitual que su nombre figure en la lista de billonarios de “Forbes”. En el 2009 apareció en el puesto 70, con US$6.500 millones de patrimonio.

Pero la crisis financiera hizo adelgazar la billetera de este controvertido ricachón, que en el mismo ránking del año 2008 figuraba con US$9.400 millones (equivalentes al presupuesto de 23 trenes eléctricos limeños).

Un ejemplo de las cifras astronómicas que se mueven en torno a Berlusconi tiene que ver con el proceso de divorcio de su esposa Verónica Lario. Ella le exige la friolera de 3,5 millones de euros de pensión al mes, mientras que “Il Cavaliere” le ofrece 200 mil euros al mes.

El despegue del imperio económico del hombre más rico de Italia se remonta a 1974, cuando fundó el canal de televisión Telemilano. Luego vino Canale 5.

En la actualidad controla el 61% del holding Fininvest, propietario del gigante de las comunicaciones Mediaset, de la editorial Mondadori, del banco Mediolanum y del equipo de fútbol AC Milan. El patrimonio de Fininvest asciende a 4.000 millones de euros, y las acciones de Berlusconi valen unos 3.000 millones de euros. A esto hay que sumarle sus numerosas propiedades inmobiliarias.

DUEÑO DE SUPERMERCADOS

Ricardo Martinelli no es un billonario para “Forbes”, por eso no lo incluye en su lista. Pero es uno de los hombres más ricos de Panamá. Presidente desde el 2008, aunque no ha revelado a cuánto asciende su fortuna, algunos medios de prensa estiman que esta llega a los US$450 millones. Y la oposición calculó que durante su campaña electoral para las elecciones del 2009 gastó US$30 millones.

En 1981 Martinelli entró a trabajar de administrador en Almacén 99, una empresa de abarrotes. Posteriormente la compró y la convirtió en una moderna cadena de supermercados, a la que llamó Super 99, y en el origen de su fortuna.

DURA VIDA

Al otro lado de la orilla están los políticos con menor patrimonio económico. Uno de ellos es el presidente de Bolivia, Evo Morales, quien se convirtió en mandatario de su país por primera vez en el 2005 y fue reelegido cuatro años después. Morales nació en un hogar humilde de Isallavi, una aldea de Orinoca. Sus padres eran campesinos de escasos recursos que enfrentaron penurias económicas para mantener a su familia.

El mandatario suele evocar los tiempos en los que era pastor de llamas y recogía las cáscaras de frutas que arrojaban los viajeros desde los autobuses para comérselas. También vendió helados, trabajó de albañil, fue panadero. En 1980 empezó su carrera sindical al frente de los campesinos productores de hoja de coca. Según datos de la Contraloría General, su patrimonio personal, entre activos y deudas, creció de US$100.000 en el 2006, a unos US$210.000 en el 2009.

Otro caso similar es el de Lula, presidente de Brasil. También de origen humilde, su niñez transcurrió en la indigencia. A los 7 años trabajó como lustrabotas y a los 12 años recién empezó a aprender a leer y escribir y, de manera paralela, laboraba como obrero en una tintorería. Con sus primeros ahorros se compró una bicicleta, que suele evocar como su primer regalo.

Ahora Lula es uno de los presidentes con mayor respaldo popular en el mundo (supera el 80%, según las encuestas) y durante su gestión Brasil se encaminó en un proceso de desarrollo acelerado que sorprende al mundo. No se tienen cifras actualizadas de su patrimonio. Pero cuando se presentó a la reelección en el 2006 declaró bienes por un total de 420 mil dólares, muy por encima de los 192 mil dólares que dijo poseer en el 2002.

OTROS PERSONAJES

El acaudalado alcalde de Nueva York

El magnate de las telecomunicaciones Michael Bloomberg figura en el ránking de billonarios de “Forbes” del 2009 en el puesto 16, con una fortuna de US$16.000 millones, equivalente a la mitad de las reservas internacionales del Perú.

Es el político que más ha gastado en una campaña electoral en la historia de EE.UU., según la revista “Times”. Su tercera elección a la Alcaldía de Nueva York, en noviembre pasado, le costó US$102 millones.

Michael Bloomberg obtuvo un doctorado en la Harvard Business School para trabajar en la firma bursátil Salomon Brothers y fundó en los años 80 el imperio de información financiera llamado Bloomberg LP. También tiene un servicio mundial de noticias, que incluye televisión, radio, Internet y publicaciones impresas.

El candidato Ross Perot
Ross Perot intentó llegar a la presidencia de Estados Unidos en las elecciones de 1992 y 1996, sin mayor fortuna.

En su primer intento, encabezando su Partido Reformista, gastó US$60 millones de su patrimonio personal, y obtuvo un sorprendente 19% del total de votos.

Su fortuna la empezó a forjar en 1962, cuando fundó la empresa Electronic Data Systems, dedicada a vender soportes electrónicos. En 1984 dicha compañía fue comprada por General Motors a US$2.500 millones. Posteriormente, incursionó en los negocios inmobiliario y gasífero. En 1988 fundó Perot Systems, empresa que en el 2004 transfirió a su hijo Ross Perot Jr., quien en el 2009 figuró en el puesto 468 de los billonarios de “Forbes”, con una fortuna de US$1.500 millones.

6.500 millones de dólares es la fortuna de Silvio Berlusconi, según el ránking de multimillonarios de “Forbes” del 2009.


PIÑERA

Por Mario Vargas Llosa

Con Sebastián Piñera en la presidencia, el desarrollo económico y la democratización de Chile recibirán un fuerte impulso y consolidarán el progreso integral de la sociedad chilena que, desde la caída de la dictadura de Pinochet hace veinte años, es el más profundo que ha conocido América Latina.

Curiosamente, su victoria no es una recusación de Michelle Bachelet. La presidenta de Chile sale del poder con 81% de popularidad, la más alta que haya merecido al dejar el gobierno un mandatario chileno. Interesante sutileza la del electorado de Chile: premia con su afecto a la primera mujer que llegó a La Moneda y reconoce su honestidad, su empeño en las tareas de gobierno, sus esfuerzos sobre todo para promover a la mujer y superar los prejuicios que frenaban su participación en la vida económica y política. Y, a la vez, decide que ha llegado la hora de la alternancia, abriéndole a la oposición de derecha el acceso al poder, luego de cuatro lustros de gobierno de los partidos de izquierda y centro izquierda de la Concertación. Hacía 52 años que un candidato de aquella tendencia no ganaba unas elecciones en Chile: el último fue Jorge Alessandri en 1958.

El balance de estos veinte años de la Concertación en el poder es excelente. Chile ha desmontado los aparatos represivos y las leyes de excepción de la dictadura, iniciado un proceso de reparación y desagravio de las víctimas, y, a la vez, preservado los grandes lineamientos de una política económica que ha dado a Chile un despegue económico notable, que ha reducido la pobreza de un 42% a un 13% —el avance social más acusado en toda América Latina—, hecho crecer la clase media, atraído inversiones del mundo entero y dotado a Chile de una estabilidad y solidez institucionales comparables a las de las democracias occidentales de punta.

La izquierda que ha gobernado el país estos últimos veinte años no ha sido la misma que subió al poder con la Unidad Popular y Salvador Allende. Aquella creía en la revolución y en el socialismo, no en la democracia liberal, y su modelo era la Cuba de Fidel Castro. Su política de nacionalizaciones y de desenfreno fiscal provocó una inflación estratosférica, caos y empobrecimiento generalizado, lo que hizo posible el golpe militar y la sanguinaria dictadura de Pinochet. La Concertación aprendió la lección y ha gobernado con espíritu democrático, resucitando la vieja tradición legalista chilena, reconstruyendo el Estado de derecho y las libertades públicas, a la vez que manteniendo la economía de mercado y el aliento a las inversiones así como la disciplina fiscal. La apertura de Chile al mundo ha sido también acelerada.

Pero veinte años en el poder son muchos años y la Concertación había perdido el brío, comenzaba a abotargarse y en los últimos años se había descubierto incluso algunos casos de corrupción, infrecuentes en la vida política chilena. Con buen olfato una mayoría electoral —ajustada, es cierto: solo 3,5% de ventaja para Piñera— decidió que había llegado la hora de la alternancia, principio democrático por excelencia.

La derecha que llega a La Moneda con Sebastián Piñera no es tampoco la derecha cavernaria, autoritaria y conservadora que representaba el gobierno de Pinochet. Cuando este dio el golpe, en 1973, Sebastián Piñera estaba en la Universidad de Harvard. Cuando regresó a Chile trabajó en la Cepal —entonces, de línea izquierdista y promotora de la catastrófica política de “sustitución de importaciones y desarrollo hacia adentro”— y fue, en todas sus intervenciones cívicas, opuesto a la dictadura militar. Estuvo contra la Constitución impuesta por el régimen militar y durante el plebiscito de 1988 participó activamente con la oposición demócrata-cristiana por el “No”, campaña que dirigió y contribuyó a financiar de su propio bolsillo.

Conozco a Sebastián Piñera desde hace unos treinta años y, además de tener una energía que fatiga a su entorno, me consta que es un demócrata y un liberal convencido, enemigo de toda forma de autoritarismo y empeñado en profundizar la libertad en todos los dominios de la vida social. También, una persona tolerante y abierta, capaz de coexistir con ideas que discrepan de las suyas si ellas cuentan con apoyo popular. Por eso, no le fue fácil obtener el respaldo en las primarias para su candidatura presidencial por parte de los sectores más conservadores de la Coalición de centroderecha, donde, por ejemplo, algunos militantes de la UDI (Unión Demócrata Independiente) han tragado con dificultad el apoyo de Piñera (que es católico practicante) a medidas como la píldora del día siguiente y las uniones legales entre parejas gay.

Las grandes reformas que Sebastián Piñera ha prometido no van a trastornar los principios básicos de democracia política y económica de mercado, sobre los que, por fortuna para Chile, existe un firme consenso entre la izquierda y la derecha chilenas. Pero sí van a inyectar a este modelo un viento de renovación y modernización en temas como la educación, la protección del medio ambiente, la revolución tecnológica en los campos de la comunicación y la globalización, que equipen al país para la competencia en los mercados internacionales en los que Chile se ha insertado ya más y mejor que ningún otro país latinoamericano. Él ha ofrecido audaces reformas en Codelco (la Corporación Nacional del Cobre), como abrir parcelas de la explotación y servicios a la participación de las empresas privadas, y, todavía algo más importante, retirar el canon de 10% que reciben las Fuerzas Armadas, cuyo financiamiento, ha dicho, debería proceder de otra fuente.

Durante mi breve estancia en Chile tuve ocasión de conocer a algunos de los 37 “Grupos de Tantauco”, en su gran mayoría jóvenes profesionales y técnicos salidos de las mejores universidades chilenas y extranjeras que, bajo la dirección de un eminente economista, Cristián Larroulet, director del Centro de Estudios Libertad y Desarrollo, vienen preparando desde hace dos años el plan de gobierno de la Coalición para el Cambio y adiestrando a los equipos para implementarlo. Me impresionó el rigor de las ideas y proyectos y el entusiasmo con que las mujeres y hombres jóvenes que trabajan en este plan se han comprometido, si es necesario, a abandonar sus trabajos bien rentados en las empresas privadas para dedicarse en el gobierno de Piñera a hacer de Chile un país del siglo XXI.

En el contexto latinoamericano, la victoria de Sebastián Piñera es un serio revés para el comandante Hugo Chávez, de Venezuela, y el grupete de países que, bajo su liderazgo —Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador— pretenden imponer en América Latina el modelo autoritario y populista —“El socialismo del siglo XXI”— que, en estos días de colapso del agua, la energía y los alimentos en las tierras venezolanas, muestra ya sus frutos. El gobierno de Piñera —lo ha dicho él con claridad en su primera conferencia de prensa luego de la elección— va a reforzar y dar un nuevo aliento a los países que, como México, Costa Rica, Panamá, Colombia, el Perú, Uruguay y Brasil, defienden la cultura democrática y resisten la ofensiva autoritaria que, desde Caracas, se propone retroceder al continente al colectivismo, el estatismo y la demagogia populista.

Es casi un milagro que en un país latinoamericano haya ganado la Presidencia de la República en elecciones libres un empresario como Piñera cuyo patrimonio se calcula en más de mil millones de dólares. Nada es tan típico del subdesarrollo como la satanización del empresario, considerándolo un explotador, corruptor y enemigo de los pobres. Un indicio de lo avanzado que está Chile sobre el resto del continente es que los electores chilenos parecen haber comprendido que un empresario privado, si tiene éxito en buena ley, es decir en un régimen de legalidad y libre competencia —no gracias a tráficos mercantilistas ni privilegios monopólicos— es fuente de creación de empleo y de riqueza y que sus éxitos revierten sobre el conjunto de la sociedad.

El día que nos despedimos en Santiago, tres días antes de la elección, pregunté a Sebastián Piñera cuál querría que fuera su mejor contribución en el gobierno si ganaba las elecciones. “Dar un impulso decisivo a nuestro plan de ocho años, para crecer a un promedio de 6% anual, algo perfectamente realizable. Si lo conseguimos, la renta per cápita, que es ahora de 14 mil dólares se habrá incrementado a 24 mil. Habremos alcanzado a Portugal”. Chile habrá dejado entonces el subdesarrollo y será el primer país de América Latina en incorporarse al primer mundo.

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