lunes, 16 de agosto de 2010

NO A LA ANGURRIA DE PODER:FELIPE GONZALEZ

Una aleccionadora lección política nos deja la interesante entrevista al ex Jefe del Gobierno español, Felipe González, quien nos pormenores de su salid como el hombre del PODER en España durante 14 años.

Analiza y da cátedra política para decir NO a la angurria del PODER...



Entrevista con Felipe González,
ex Presidente del gobierno español:

"Reciclarse después de estar 20 años en el poder es muy difícil y supone una travesía en el desierto"

El socialismo español perdió las elecciones en 1996 tras 14 años en el Gobierno. Lo mismo le ocurrió este año a la Concertación tras dos décadas en La Moneda. En esta entrevista compara ambas derrotas y desgrana sus causas, habla de lo difícil que resulta transitar hacia la oposición, del rol que deben jugar los ex Presidentes y entrega recetas de futuro para la centroizquierda chilena.

ROCÍO MONTES ROJAS
El hombre que acaba de entrar a la sala de reuniones del hotel Intercontinental de Vitacura, al que medio mundo conoce con el nombre de Felipe González, alguna vez se llamó Isidoro. Fue en plena dictadura franquista en España, a fines de los 60, cuando el joven abogado sevillano militaba clandestinamente en el PSOE y utilizaba ese nombre por motivos de seguridad.

Desde los tiempos de Isidoro han pasado ya cuatro décadas. En el intertanto, Felipe González Márquez (Sevilla, 1942) se convirtió primero en líder del socialismo español, luego en diputado y, posteriormente, en 1982, en presidente del Gobierno. Ostentó ese cargo durante 14 años hasta que en 1996 perdió frente a José María Aznar, del Partido Popular.

Transcurrieron pocos meses y, sorpresivamente, dejó la política activa. Pese a su retiro formal, sin embargo, nunca dejó de ser Felipe González. En España importa todo lo que hace y deja de hacer, ya sea en la esfera pública o en la privada, y las opiniones que emite sobre cualquier tema causan revuelo entre partidarios y detractores. De hecho, la productora Toro TV, de Sony, acaba de anunciar que prepara un telefilme sobre el ex Presidente. De dos capítulos, se llamará... Isidoro.

Pero la relevancia de González trasciende las fronteras de España y, con el tiempo, fue asumiendo algunas tareas internacionales. Actualmente es embajador para la celebración del bicentenario de la independencia de América y presidió un grupo de doce personalidades con el objetivo de realizar un diagnóstico sobre los desafíos de Europa. Las conclusiones, entregadas en mayo pasado, en medio de la crisis fueron recibidas como una Biblia.

González, aunque retirado de la política, sigue vigente. Tal vez por ello, al revisar la prensa española, todavía hay medios que especulan que el ex Presidente prepara su regreso.

-¿Es cierto que está de vuelta?

-¿Qué si estoy de vuelta?

-Lo dice parte de la prensa de su país que lo ve muy presente.

-Se equivocan. Desde que salí del gobierno tengo claro que no voy a volver. Recuerdo que, allá por el 99, participé muy fuertemente en una campaña, como siempre lo hago cuando me lo piden. Y en un programa de radio le preguntaron al viejo Santiago Carrillo, dirigente comunista, si yo estaba pensando en volver. Él, muy inteligente, muy experimentado y muy malvado, contestó una frase inapelable, que le reproché después de broma: 'Él está preparando la vuelta pero todavía no lo sabe'. Me harté de reír cuando lo oí.

-Hay quienes lo ven como el próximo candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno.

-Yo tenía la esperanza de que en la medida en que me acercara a la edad de jubilación, los rumores iban a ser menos intensos. Pero cada vez que hay un momento de crisis, empiezan de nuevo.

-¿Usted lo descarta?

-Sí, completamente. El problema es que lo descarto sin énfasis, con tranquilidad. Porque no quiero poner un énfasis que es innecesario. Me acuerdo de un dirigente político de mi país que dijo: 'Los que me conocen saben que cuando digo que me voy, es que no pienso volver'. Y a las 48 horas aceptó volver.

Nueva York versus Moscú

Es jueves 12 de agosto, poco después del mediodía, y González aterrizó en Santiago recién por la mañana. Llegó al país invitado por la Fundación Democracia y Desarrollo del ex Presidente Lagos para participar en el lanzamiento del libro "100 años de luces y de sombras". Fueron 13 horas de vuelo desde Madrid. Apenas ha tenido tiempo para reponerse antes de conceder la entrevista. Permanecerá en Chile hasta el martes y le espera una agenda intensa: almuerzo con el Presidente Piñera, presentación de la obra editada por Lagos, cenas privadas y, entre otras actividades, una charla en la cátedra Globalización y Democracia de la Diego Portales.

Pero no se le ve cansado, aunque durante la conversación se saca de vez en cuando sus lentes y se restriega los ojos. Es un orador eximio y se le nota. Pese a las horas de vuelo se explaya en cada uno de los temas que se abordan durante la entrevista como si su agenda nos permitiera conversar toda la tarde.

Ha estado en Chile muchas veces. La primera fue en agosto de 1977, en pleno gobierno militar, cuando llegó a Santiago para intentar excarcelar al ex senador Erich Schnake y al ex vicepresidente del Banco Estado, Carlos Lazo. Lo logró gracias a las gestiones realizadas junto a la ministra de Justicia de la época, Mónica Madariaga. Al mostrarle las fotografías de prensa de aquella visita, González, de 68 años, recuerda en detalle ese viaje que hizo a los 35.

-La llegada al aeropuerto, la gente en la terraza que estaba esperándome porque se habían enterado de la visita, la incertidumbre sobre si el gobierno militar finalmente me dejaría entrar, el pasillo de soldados desde la salida del avión de Avianca hasta la sala en que me metieron, la espera de dos o tres horas hasta que me autorizaron. Tengo un recuerdo muy fotográfico. Me alojé en el hotel al lado de La Moneda, el Carrera, y cuando caía la noche solo veía las tanquetas parando en los semáforos. No había nadie en la calle, absolutamente nadie.

Felipe González se convirtió en líder del socialismo español siendo muy joven y, cuando llegó a Chile en 1977, era hace años secretario general del PSOE. Lo consiguió tras imponerse a la fracción ortodoxa del partido. Él, de una generación joven, nacida en España en medio de la dictadura, renovó al PSOE y lo alejó de su definición marxista. Lo grafica una frase que todavía sigue siendo un ícono para la socialdemocracia: "Prefiero morir de un navajazo en el metro de Nueva York que de aburrimiento en Moscú".

Ya como Presidente, tomó decisiones políticas, económicas y militares que desconcertaron a la vieja izquierda, como impulsar a España para ingresar a la OTAN. Junto a Francois Mitterrand (Francia), Bettino Craxi (Italia) y Mario Soares (Portugal) formó parte de los llamados socialistas del Mediterráneo que sembraron su influencia en medio mundo. Entre los dirigentes de la Concertación existe unanimidad: "Sin Felipe González no se explica la renovación del socialismo chileno".

El ex Presidente Lagos es su gran aliado político e intelectual en este país. Lo conoció en reuniones de la Internacional Socialista, pero el primer gran encuentro se produjo en diciembre de 1983, en Argentina. Fue una reunión que sostuvo la alianza democrática chilena con líderes socialdemócratas mundiales. También estaban presentes Enrique Silva Cimma, Gabriel Valdés y, además de Lagos, Armando Jaramillo. Otro de los chilenos cercanos a González es el socialista Ricardo Núñez.

El ex Presidente de España ha seguido de cerca a la Concertación chilena. Desde su formación hasta hoy, pasando por... la derrota de la elección presidencial 2010. Él mismo vivió un trance parecido en 1996: tras una seguidilla de casos de corrupción que protagonizaron miembros de su gobierno, el PSOE perdió. El candidato era el propio González.

-¿Por qué cree que perdió la Concertación?

-La Concertación, primero, perdió por poco. Y hay, seguramente, multitud de causas. Pero hay una que es natural: veinte años de gobierno de un mismo signo producen desgaste y el agotamiento de los materiales. Incluso hay una cosa que es peligrosa en política, que es habituarse a detentar el poder. Eso le quita a uno tensión y frescura para renovar. Pero la Concertación ha sido 20 años de éxito. Si uno ve el grado de aceptación de la última persona que la representó, Michelle Bachelet, se queda estupefacto. Chile ha creído que la Concertación ha hecho lo que tenía que hacer, lo cual no quiere decir que no se produzca un cambio. Y los cambios de mayorías se van a producir en situaciones normales siempre por pequeñas fracciones y a veces por pequeños fenómenos. No sé en cuánto influyó el fenómeno Enríquez-Ominami en el cambio de mayoría, no lo sé.

-La alternancia es la esencia de la democracia, señalan algunos.

-Lo he discutido con Mario Vargas Llosa: la esencia de la democracia no es la alternancia sino la posibilidad de la derrota. La alternancia la deciden los ciudadanos. Lo que tiene que haber es una razonable igualdad de oportunidades, entre unas opciones y otras, para tener el respaldo mayoritario. El fenómeno chileno de cambio de alternativa de gobierno tiene a mi juicio una característica esencial: está dentro de un cauce previsible. Va a haber énfasis en una alternativa o en otra, en una u otra dirección, pero no va a haber un desbordamiento del cauce.

-Hay quienes señalan que, en estos veinte años, Chile ha mantenido una matriz de crecimiento con tendencia a la igualdad y que, por ello, da igual quién gobierne... ¿Concuerda con esta apreciación?

-Yo nunca he creído en eso porque, naturalmente, pertenezco a una tribu ideológica. Yo creo que hay diferencias entre un gobierno de un color y otro. Pero, ¿grandes diferencias? Si se refieren a elementos sustanciales, es difícil. Los países emergentes son menos previsibles en su rumbo fundamental. Pueden realizar cambios que desconcierten. Los países centrales, en cambio, tienen áreas de consenso muy amplias. Por ejemplo, no hay vuelcos en la política exterior que sean espectaculares. Chile, en ese sentido, tiene un comportamiento de país central, en el sentido de la previsibilidad. No digo que no tenga desafíos y muy fuertes, pero desde el punto de inflexión, el modelo ya se retroalimenta.

-Al escucharlo pareciera que la derrota de la Concertación hubiese sido inevitable.

-Cuando salí del gobierno después de 14 años me preguntaban: '¿Por qué ha perdido usted las elecciones?'. Y yo respondía que si lo hubiera sabido, seguramente no hubiera perdido. Si los que pierden las elecciones saben exactamente diagnosticar cuál es el riesgo de ser derrotados, tratarían de evitarlo. El problema es que eso no se sabe. Tiendo a pensar que en general los políticos tenemos cierta dificultad para acompañar los cambios sociales que nosotros mismos hemos producido. Es una de las razones casi siempre más claras de perder.

-¿No le resulta contradictorio que la ex Presidenta Bachelet haya dejado el Gobierno con una popularidad del 80% y su conglomerado haya perdido?

-No es tan contradictorio y alguna vez discutí sobre eso con Adolfo Suárez (el primer presidente demócrático de España tras la muerte de Franco). Nosotros, los responsables políticos, si hemos hecho un gran esfuerzo, esperamos agradecimiento. Y en política, es más propio el reconocimiento que el agradecimiento. El ejemplo histórico más notable de lo que estoy diciendo, el más brutal, fue el de Winston Churchill. Contra todo pronóstico saca a Gran Bretaña del inmenso lío de la guerra contra la Alemania nazi e inmediatamente se convocan elecciones y las pierde. Entonces, ¿por qué va a ser extraño lo que ocurrió en Chile? Aunque cuidado: si Bachelet hubiera tenido constitucionalmente la oportunidad de presentarse a un segundo mandato de cuatro años, hubiera sido relativamente fácil que ese reconocimiento le hubiera dado la pauta para seguir otros cuatro años más.

-¿Qué opina del Presidente Sebastián Piñera desde el punto de vista político?

-A mi juicio es un hombre inteligente, enérgico -a veces abruptamente enérgico- y tiene una personalidad muy fuerte. He hablado con él con frecuencia, lo veré como siempre hago cuando estoy de visita, y creo que no es difícil la comunicación entre los dos.

-¿Es difícil el tránsito hacia la oposición? ¿Es complejo aprender a vivir lejos del poder?

-Es muy difícil reciclarse, es muy, muy difícil. Yo creo que hay que probar a la gente en la derrota, como es natural. También en el éxito. El éxito también distorsiona mucho la propia percepción de la gente. Pero en países que tienen una cierta verticalidad institucional como Chile, en que la Presidencia de la República tiene un peso específico relativo muy fuerte, es muy difícil reciclarse tras estar veinte años en el Gobierno. Reciclar el conjunto de formaciones políticas para rearmarse en la oposición supone siempre una travesía en el desierto.

-El PSOE la vivió en 1996.

-Nosotros la vivimos. Entre el 96 y el 2000, vivimos un desconcierto bastante considerable dentro de la formación política a la que pertenezco. No parecía que hubiera manera de salir. Yo salí de la dirección del partido y la gente no se enteró de que me iba hasta el mismo día del congreso (de junio de 1997): 'Yo no voy a ser el candidato'. No me parecía razonable después de 25 años dirigiendo el partido y 14 ejerciendo el gobierno. Aunque tuviera edad, porque salí a los 54 años. Renuncié. Entonces hubo un periodo de desconcierto muy fuerte, muy fuerte. Y muy difícil de superarlo.

-De acuerdo a su experiencia, ¿Cómo se supera el desconcierto?

-Lo que racionalmente piensa uno que debería ser la superación sería un debate interno muy racional analizando cuáles son las causas que han producido la derrota. Pero hay algo que me parece mucho más importante que lamerse la herida y decir quién fallo y quién no falló: analizar cuáles son los requerimientos, los comportamientos y las aspiraciones sociales del momento y para el futuro y cómo de eso podemos articular un proyecto que ilusione. No que viva de glorias del pasado, que de eso nunca se vive...

-En su última visita usted planteó una teoría que todavía sigue siendo muy popular en la clase política chilena. Dijo que los ex Presidentes son como los jarrones chinos en departamentos pequeños: se les supone muy valiosos pero estorban y nadie sabe bien dónde ponerlos...

-Yo propuse que el Club de Madrid se llamara el club de los jarrones chinos, pero nunca me la aceptaron. Sólo me apoyó Ernesto Zedillo, el mexicano, quien me dijo que le parecía una muy buena idea.

-En su momento, tras salir de La Moncloa, usted tomó una opción, que fue...

-Callarme (interrumpe).

-¿Qué rol deben cumplir los ex Presidentes desde la oposición?

-Durante mucho tiempo mantuve silencio. Claro, hay muchas fórmulas. La fórmula ideal, que no siempre se consigue, que no siempre se pretende, es tomar distancia durante un tiempo. Sobre todo cuando se ha estado muy en el protagonismo. Hay alguna gente que lo hace bien, alguna gente que se pasa un año dando clases en una universidad americana o sencillamente pasan a un organismo internacional.

-De esa forma lo hizo Lagos.

-Es que si no se toma distancia respecto del día a día, el esfuerzo para no interferir en el proceso, para no aparecer como con el síndrome de abstinencia del poder, es mucho mayor. No sé cuánto le pasa a los demás, pero yo llevaba tanto tiempo dirigiendo el partido, 14 años en la presidencia, que mi cerebro funcionaba -y hasta el día de hoy- recibiendo información y reciclándola automáticamente en forma de respuesta. Y a mí ya no me tocaba darlas. No es fácil porque además uno tiene que estar disponible para el que gobierna, tanto si es de tu partido como si no. Y si no te requiere, no vas a estar interfiriendo o mandando una nota o haciendo una declaración de prensa en contra. Hay que medirse bastante. Ahora, cuando uno está muy en desacuerdo con una decisión, con serenidad y firmeza también se puede decir. Yo estuve muy en desacuerdo con la intervención por la guerra de Irak y lo dije...

-¿Cree que en Chile se pueda mantener vigente este pacto entre el centro y la izquierda? José María Aznar, que acompañó a Sebastián Piñera muy de cerca durante la campaña, no lograba entender a este pacto que une a democratacristianos y a socialistas en alianza electoral con los comunistas.

-No me extraña que Aznar no lo entendiera, pero ese pacto al que conocemos como Concertación, ha dado veinte años de estabilidad, progreso, desarrollo y previsibilidad a Chile. Si eso no tiene sentido, ¿qué lo tendrá en política? No quiero ser impertinente, es un problema de los chilenos, pero a lo que ha ocurrido en Chile le veo todo el sentido del mundo de pasado y probablemente de futuro. ¿Cómo se va a articular? No sé, porque no es un problema mío, y no soy tan audaz como el Presidente Aznar de decirles a los chilenos lo que tienen que hacer.

"No podemos aplicar las recetas de hace 60 años a los desafíos del siglo XXI"La crisis económica mundial y el modelo social europeo:
En diciembre de 2007, el Consejo Europeo encargó a una docena de personalidades un diagnóstico sobre los desafíos de Europa. Entonces se trataba de frenar el declive institucional. Casi dos años y medio después, con la UE sumida en la peor de sus crisis, el llamado Grupo de Reflexión, presidido por Felipe González, dio a conocer sus conclusiones. Llamaron a refundar Europa y a aplicar reformas radicales para evitar la pérdida de peso del continente en el mundo y el deterioro de su modelo social.

En la entrevista realizada este jueves en Santiago, el ex Presidente español señala que "para sostener este modelo, con el que me siento plenamente comprometido, hay una condición previa a todas las demás: tener excedentes, dinero. Y eso tiene que responder efectivamente a la gran capacidad que necesitamos de competir".

-Hace poco, en una asamblea en Extremadura, usted señaló que al menos dos terceras partes del salario deben vincularse a la productividad, lo que dejó bien perplejos a los socialistas, al menos a este lado del Atlántico.

-Es importante hablar sobre este punto, porque después veo algunos artículos que no representan lo que digo, lo distorsionan. De lo que se trata es analizar qué tendría que hacer la socialdemocracia a nivel internacional para responder a los desafíos de la era que nos ha tocado vivir, de la globalización. Y, visto desde Europa, qué tenemos que hacer para recuperar un modelo que sea a la vez altamente competitivo y que produzca cohesión social, que es a lo que estamos acostumbrados. Tenemos que adaptar eso a los desafíos del siglo XXI. Nosotros no podemos competir por salarios baratos con Asia. Ni siquiera América Latina puede competir con Asia por salarios baratos. Entonces tienes que competir por valor añadido, por excelencia. Lo que pretendo proponer es que aumente la productividad por persona ocupada incluso por hora de trabajo. Y eso depende de un esfuerzo personal mayor, de una mayor formación profesional y de mejor formación de capital humano. Eso es lo que defiendo.

-Ha pedido también la descentralización de la negociación colectiva.

-Es verdad que lo pedí. Creo que el debate sobre la reforma del mercado del trabajo que se está haciendo en España debía haberse basado en cuál es el problema que tenemos. ¿Tenemos un problema de competitividad en la economía global? Sí. ¿En la base de la competitividad hay un problema de productividad por hora de trabajo? Sí. Entonces, ¿cómo arreglamos ese problema para crear un marco de relaciones laborales capaz de añadir valor suficiente para que el excedente nos permita hacer política social? Decir que uno defiende la igualdad repartiendo miseria, es un modelo que ha resultado odioso.

-Ha reinvindicado a los empresarios.

-Eso lo he dicho hace muchos años y no sé por qué en un momento determinado llama más la atención que en otros. Es tan elemental como esto: el empleo lo crean los empleadores. Cuando el Estado emplea a todo el mundo no habrá generación de riqueza fuera del Estado. Luego, los empleadores tienen que trabajar en condiciones que les permitan aumentar su actividad y generar más fuerza de trabajo. Es muy fácil. Es la reivindicación del empresario emprendedor y creador de puestos de trabajo.

-Por lo que dice parece obvio que la crisis ha roto paradigmas.

-Totalmente. Estamos frente a un cambio de civilización con paradigmas completamente distintos. La globalización, junto con la caída del sistema comunista, nos sitúa en un mundo diferente. No podemos aplicar las recetas de hace 60 años a los desafíos del siglo XXI. Lo que no podemos es ser ideológicamente reaccionarios frente al avance. Tenemos que operar sobre la base de una competitividad distinta y saber aprovechar nuestras oportunidades.

"No quiero ser ingenuo, pero creo que la situación de Cuba empieza a cambiar"Bicentenario y panorama latinoamericano:
Felipe González es embajador para la celebración del bicentenario de la independencia de América. El tema lo entusiasma, y se le nota. De hecho, está leyendo un apasionante ensayo del escritor Juan Goytisolo sobre José María Blanco White, un español que estuvo cerca del proceso independentista y que, tras ser acusado de traición a la patria, tuvo que exiliarse en Londres.

-¿Cuál debería ser la actitud española ante estas celebraciones de los 200 años de Independencia?

-Independiente de lo que cada uno de nosotros personalmente sienta, tenemos que conmemorar con los países el Bicentenario de la Independencia en la medida en que los países lo deseen y quieran. Quien tiene el derecho y la legitimidad para decir qué conmemoran son las repúblicas que consiguieron su independencia hace 200 años. España lo que quiere es acompañar.

-¿Qué piensa usted de que ciertos mandatarios latinoamericanos, como Hugo Chávez y Evo Morales, se refieran a la conquista española como un genocidio?

-Me parece una exageración, porque no sólo lo dicen del periodo colonial, sino que de los 200 años que han transcurrido, lo cual es muy complejo. Por lo demás, las comunidades originarias de la parte hispana de América son infinitamente más numerosas que en el norte.

-Uno de los principales procesos que se observan es la situación en Cuba... ¿Cree que estamos ante el comienzo del fin del castrismo?

-Sería muy deseable que el comienzo de las reformas se produjera por parte de los propios hermanos Castro. Voy a eludir la respuesta contestándola. Yo propuse en el 95 a Cuba un acuerdo bilateral Unión Europea-Cuba, que era idéntico al modelo del acuerdo que firmó la UE, estando yo como presidente del Gobierno, con Vietnam. Lo que ha sucedido con Vietnam es que ha tenido un éxito económico y un éxito social muy notable. Lo propuse el año 95, nos acercamos mucho, luego hubo un incidente en el año 96, y yo después salí del Gobierno. Por tanto, yo creo que hay signos de que empiezan a cambiar las cosas en Cuba, creo. No quiero ser ingenuo, pero creo que hay símbolos de que esto empieza a cambiar.

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