domingo, 1 de noviembre de 2009

LA CAIDA DEL MURO DE BERLIN (PARTE 2)

Llegar a conocer los entretelones de la caída del Muro de Berlín, al cumplirse 20años de este acontecimiento, es realmente una delicisia.

Más aún cuando es contado por uno de los principales protagonistas como Mijaíl Gorbachov.





Revelaciones de Mijaíl Gorbachov a 20 años del derrumbe de la Alemania Oriental:


"La perestroika en la URSS desencadenó la caída del Muro y el fin de la Guerra Fría"


Sostiene que el giro en la política rusa tras su gobierno impidió profundizar las medidas democráticas. El ex líder ruso relata las difíciles negociaciones de desarme con el Presidente de EE.UU., Ronald Reagan, y le otorga gran crédito por los acuerdos históricos que alcanzaron.



Los hechos históricos generan rápidamente mitos históricos. En EE.UU. se dice que la caída del Muro de Berlín y el fin de una Europa dividida fueron provocados por una revolución democrática en Europa del Este, o por el poder estadounidense, o ambos.

¿Cuál es su respuesta?

-Esos acontecimientos fueron el resultado de la perestroika en la Unión Soviética, donde los cambios democráticos habían llegado al punto, en marzo de 1989, en que por primera vez en la historia de Rusia se llevaban a cabo elecciones competitivas, democráticas. Recordará con qué entusiasmo la ciudadanía participó en esas elecciones para un nuevo Congreso soviético. Y como resultado fueron derrotados 35 secretarios del Partido Comunista.

Al día siguiente me reuní con el Politburó, y dije: "¡Los felicito!" Estaban muy molestos. Varios respondieron, "¿Por qué?". Y expliqué: "Ésta es una victoria para la perestroika. Estamos llegando a la vida de la gente. Las cosas son difíciles para ellos ahora; sin embargo, votaron por los comunistas". Esas elecciones fueron muy importantes. Significaron que estaba en marcha un movimiento hacia la democracia, la glasnost y el pluralismo.

Igualmente se estaban produciendo procesos análogos en Europa del Este y Central. Bajo la influencia de la perestroika, sus sociedades empezaron a accionar. La perestroika era una transformación democrática, que la URSS necesitaba, y mi política de no intervención en Europa Central y del Este fue crucial.

Sin embargo, el problema de una Alemania dividida persistió. El pueblo alemán percibió esa situación como algo anormal, y compartió su actitud. En ambas Alemanias se formaron nuevos gobiernos y se establecieron nuevas relaciones entre ellas. Creo que si el líder de Alemania del Este, Erich Honecker, no hubiera sido tan obstinado -todos sufrimos de esta enfermedad-, habría introducido cambios democráticos. Pero los líderes de esa nación no iniciaron su propia perestroika. Por lo tanto, estalló una lucha en su país.

El 7 de octubre de 1989 yo estaba pasando revista en un desfile en Alemania del Este con Honecker y otros representantes de los países del Pacto de Varsovia. Grupos de 28 regiones del país hicieron una marcha paralela con antorchas, gritos y canciones. El ex Primer Ministro de Polonia, Mieczyslaw Rakowski, me preguntó si yo entendía el alemán. "Lo suficiente para leer lo que está escrito en las banderas. Hablan de la perestroika. De democracia y cambio. Dicen: '¡Gorbachov, quédese en nuestro país!'". Entonces Rakowski observó: "Si es verdad que ellos son representantes de los pueblos de las 28 regiones del país, significa el fin". Le dije: "creo que tiene razón".

-Es decir, después de las elecciones soviéticas en marzo de 1989, ¿la caída del Muro de Berlín era inevitable?

-Totalmente.

-¿Ya preveía el resultado?

-Todo el mundo dice que previó. En junio de 1989 me reuní con el Canciller Helmut Kohl y tuvimos entonces una conferencia de prensa. Los reporteros preguntaron si habíamos discutido el problema alemán. Mi respuesta fue: "La historia dio origen a este problema, y la historia lo resolverá. Ésa es mi opinión. Si pregunta a Kohl, él le dirá que es un problema para el siglo XXI".

También me reuní con los líderes comunistas de Alemania del Este, y nuevamente les manifesté: "Éste es su asunto, y ustedes tienen la responsabilidad de decidir". Pero les advertí: "¿Qué nos enseña la experiencia? El que llega tarde, pierde". Si hubieran tomado el camino de la reforma, de un cambio gradual; si hubiera habido algún tipo de acuerdo o tratado entre ambas Alemanias, algún tipo de acuerdo financiero, una confederación, habría sido posible una reunificación más gradual. Pero en 1989-90, todos los alemanes, tanto del Este como del Oeste, pedían: "Háganlo de inmediato". Tenían temor de que se perdiera la oportunidad.

-Una pregunta muy relacionada: ¿cuándo terminó realmente la Guerra Fría? En EE.UU. hay varias respuestas: en 1989, cuando cayó el Muro de Berlín; en 1990-91, después de la reunificación de Alemania, y la más popular, incluso ortodoxa, es que la Guerra Fría terminó sólo cuando llegó a su fin la Unión Soviética, en diciembre de 1991.

-No. Si el Presidente Ronald Reagan y yo no hubiéramos logrado firmar acuerdos de desarme y normalizar nuestras relaciones en 1985-88, los acontecimientos posteriores habrían sido inimaginables. Pero lo que sucedió entre Reagan y yo también habría sido inimaginable si antes no hubiéramos empezado la perestroika en la URSS. Sin ésta, la Guerra Fría simplemente no habría terminado. Pero el mundo no podía seguir avanzando como lo había hecho, con la dura amenaza de una guerra nuclear siempre presente.

A veces me preguntan por qué empecé la perestroika. Las razones internas fueron indudablemente las principales, pero el peligro de una guerra nuclear era tan serio, que era un factor no menos importante. Había que hacer algo antes de que nos destruyéramos mutuamente. Los grandes cambios que ocurrieron conmigo y con Reagan tuvieron enorme importancia. Pero también el que George H.W. Bush, quien sucedió a Reagan, decidiera continuar el proceso. Y en diciembre de 1989, en nuestra reunión en Malta, Bush y yo declaramos que ya no éramos enemigos.

-¿Por lo tanto la Guerra Fría terminó en diciembre de 1989?

-Yo creo que sí.

-Muchos no están de acuerdo.

-Sin lo que he descrito, nada habría resultado. Permítame contarle algo. George Shultz, secretario de Estado de Reagan, vino a verme hace dos o tres años. Estuvimos haciendo algunos recuerdos, como viejos soldados que rememoran batallas pasadas. Le pregunté: "Dime, George, si Reagan no hubiera sido Presidente, ¿quién habría desempeñado su rol?". Shultz lo pensó un momento, y respondió: "Entonces no había nadie más. La fortaleza de Reagan era que había dedicado todo su primer período a levantar al país. Habían revivido los espíritus de EE.UU. Pero para dar estos pasos hacia la normalización con la URSS y la reducción del armamento nuclear, no había nadie más que pudiera haber hecho eso entonces".

A propósito, en 1987, el Vicepresidente Bush me dijo: "Reagan es un conservador extremo. Todos los tontos y estúpidos están con él, y cuando él señala que algo es necesario, ellos confían en él. Pero si algún demócrata hubiera propuesto lo que Reagan hizo, con usted, tal vez ellos no habrían confiado".

Al contarle esto quiero dar a Reagan el crédito que merece. Encontré que negociar con él fue muy difícil. La primera vez que nos reunimos, en 1985, después que habíamos conversado, mi gente me preguntó qué pensaba de él. "Un verdadero dinosaurio", respondí. Y sobre mí, Reagan dijo: "¡Gorbachov es un bolchevique intransigente!".

-¿Un dinosaurio y un bolchevique?

-Y sin embargo, estas dos personas llegaron a acuerdos históricos, porque algunas cosas deben estar por sobre las convicciones ideológicas. No importa lo difícil que fuera para nosotros ni tampoco cuánto Reagan y yo discutiéramos en Ginebra en 1985; sin embargo, en nuestro llamado a los pueblos del mundo escribimos: "La guerra nuclear es inadmisible, y en ésta no puede haber vencedores". Este concepto le habla a la madurez de los líderes de ambos lados, no sólo Reagan sino de Occidente en general, quienes llegaron a la conclusión correcta de que teníamos que poner fin a la Guerra Fría.

-¿Por lo tanto, los estadounidenses que sostienen que la Guerra Fría terminó sólo con el fin de la Unión Soviética están equivocados?

Eso es porque los periodistas, los políticos e historiadores en su país concluyeron que Estados Unidos ganó la Guerra Fría, pero eso es un error. Si no hubiera existido el nuevo liderazgo soviético y su nueva política exterior, no habría sucedido nada.

-En resumen, ¿Gorbachov, Reagan y el primer Presidente Bush terminaron la Guerra Fría?

-Sí, en 1989-90. No fue una sola acción sino un proceso. Bush y yo hicimos la declaración en Malta, pero Reagan habría tenido no pocos motivos para decir que jugó un rol crucial, porque él, junto con nosotros, tuvo un cambio fundamental de actitud. En consecuencia, todos fuimos vencedores: todos ganamos la Guerra Fría porque pusimos fin al gasto de US$ 10 billones en la Guerra Fría, en cada lado.

-¿Qué fue más importante, las circunstancias o los líderes?

-Los momentos funcionan a través de las personas en la historia. Le diré algo más que es muy importante sobre lo que sucedió posteriormente en su país. Cuando algunos llegaron a la conclusión de que habían ganado la Guerra Fría, concluyeron que no necesitaban cambiar. Dejen que otros cambien. Eso fue un error, y debilitó lo que habíamos imaginado para Europa, la seguridad colectiva mutua para todo el mundo y un nuevo orden mundial. Todo eso se perdió debido a esta confusa forma de pensar en su país y la que ahora ha hecho que sea tan difícil trabajar juntos.

-¿Es ésa la razón de por qué hoy, 20 años después que declarara que la Guerra Fría terminó, la relación entre nuestros dos países sea tan mala que el Presidente Obama señale que se tiene que "resetear"? ¿Qué salió mal?

-Incluso antes del término de la Guerra Fría, Reagan, Bush y yo peleamos, pero avanzábamos. Habíamos llegado muy lejos, casi al punto en que una vuelta al pasado ya no era posible. Pero todo salió mal porque la perestroika fue socavada y hubo un cambio de liderazgo ruso y un cambio desde nuestro concepto de reforma gradual a la idea de un salto repentino. Para el Presidente Boris Yeltsin las recetas occidentales supuestamente conducirían a un éxito instantáneo. Él tenía un afán aventurero. La caída de la Unión Soviética fue el momento clave que explica todo lo que sucedió después, lo que incluye lo que tenemos hoy. Como señalé, en su país la gente se mareó con el éxito imaginado: vieron todo como victoria propia.

Todos nuestros planes para una nueva Europa y una nueva arquitectura de seguridad mutua. Todo desapareció. Pero entonces, Rusia empezó a revivir. La lluvia de dólares gracias a los precios del petróleo más altos abrió nuevas posibilidades.

La moraleja de la historia -y en Occidente las moralejas lo son todo-: Bajo mi liderazgo, un país dio inicio a reformas que abrieron la posibilidad de una democracia sostenida, de escapar de la amenaza de una guerra nuclear y más. Ese país necesitaba ayuda y apoyo, pero no tuvo nada. En cambio, cuando las cosas no resultaron para nosotros, EE.UU. aplaudió. Una vez más, fue un intento calculado para detener a Rusia.

Katrina vanden Heuvel es la editora de la revista The Nation, y Stephen F. Cohen, su marido, es profesor de estudios rusos.

"Fue muy difícil negociar con Reagan, un verdadero dinosaurio. De mí, dijo que era un 'bolchevique intransigente'".

"Pero un dinosaurio y un bolchevique llegaron a acuerdos históricos, porque algunas cosas deben estar sobre las convicciones ideológicas".

"Si no hubiera logrado con Reagan los acuerdos de desarme de 1985-88, los acontecimientos posteriores habrían sido inimaginables".

MIJAÍL GORBACHOV


"La Guerra Fría terminó en diciembre de 1989, cuando Bush (padre) y yo declaramos que ya no éramos enemigos ni adversarios".

"Alemania del Este habría iniciado su propio proceso de reformas si su líder, Erich Honecker, no hubiera sido tan obstinado".



Elogio a Obama

-¿Usted cree que Obama será el líder de una perestroika en EE.UU.?

-Según mi opinión, los estadounidenses no cometieron un error al elegirlo. Barack Obama es capaz de liderar su sociedad a un muy alto nivel y de entenderla mejor que cualquier figura política que conozca. Es una persona culta con una capacidad sumamente desarrollada para el diálogo, y eso también es muy importante. Así es que, congratulaciones.


Las enseñanzas de la guerra en Afganistán

-Hace 20 años usted puso fin a la guerra soviética en Afganistán. ¿Qué lecciones sacó que el Presidente Obama debería escuchar al tomar sus decisiones con respecto a ese país?

-Una fue que los problemas en ese lugar no se podían resolver con el uso de la fuerza. Tales intentos en un país que no es el propio terminan mal. Pero incluso más, no se puede imponer la idea de orden que uno tiene sobre otro país sin tomar en cuenta la opinión de la población de ese país. Mis predecesores trataron de construir el socialismo en Afganistán, donde todo estaba en manos de líderes tribales y de clanes, o de líderes religiosos, y donde el gobierno central era muy débil.

¿Qué tipo de socialismo habría sido eso? Sólo dañó nuestras relaciones con un país con el que habíamos tenido excelentes vínculos durante los 20 años anteriores.

Cuando nos alistábamos a replegar nuestras tropas y preparábamos un tratado de retiro, los estadounidenses apoyaron la idea de dar enseñanza religiosa a jóvenes afganos, es decir, los talibanes. Como resultado, ahora están combatiendo contra ellos.


El hombre que cambió el mundo

-Un escritor lo llamó "el hombre que cambió el mundo". ¿Quién o qué cambió más sus ideas?

-Gorbachov nunca tuvo un gurú. He estado involucrado en política desde 1955, después que terminé la universidad, cuando todavía había hambre en mi país como resultado de la II Guerra Mundial. Esos tiempos y mi participación en política me formaron. Además, soy una persona intelectualmente curiosa por naturaleza y comprendía que se necesitaban muchos cambios, y que había que pensar en ellos, aun cuando me produjera incomodidad. Empecé a llevar a cabo mi propia perestroika espiritual, interna; una perestroika en mis puntos de vista personales.

Empecé a entender que la sociedad necesitaba una nueva visión, que teníamos que ver el mundo con los ojos abiertos, no sólo a través de nuestros intereses personales o privados. Así es como empezó nuestra nueva mentalidad de la década de 1980, cuando entendimos que nuestros viejos puntos de vista no estaban funcionando.

-Al escucharlo, da la impresión de que usted llegó a ser un hereje político en su país .

-Creo que es verdad. Quiero agregar que conozco bien Estados Unidos ahora, al haber ofrecido ahí conferencias ante un público numeroso en forma regular. Hace tres años estaba hablando en el medio oeste y alguien me preguntó: "La situación en EE.UU. se está desarrollando en una forma que nos alarma enormemente. ¿Qué nos aconsejaría que hiciéramos?".

Le respondí: "Dar consejos, en especial a los estadounidenses, no me corresponde a mí". Pero sí dije algo en general: que me parece que Estados Unidos necesita su propia perestroika norteamericana. No la nuestra. Toda la audiencia se puso de pie y aplaudió durante cinco minutos.

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