sábado, 19 de junio de 2010

UNO DE LOS PODEROSOS DE CHILE

El nuevo gobierno de Sebastían Piñera de Chile trae consigo, como es natural, a las nuevas personalidades que administrarán el PODER EN ESE PAIS.

Cristián Larroulet Vignau es uno de ellos y es considerado el CEREBRO y el reflejo de la DERECHA del flamante gobierno de Piñera.

El Mercurio le ha hecho una breve pero importante semblanza de uno de los nuevos poderosos de Chile:



Cristián Larroulet Vignau
ministro Secretario General de la Presidencia:

El cerebro del gobierno


Le dicen "el Boeninger de la derecha".

Por Margarita Serrano

"Ya pues, 'Larrula'-le dice Piñera entre risas a su ministro de la Presidencia-, estudiaste 20 años para esto, así es que ahora ponte a trabajar...".

Cristián Larroulet dejó un mundo donde había más pensamiento que acción.

El Instituto de Libertad y Desarrollo, que fundó y dirigió durante los 20 años de la Concertación, era como el Pepe Grillo de la derecha: la conciencia crítica de todo lo que hacía el gobierno de turno.

Ahí investigaba, estudiaba las políticas públicas que se hacían y las que no. Ahora, el cerebro de ese centro está instalado en palacio. Tuvo que dejar la comodidad de hacer en el papel y ponerse a actuar en la realidad.

Al Presidente le celebra lo "empujador" que es; lo comprometido que está con la tarea de "hacer el cambio que está pidiendo la gente".

Y Larroulet, un economista de Chicago que hace rato amplió su quehacer técnico y descubrió el placer y la importancia de la política; un tipo considerado por unos y otros como el cerebro más sólido y desconocido de la derecha, ahora está comprometido a mil con Piñera, a pesar de haber disparado varias veces desde distintas trincheras.

-¿Cómo es su relación con el Presidente? ¿Es muy difícil trabajar con un "activista", como dice Carlos Peña?

-Yo le admiro su sentido de responsabilidad, que se refleja en la dedicación de 24 horas por 7. No sólo en lo cuantitativo, sino en la intensidad de cada minuto. Claro que es muy exigente. Es muy empujador. Pero creo que me llevo bien con él, porque nos respetamos uno al otro.

Dice que no ha tenido ningún domingo feriado desde que asumió este gobierno.

Sólo un par de días en Semana Santa, cuando fue a un retiro y aprovechó de ir a San Fernando a ver a su familia. Sin embargo está radiante. Lleno de energía, como la que despliega en una conversación telefónica con un senador de oposición, ajustando algún proyecto de ley.

Está disfrutando este puesto donde debe relacionarse con unos y con otros y discutir acaloradamente, con mucho más humor que adversidad.

Nunca ha militado en la UDI, pero en la UC era un gremialista, discípulo de Jaime Guzmán; luego, colaborador muy cercano de Miguel Kast. Pero como ha trabajado más que nadie en políticas públicas, siempre ha tenido amigos en la UDI y en RN. También en la oposición.

-¿Reconoce que "otra cosa es con guitarra"?

-Fue la primera frase que le dije a mi antecesor, José Antonio Viera-Gallo, en el seminario de Icare, "le reconozco que otra cosa es con guitarra". Una cosa es el análisis conceptual de los columnistas y académicos, y otra cosa es estar aquí. Esto es pura política.

El Boeninger de la derecha

Todavía se ve un techo roto en el segundo patio de La Moneda. Se nota que tienen tantas casas que construir después del terremoto que no tienen espacio para las cornisas prescindibles.

Sin embargo, al entrar al Ministerio Secretaría General de la Presidencia, se agradece la calefacción central.

La oficina del ministro es la misma de siempre: inmensa, la segunda más grande del palacio, con una mesa vacía que espera a los ministros y parlamentarios que allí discuten.

Los libros de la mesa de centro son los mismos del ex ministro Viera-Gallo, así también los óleos, más vanguardistas que lo que pondría Larroulet.

Pero ahí quedarán, mientras la urgencia domine todavía a este gobierno. En su escritorio, el desorden organizado de papeles, diarios y libros es propio, así como una foto donde sale con su mujer, Isabel Philippi, junto al Papa. Nada más. Entre esos libros está La igual libertad, de Edgardo Boeninger. Se ve bien manoseado, debe haberlo leído más de una vez.

Quiere decir que le hizo eco una comparación que se realizó en estas mismas páginas, hace más de dos años: "Larroulet es el Boeninger de la derecha".

-Este gobierno ha hecho un símil con el gobierno de Aylwin, por el cambio y la transición democrática que se completaba con la derecha en el poder. Y lo nombraron a usted en el puesto de Boeninger. ¿Qué le quieren imitar?


-El gobierno de Patricio Aylwin fue el más exitoso de la Concertación: hizo la transición a la democracia en paz, logró mantener la estrategia de desarrollo económico y crecer y progresar como ningún otro. Este también es un momento muy especial: se consolida la democracia con un gobierno de centro derecha y así como el país votó por un cambio en el plebiscito del 88, hoy día votó por otro cambio: hacer la transición al desarrollo a fines de esta década. ¿Y qué problema hay en rescatar muchas políticas sociales de la Concertación, como lo dijo el Presidente en su discurso del 21 de mayo? El gobierno de Aylwin rescató muchas políticas de desarrollo del gobierno militar. Y está muy bien, somos un país que avanza.


-Boeninger, que se sentaba en esta misma mesa, negociaba con todos hasta conseguir los acuerdos. Usted también. Pero él tenía una coalición detrás con mucha mística, que apechugaba casi siempre. A usted le caen las bombas desde la propia derecha. ¿Cuánto más difícil será hacer este trabajo?

-Me va a salir más difícil por dos razones: por su mayor capacidad, y porque creo que la mística nuestra está por verse. Quizás los primeros dos meses, entre el terremoto y la culpa nuestra de no haber hecho un trabajo más intenso con los partidos de nuestra coalición. Me hago una autocrítica. Pero después del 21 de mayo, en que preparamos muy bien la cosa política, les pedimos a los partidos, a los diputados y senadores que hiciéramos un trabajo conjunto. Ahora estoy más optimista.

-¿Cómo se siente cuándo la UDI les da golpes? ¿O las voces disidentes de su centro Libertad y Desarrollo?

-No es cómodo, pero me hago la pregunta de qué no estamos haciendo bien. Así como nosotros como gobierno tenemos que aprender mucho, porque nos falta experiencia para gobernar, también los partidos -especialmente la UDI que es el más importante-, tienen que aprender a ser partidos oficiales.

-Esta ha sido la luna de miel más corta de un gobierno desde el regreso de la democracia. ¿No cree que la derecha tiene una tendencia antropofágica muy fuerte y un individualismo que la hace más difícil de alinear?

-Tienen menos mirada colectiva, pero hemos aprendido y hoy día es al revés. La Concertación está mucho más dividida...

-Porque no está en el poder.

-Otra cosa: en nuestro set cultural está el orden, tenemos una mirada más ordenadora, pero tenemos que aprender a vivir en la diversidad, con distintas opiniones en el mismo sector. Lo hemos vivido estos meses. Y en los últimos años, estamos mucho más cohesionados. Aprendimos la lección de poder gobernarnos a nosotros mismos.

-¿Podrá contener las iras de Pablo Longueira, las razones de Hernán Büchi o el escepticismo de Andrés Allamand?

-¿Quién cree que estuvo sentado en esta mesa? Longueira y Allamand. Ellos han ayudado al gobierno, a mí como ministro, permanentemente.

-Algunos evalúan que el proyecto que presentará Allamand, de Acuerdo de Vida en Común, dividirá a la derecha.


-Lo importante en este tema es que el gobierno se ocupará de los 2 millones de chilenos que conviven en pareja sin estar casados. Por ello, protegeremos sus derechos de acceso a la salud, a la previsión, a la herencia y a otros beneficios sociales, removiendo los obstáculos que hoy les impiden ese acceso y las discriminaciones existentes.

-¿Qué le gustaría poder replicar de la actuación de Boeninger?

-Su coherencia en la preocupación por el destino de Chile, la sistematización permanente, por mejorar el país. Su paciencia infinita por ponerse en los zapatos del otro para poder avanzar en un proyecto para Chile. Recuerdo que hace unos tres o cuatro años, cuando estábamos negociando el acuerdo de educación entre un equipo de la Alianza que yo encabezaba, y un equipo de gobierno, él me llamaba y me preguntaba qué cosa podía hacer para ayudarme. ¡Extraordinario!
Niño de Arauco

Es francés por todos lados, sin embargo nació en el corazón de la Araucanía. Temuco, 1954. Los niños mapuches y pehuenches de las comunidades vecinas al fundo de su padre fueron sus primeros compañeros de trabajo. Con ellos ayudaba en la cosecha de trigo y de maíz.

Su padre era hijo de un inmigrante francés que trabajaba como agricultor en Puerto Saavedra. Era primera generación en Chile, por eso lo mandaron a estudiar la secundaria en Francia. Pero no pudo seguir estudiando porque su padre murió de un ataque al corazón y tuvo que volver al sur a hacerse cargo del fundo familiar. Ahí conoce a otra hija de inmigrantes franceses y se casan. Los cuatro hijos Larroulet Vignau entran al internado de Temuco, de los Hermanos de La Salle.

Se le asoma una gran admiración por su padre, un tipo de derecha, a la antigua, que fue alcalde de Puerto Saavedra.

Cristián recuerda muy especialmente cuando fue el terremoto y maremoto del año 60 y él enfrentó el horror de las aguas llevándose al pueblo. Curiosamente, mientras sus padres trabajaban con botas y palas por aquella reconstrucción, Julio Philippi -quien años más tarde sería su suegro- estaba entregado por entero a lo mismo desde su calidad de ministro de Economía y Reconstrucción. Ahora, 50 años después, cuando ocurrió este terremoto, Larroulet recurrió a sus recuerdos de ambos frentes de la misma batalla.

Y volvió a leer un libro de su suegro sobre las políticas que tuvieron que inventar para salir delante.

A mediados de los años 60, su padre vendió la tierra de la Araucanía y se compró un fundo más chico en San Fernando. Visionariamente, plantó los primeros huertos de manzanas. Pero Cristián no se quedó en San Fernando, sino que siguió a Santiago, donde hizo sus estudios secundarios en los Padres Franceses de Manquehue.

-¿Sabes de quién fui compañero de curso? (Pregunta con tono desafiante, como para darse importancia). De Manuel Pellegrini. (Se responde orgulloso).

-¿Cómo llega un niño nacido en la Araucanía a ocupar este ministerio?

-Qué difícil pregunta. No sé. Tal vez por la mezcla de la casa con el internado de Temuco. Ser inmigrante te obliga a vivir con mucha exigencia. Pero mi pasión por las políticas públicas se arma cuando trabajé en Odeplan con Miguel Kast, y luego, me marca mucho el paso por Chicago.
Técnico y político

Hizo toda la carrera de un Chicago boy: se recibe de Ingeniero Comercial en la Católica, trabaja en Odeplan, se va a Chicago a hacer un máster, vuelve y a los 23 años asume como jefe de Gabinete del ministro de Hacienda, Hernán Büchi. Ya en democracia, maneja el Instituto Libertad y Desarrollo. Pero nunca se hace empresario ni rico, su interés por las políticas públicas lo lleva a ser sobre todo un académico.

Lleva más de 30 años casado con Lita Philippi y todavía se entusiasma cuando habla de ella. Tienen 7 hijos cuyas edades van entre los 31 y los 14 años. Hasta ahora hay 3 nietos, pero seguro que serán muchos más.

Cuando le pregunto si le tiene miedo a algo, le cuesta responder. "Soy un hombre de fe", advierte con mucha modestia, como explicando por qué el miedo es un sentimiento muy drástico que no está mucho en su vida. Entonces lo cambia por el dolor y lo piensa un momento. Luego dice en voz baja que si hay algo que le duele es tener que sacrificar su vida familiar, tener que dejar de disfrutarla como había sido hasta ahora.

No dice nada más y evita entrar en temas personales.

-En el sentido público, me asusta la responsabilidad que tenemos con la sociedad chilena. Nuestra generación es la primera que llega al gobierno después de 50 años, y no podemos defraudarla.

-Volvamos al dolor. ¿Cómo fue para usted vivir las dos derrotas presidenciales de Joaquín Lavín, habiendo sido el puntal de ambas campañas?

-Fueron momentos muy difíciles. Muy difíciles. Pero Joaquín es una persona de mucho temple, lo que es un consuelo. Lavín es un tipo de una fe salvaje. Fue difícil para él también.

-La segunda vez compitieron con el propio Piñera...

-Ahí fue duro.

-Y ahora está en el gobierno de Piñera, ¿le costó cambiarse de carril?

-Fue un proceso largo de conversación con él. Y aquí estamos con el ministro Lavín, trabajando en este mismo frente con Piñera.

-¿Le gustaría ver a Joaquín Lavín como Presidente en la próxima elección?

-Estoy trabajando intensamente para que el gobierno del Presidente Sebastián Piñera tenga continuidad. Por supuesto que hay muchos nombres que me gustaría ver en La Moneda. Soy amigo de Joaquín Lavín desde hace muchos años y creo que sería un gran Presidente.

No escabulle, pero resume. Y no hay quién le saque más palabras. Pero para los temas políticos desborda pasión.

-Hay algo más profundo: esta sociedad cambió, porque el chileno ya no es el pesimista de los 60, ni el del Centenario. Hoy todas las encuestas confirman que es un optimista, que confía más en sí mismo. Un 80 por ciento cree que con trabajo y educación se puede surgir; y sólo un 5 por ciento cree que necesita al Estado para lograrlo. Es otro chileno.

-¿En parte debido a los gobiernos de la Concertación?

-Sí, claro. Pero la Concertación desconoció lo profundo de lo que había hecho: mantuvo la estrategia de desarrollo económico, nos llevó a volver a la democracia y avanzamos en protección social. No hay ninguna duda de que eso es así.

Habla como profesor, con ideas largas y muchas derivadas. Se ríe un poco de sí mismo cuando se da cuenta y empieza a responder más que a exponer. En todo caso, de una larga conversación sobre lo que fuimos y lo que queremos ser, sin fanatismo alguno de su parte, concluye que la de Piñera "no va a ser una revolución", porque heredaron un buen país que ahora necesita otra mirada. La mirada de la generación del Bicenterio.

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